Aunque entonces yo tenía tres años, recuerdo a mi hermana MARÍA DEL PINO, que murió un 7 de septiembre. Su presencia en este mundo fue de apenas un año, pero aún la veo agitando los brazos para mantener el equilibrio tratando de caminar hacia mí. No sé si llegó a caminar, porque el dolor hizo que se hablase poco de ella, y menos delante de mí, que no entendía su ausencia. Mi madre me contó que la imagen que le atenazaba el alma cada año era recordar aquella noche, oyendo cantar por el camino real que pasaba junto a nuestra casa a los romeros que caminaban hacia Teror, tocando timples y guitarras, en plena parranda de madrugada peregrina mientras ella velaba aquel pequeño cuerpo, cuyo rostro ni siquiera entonces palideció ni dejó de sonreír.
Hoy quiero evocar a aquella niña preciosa de la que sólo hay una fotografía pero que yo tengo grabada en mi mente con una risa contagiosa y un flequillo ondulado en la frente. Fue la ilusión de mi familia y se marchó el día de su onomástica, cuando apenas acababa de llegar. Fue mi primer contacto con la muerte, pero yo recuerdo a mi hermana viva, resaltando su pelo moreno con un traje de piqué blanco, vestida del único verano que me acompañó.
Dicen que no morimos del todo mientras alguien nos recuerde, y por eso yo quiero hoy darle vida a mi hermana recordándola. Han sido muchos años sin nombrarla, y ahora la escribo con mayúsculas (que es como gritar su nombre), usando todos los mecanismos posibles que esta máquina me permite para hacerla más visible, porque sé que siempre ha estado en alguna parte de mí. No guardo el dolor de su partida sino el gozo de haberla tenido durante uno de mis primeros años, que siempre son las más importantes. Y como hoy es su santo, le hago el regalo de la memoria: VIDA.***
(No he insertado la fotografía de mi hermana MARÍA DEL PINO porque ya no puedo saber si a mi madre le hubiera gustado que la pusiera).
Un comentario en “Regalo de onomástica a MARÍA DEL PINO”
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Hermoso por sí mi mismo tu recordatorio, colega y amigo.