Alguien ha dicho que un argentino es un italiano que vive en Buenos Aires, habla español y se siente europeo. La vitalidad de la vida cultural argentina es evidente, pero a los de fuera nos causa extrañeza que un país tan curioso, pues tras el exterminio de la inmensa mayoría de la población aborigen es una especie de Europa trasplantada, como Estados Unidos, se aferre a mitos como pocos países en el mundo. Los casos más claros son Gardel y Evita, y sin duda el mito da para muchos libros, desde la propia autobiografía La razón de mi vida, hasta la novela Santa Evita, escrita por Tomás Eloy Martínez, Eva Duarte ha dado para mucho, hasta el punto de que es el eje central de una de las óperas-rock más famosas del siglo XX. Quien esto escribe no pudo sustraerse al embrujo del mito y dejó entrar a Evita en la novela Hotel Madrid, relatando novelísticamente la visita que la entonces esposa del presidente argentino hizo a nuestra ciudad en los años cuarenta.
Dicen que el Che no estaría tan mitificado si no hubiera nacido en Argentina, y lo mismo pasa con Maradona. Estos dos casos son más discutibles, porque no sólo fueron los argentinos los que elevaron a la categoría de divinidades a estos dos hombres, tan dispares en sus actividades. Pero da que pensar que Maradona, por muy buen futbolista que fuese, sea hoy, que está vivísimo, un santón intocable, un gurú de una religión sin paraíso. Suele ocurrir con figuras de la música o del cine (Michel Jackson, James Dean…) pero no con los deportistas, y mira que los ha habido grandes y hasta legendarios en muchos países ( Jesse Owen, Zatopek, Mark Spitz, Nadia Comaneci, Karl Lewis, Federer, Zidane, Michael Jordan…) Si acaso se ha mitificado en cierto modo a Alfredo Di Stéfano, pero resulta que «La Saeta Rubia» nació en La Argentina. Hay quien afirma que el mito cinematográfico de Gilda no sería tal si la película no transcurriese en Buenos Aires. Pero eso ya es rizar demasiado el rizo pelirrojo de Rita Hayworth.
Pero está claro que algo hay en la sociedad argentina que tiende a la mitificación, y ocurre hasta con escritores como Borges, al que se le tiene como un enviado de otro mundo, por encima de cualquier otra consideración literaria. Tengo para mí que esa tendencia al mito conduce a la ceguera y a tratar de justificarlo con argumentos difíciles de rebatir, porque discutir con un argentino es una tarea muy dura.
Tengo a Nacha Guevara por una mujer muy inteligente, además de una artista inconmensurable, y hace unos años pude mantener con ella una larga conversación que grabé con su permiso, porque a mí este asunto de los comportamientos sociales argentinos siempre me ha despertado la curiosidad, y a la menor ocasión busco la manera entrar, como hice en otras ocasiones con Abel Posse o con Angel Kapa, el que fuera entrenador de la UD Las Palmas. Ser argentino da un resultado distinto, cuando ocurre, porque a veces no se da, es como mundano y al tiempo refinado, pero tiene una garra diferente. Se puede ser refinado y salvaje, y eso es el tango. Ahí está Borges, que es las dos cosas, en su cuento El Sur o en sus ficciones más orientales.
Al hablarle de la fanatización argentina alrededor de Eva Duarte, Nacha Guevara (por cierto, dicen que pariente lejana del Che) se puso a la defensiva y hasta contraatacó, tachando de atrevimiento lo que yo decía, porque, según ella, en última instancia los que debieran dejar a Evita bien o mal en razón de la experiencia de lo que ocurrió serían los argentinos. Es decir, nadie que no se alemán puede opinar sobre Hitler, y si no es inglés tampoco debe hacerlo de Churchill.
Cuando le dije que Eva Duarte casi siempre aparece ridícula, Nacha casi se enfureció y les aseguro que si tranquila es mucha mujer, enfadada es indescriptible. Sus palabras fueron de negación rotunda, pues podría ser autoritaria, intolerante, pero nunca ridícula, porque ante todo fue una mujer que cumplió con su destino, y son muy pocas personas las que pueden decir eso. Hay que tener mucho valor para cumplir con lo que el destino te propone. Ella vio desde muy joven hacia dónde tenía que ir su vida, se montó en ese caballo y siguió en él hasta el final; literalmente hasta la muerte.
A los europeos nos suena muy fuerte que el Congreso la declarase nada menos que Madre Espiritual de la Nación. Volvió Nacha a ponerse a la defensiva «¿Y cómo es posible lo que pasó con Lady Di en Inglaterra? Yo creo que los casos de Lady Di y Eva Duarte cambiaron el aspecto del lugar en que se movían, Lady Di de la monarquía británica, Eva de la Presidencia, y es porque incorporaron afectos y sentimientos. Y eso es la experiencia tan entrañable y tan querida que aporta a la política. Siempre hay alguien que está en el sitio adecuado en el momento preciso, que se rodea de unos pocos y de repente sucede algo. Pasó con Eva Duarte, pasó con Cristo, con Lenin… Siempre es igual, son cinco locos los que hacen que cambie la historia, y no podemos perder esa esperanza».
En resumen, Argentina es diferente, porque es una América especial, y seguramente para los de fuera será difícil entenderla. Tal vez de esta diferencia nace la gran potencia creativa y cultural de ese gran país. No hace mucho lo decía el actor José Sacristán en una entrevista, y él lleva muchos años por Buenos Aires y sabe de lo que habla.
(*) Este trabajo se publicó el día 2 de septiembre en el suplemento Pleamar de la edición impresa de Canaria7.
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