A quienes pretenden tener libertad de pensamiento, el calificativo que más les molesta es equidistante, y digo pretenden porque conseguirla es un trabajo personal muy complejo. Se quiere dar a entender que quien así se manifiesta es alguien que no quiere comprometerse con una opinión o su contraria, y de alguna manera comulga con parte de las propuestas de las dos. Eso es otra cosa, no equidistante, que es estar a la misma distancia de dos puntos que se oponen. Y en todo caso, sí que puedo ser equidistante de los dos, porque ambos me quedan muy, muy lejos.
Tener libertad de pensamiento se ha puesto muy difícil en tiempos en que parece ser que lo importante es ser extremista, estar casi fanáticamente al lado de una posición, ser pro o anti algo o alguien en cualquier circunstancia. Y eso nos lleva al terreno de las intolerancias, que siempre carecen de argumentos. Nos está ocurriendo en El Mundo en general y en España en particular, y el poquito de democracia que tanto nos ha costado lograr se nos está volatilizando. La práctica política se basa ahora en tener mayorías aplastantes que no escuchan, o jugar con pequeñas fuerzas que suman mayorías con otras más numerosas, a las que extorsionan con peticiones delirantes a cambio de sus votos, escasos, pero necesarios. Esa democracia de argumentos y acuerdos debe suceder en los parlamentos, o en los consistorios diversos, que son los lugares en los que se deposita la soberanía de todos.
De unos años a esta parte, vivimos en España en una situación de extremismo máximo, ayudada por la sociedad de la información, que es un arma valiosa pero muy perversa. El argumento principal es la descalificación del otro, lo estamos viendo en estos días con los terribles incendios que están sucediendo en La Península. Las fuerzas políticas y los medios de comunicación afines se dedican mayoritariamente a descalificar porque alguien no está donde se supone que tiene que estar, y basan sus palabras en el primer y ofensivo razonamiento que se les ocurre, que muchas veces atenta contra lo que dice lo establecido. Ya no cuentan ni las leyes aprobadas en el Parlamento y publicadas en el BOE.
Así vamos hacia ninguna parte; nos autodestruimos. Estamos en una situación política, social y económica muy compleja y diría que contradictoria, porque tenemos un mayor crecimiento del PIB que el resto de los países de la UE, y sin embargo nuestros salarios son los más bajos. Estoy harto de escuchar que las empresas son las que crean riqueza, y es verdad, pero cuando hablan de empresas se refieren a la patronal. Y la empresa es la suma de los empresarios y las personas que trabajan en ese conjunto, que debe funcionar en todos sus estadios para que sea rentable. Lo que ocurre luego es que el reparto de los beneficios es muy desigual, y es muy triste que trabajadores de empresas muy exitosas cobren salarios de miseria; es decir, no se les recompensa su aportación en ese éxito que no habría sido posible sin ellos.
Y es vergonzoso que las propias administraciones públicas pasen por encima de derechos fundamentales. Un ejemplo, y por desgracia muy extendido, es que los profesores interinos cesan cada 30 de junio y se les vuelve a contratar el 1 de septiembre, práctica que está nítidamente prohibida por la UE, a la que se usa solo para lo que conviene. Es decir, cobran 10 meses de salario, y julio y agosto Dios dirá. Esto no es serio ni justo. Y lo hacen en las administraciones que son las encargadas de velar por el cumplimiento de ley. Lo de la vivienda es sangrante, pero no se mueve una brizna de aire, la política de vivienda está paralizada, en un momento en el que es vital una acción de choque.
En realidad, hace falta una revolución. No se alarmen, hablo de dar una vuelta al sistema, pero no de 360 grados, porque estaríamos otra vez en el mismo sitio. Basta ya de hacer lampedusismo, cambiar algo para que todo siga igual. Y es que creo que el sistema no va a aguantar, porque la cuerda está muy tensa, y lo mismo que ahora vemos el terrible y letal resultado de años de desidia e inoperancia en la prevención de incendios forestales, llegará un momento en el que todo se irá de las manos. Es casi una ley física (ya saben, tercera Ley de Newton, principio de acción y reacción).
La práctica política del insulto y la descalificación tiene fecha de caducidad. Está demostrado que, cuando una entidad colectiva se pone a trabajar en un tema concreto, se alcanzan acuerdos, siempre se avanza. La inservible noticia de los incendios es que tales dirigentes estaban de vacaciones, unos de viaje y el Presidente del Gobierno en Lanzarote. Como si ellos fuesen a tomar las mangueras para extinguir el fuego. Se supone que hay una maquinaria engrasada que tiene sus protocolos, pero eso ni se nombra, se trata de lanzar estocadas, tratando de herir al otro, unos por mantener el poder, otros por alcanzarlo, pero el mal es el mismo, todo eso es ir contra el estado al que dicen representar y defender.
De modo que, eso que llaman clase política está traicionando a la gente, a los que les votan y a los que no. La partitocracia que fue fortalecida en la Constitución de 1978 necesita una buena mano de pintura, se ha oxidado. La representatividad ha de ser más justa y directa, y si para alcanzar un escaño de lo que sea hay que tener los parabienes de las cúpulas de los partidos, la política funcionará como la mafia, siempre siguiendo las indicaciones de los padrinos y madrinas que se han hecho con la manija. Es el voto directo de la ciudadanía el que debe decidir, no esas camarillas que confeccionan listados de gente a las que compran así sus lealtades.
De modo que, sepan que ya no engañan a nadie con esas guerritas de títulos falsos y otras puestas en escena que en realidad son humo para distraer la atención (a veces llego a pensar que los grandes partidos están de acuerdo en esas prácticas). La clave del asunto es otra, e ignoro si quienes realmente quieren hacer política honesta no reaccionan porque no quieren, no saben o no pueden. En cualquier caso, sea cual sea el número o la combinación de causas, es muy grave. Luego no vengan con disculpas estúpidas, pasará como con los bosques arrasados por el fuego. Si seguimos tirando, la cuerda se romperá o nos rebotará en la cara como un elástico. Y no sé qué será peor.
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