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Sánchez Al jallo en Lanzarote

(5-08-2025)

Ante todo, Presidente Sánchez, quiero darle la bienvenida a este archipiélago canario que usted ha visitado en tantos momentos, sobre todo la isla de La Palma con motivo de la erupción del volcán Tajogaite. Y ya que estamos hablando del volcán, me gustaría decirle que estamos muy agradecidos por la atención que entonces se prestó a la isla, pero muy decepcionados porque parece ser que las ayudas que se prometieron entonces van más lentas que de lo que deben y han pasado varios años y hay mucha gente que todavía no ha podido regresar a una vivienda digna.

 

 

Ya que está en estas islas, me apresuro a decirle que me parece muy bien que usted pase sus vacaciones en Lanzarote, porque eso da visibilidad a las islas, aunque, si le digo la verdad, a estas alturas y con dieciséis millones de visitantes al año, darle visibilidad a las Islas Canarias es como hacer llover sobre mojado. El Mundo sabe dónde están las Islas Canarias, no de ahora sino de toda la vida, porque están a mitad de camino de muchas rutas; hay islas que están escondidas, pero no Canarias, y siempre se ha sabido exactamente dónde están estas islas, y que han determinado parte de la historia de medio planeta. Sin Canarias, muchas vicisitudes históricas probablemente habrían ocurrido de otra manera.

 

Quiero decirle que no solo por lo de La Palma estamos bastante disgustados en Canarias con el proceder de su Gobierno. Nos tiene muy preocupados el asunto de la inmigración irregular y cómo están todas las comunidades autónomas y el Estado español dejando sola a Canarias en mitad del Atlántico, resolviendo un problema que no solo es de España sino de toda la UE, a la que pertenecemos para las verdes y bien estaría que también para las maduras. Bruselas, Madrid y la mayor parte de las comunidades autónomas miran hacia otro lado. Y le aseguro que lo paso muy mal cuando veo cómo se siente inerme el ministro canario Ángel Víctor Torres, que le ha tocado estar justamente en el ministerio en el que inciden estas cosas.

 

En cuanto a la situación política actual estoy muy confuso con usted y sus propósitos inmediatos. Siempre he sido progresista, pero también intento ser pragmático, y pienso mucho el voto antes de emitirlo, porque muchas veces votar emocionalmente es entregarse a la impotencia, debido a ese endiablado sistema D’Hont para convertir votos en escaños. Sé que nuestro sistema es parlamentario, y que son legítimos presidentes quienes logran reunir una mayoría en el Congreso. Eso es lo que ha hecho usted; después de todo lo que pasó con el gobierno de España hasta 2018, pensaba que el Gobierno que saldría de las elecciones de 2023 miraría por el interés mayoritario, pero veo que hay elementos como la Ley Mordaza, que sigue sin estar derogada, y como esa, otras promesas que no veo cumplidas, ni siquiera en fase de intento.

 

Sé que ha sido un curso muy complejo, pero me tiene muy despistado. No es una novedad que, cuando la derecha no está en el poder, siempre juega como si se lo hubieran usurpado, pero eso viene pasando desde el siglo XIX, Galdós nos asista. En eso estamos de acuerdo, pero se supone que las mayorías parlamentarias están para elegir al presidente, y también para apoyar todas las acciones de gobierno. Pero seguimos sin presupuestos. Ya sé que el lenguaje de la derecha es que ahora mismo tiene que haber elecciones generales porque se supone que las ganaría, pero la amenaza de la ultraderecha es algo que sobrepasa cualquier manera sosegada de valorar una situación política como la actual. No podemos volver al sitio del que tanto trabajo nos ha costado ir saliendo, y del que no acabamos de escapar, porque vea usted las diferencias sociales que hay en España como una subida misérrima del salario mínimo se califica de apocalipsis. Aquí, en Canarias, no nos queda ni espacio. Gobiernan los nacionalistas de CC y el PP, y nada justo espero de esa combinación, pero es que cuando gobernaba el PSOE en la anterior legislatura tampoco el reparto de esa riqueza cambió.

 

Dicen que entra el dinero a mansalva (aunque me temo que buena parte ni la olemos, porque se paga en Berlín, Londres, Roma o Estocolmo), la fractura económica es cada vez mayor, pero quienes más tienen crecen en su riqueza exponencialmente. Una vivienda es absolutamente inaccesible; ya sé que eso es un problema generalizado en toda España, pero tampoco veo que haya movimientos apreciables. Hay leyes estatales que las comunidades autónomas las aplican o no, y no acabo de entender que esto sea una democracia si una ley superior no determina los cambios necesarios. ¿Qué democracia es esta en la que el cumplimiento de las leyes es optativo?

 

En todo caso, señor Presidente, le transmito mi desasosiego, porque no veo que se mueva nada que vaya a aclarar las cosas, mientras la UE da tumbos en los conflictos económicos y en los bélicos. Tengo en casa algunos libros y algunos manuales de la carrera y estoy buscando por todas partes cuántas veces el imperio ruso intentó apoderarse de Europa. Pues mire, ninguna. Europa Occidental, en cambio, lleva siglos intentando invadir Rusia, desde los suecos a Napoleón y desde los británicos de la Guerra de Crimea a Hitler. O tal vez me falten algunos libros, y desde luego, el sistema político de Putin es “peculiar”, por decirlo de una manera suave. Y así, tantas cosas. Ojalá este descanso le permita una “reentré” para acometer asuntos que todavía no sabemos cómo va a resolver. ¿Lo sabe usted? ¿Qué va a hacer con los caprichitos de Puigdemont, o cómo se puede cambiar la financiación catalana sin perjudicar a otras comunidades, entre ellas Canarias? Con la aritmética que me asiste, las cuentas no me salen, y usted no da ninguna explicación.

 

José Betancourt Cabrera fue un escritor lanzaroteño, que fue Director General de prisiones y firmaba con el seudónimo de Ángel Guerra. Entre su interesante narrativa, hay un cuento que titula Al jallo (de hallar), y se refiere a las maderas de los naufragios que llegaban a la costa, y que los lanzaroteños, en una isla sin árboles, valoraban como tesoros, porque esas maderas luego se convertían en mesas, sillas o cunas. Ojalá que, en estos días, cuando se acerque a la playa, encuentre alguna de esas tablas que le sirvan de inspiración. No queremos fracasar; espero que algún día el interés general esté realmente por encima de la avaricia de unos pocos. Que usted y su familia pasen unos días inolvidables. Salud, Presidente.

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Calor, verano, historias

 

Refugiado de esta insolente canícula que nos asola, leo con desgana, pero con placer pasajes del último libro de Muñoz Molina, un autor del que suele interesarme la letra, pero del que siempre me gusta la música. El verano de Cervantes, que así se llama el libro, es una especie de novela vivencial que se acerca a una memoria que parece individual, pero que cuenta a retazos la dureza de un tiempo español que suena a pasado pero que no se ha ido, por mucho que nos inunden con amarillismos que nunca tratan de la verdadera actualidad, sino que son humo que la ocultan. El autor se cuelga de una lectura comparada de El Quijote y nos lleva de la mano por un verano eterno.

 

 

Una de las observaciones en las que nos hace caer es que las peripecias del famoso caballero andante suceden en verano. En toda la vasta extensión de la magna obra cervantina no aparece el frío ni la lluvia, pues el hidalgo y su escudero transitan por una España en la que es verano permanente, hay mucha luz y abundan días de calor infernal. Se diría que Cervantes sitúa su novela en el período veraniego, aunque tantas historias, tantos personajes y tantas secuencias difícilmente cabrían en esos meses estivales, por lo que debemos suponer que la obra transita varios veranos, dos al menos, correspondientes a sendas partes de la novela, pero aun así es poco tiempo. Un actual y exigente editor americano de película habría rechazado la obra porque pudiera no ser verosímil esa concentración de aventuras en tan escaso tiempo, o bien porque no queda claro en su lectura cuándo suceden las cosas, aunque sí es verano.

 

Quiero pensar que pudo ser un reto del autor -otro más, por si no hubiera bastantes y de toda índole en el texto-. Confieso que nunca me percaté de ese detalle, en las distintas lecturas totales o parciales que he hecho de ese monumental artefacto del ingenio humano, y en los trabajos críticos en los que la obra es mencionada. Desconozco si eruditos como Menéndez Pelayo, Maeztu, Marañón, Lapesa o el recientemente fallecido Francisco Rico, que dedicaron años y libros a la obra de Cervantes, han señalado en alguna esquina de sus análisis algo tan curioso como que todo sucede en verano. Yo no lo he leído ni escuchado nunca, aunque tampoco mi “quijotemanía” es tanta como para ser exhaustivo, y tampoco lo han señalado especialmente autores extranjeros como Thomas Mann o Nabokov, admiradores y comentaristas de la obra de Cervantes.

 

El caso que, la siesta obligada por el bochorno canicular de este agosto me lleva a recordar algunas obras de arte en las que siempre hace calor. Es obvio que autores como Faulkner o Tennessee Williams, que han retratado en la novela, el teatro o el cine ese Sur norteamericano tan pasional y por lo tanto peligroso, utilizan el calor para generar ambientes tensos, como si el calor llevase inequívocamente a la violencia. El calor es un instrumento literario muy claro en novelas faulknerianas como Luz de agosto (en casi todas las de su autor) o en los dramas de Williams, especialmente en Un tranvía llamado deseo o La gata sobre el tejado de zinc (en la versión original el metal es estaño, que cobra todo su esplendor agresivo cuando aparece fundido).

 

Sabemos que no es así, pues pasionales son los personajes de Dostoievski y se mueven casi siempre sobre el hielo estepario o la miseria metaforizada por el frío de Moscú o San Petersburgo. Pero sí que literariamente el calor es un reflejo de esas situaciones en las que nos cuesta trabajo pensar, y a veces ni se puede, y llega el bloqueo que se convierte en violencia. Un ejemplo es la obra de teatro La Gaviota, del ruso Chéjov, que transcurre en un caluroso veraneo en Crimea con personajes que arrastran sus angustias desde Moscú. El calor de una siesta asfixiante hace reventar las válvulas y los protocolos de la buena sociedad.

 

En mi memoria particular está mi primera lectura adolescente de Doña Perfecta, de Galdós. No hay relación con el calor en la obra, pero como yo sudaba a mares cuando la leía, siempre relaciono determinadas escenas con el agobio húmedo de nuestros veranos. Y sin duda, también me trae el verano agobiante de Madrid la novela El Jarama, de Sánchez Ferlosio, un texto que no ha resistido el paso del tiempo (el resto de su obra sí, por supuesto), que transcurre en una comida campestre que acaba mal a orillas del río que le da título, y en la que el agobiante calor madrileño es un personaje más.

 

No puedo dejar pasar películas muy sudorosas como El largo y cálido verano (un guion de Faulkner, por cierto, poco antes de morir), en la que, tanto como las magistrales actuaciones de Orson Wells, Paul Newman, Joanne Woodward o Tony Franciosa se notaba la mano caliente del Premio Nobel sureño. ¡Qué reparto, por Dios! También está en la película la aparentemente delicada Lee Remick, que fue una actriz que, aunque nacida en California, se hace con personajes muy sureños, enfrentados con su apariencia evanescente; es como si ella misma hubiera sido creada por Faulkner, incluso en las películas en las que él no hace el guion o no se adaptan novelas suyas, siempre con el calor y el verano al fondo: Anatomía de un asesinato, Días de vino y rosas y sobre todo en Santuario, que esta sí que proviene de Faulkner.

 

Y el remache del calor, el verano y la literatura y el arte es sin duda la novela El extranjero de Albert Camus, una obra que es más que una narración, algo así como la Metamorfosis de Kafka, en la que Camus anuncia la fina y peligrosa línea a la que está condenada la humanidad después de dos guerras mundiales. Y el calor y el verano otra vez, mezclados con la soledad. Si su arranque es magnífico y sugerente, el final de esta novela es brutal y aterrador: “Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, me quedaba esperar que el día de mi ejecución haya muchos espectadores y que me reciban con gritos de odio”.

 

Esperemos que no sea profético. Buenas películas y lecturas de verano.