Ha fallecido el escritor Luis Alemany. Barcelonés de nacimiento, creció desde muy niño como tinerfeño y como tal se nos va. Lo conocí poco, por vivir en islas distintas, pero sí que lo frecuenté durante aquel Congreso de Cultura que realizó el primer gobierno autónomo del PSOE. Fuera en Las Palmas, en Santa Cruz o en La Laguna, tuvimos algunas coincidencias, él desde su status de clásico en vida (así fueron enseguida los del Boom de los narraguanches), yo como aprendiz con apenas una o dos obras primerizas en la calle. Era muy generoso y locuaz, pero entonces para mí era el autor de LOS PUERCOS DE CIRCE, sin duda una de la mejores novelas de los años 70 y que, como La Regenta en Oviedo, levantó muchas ampollas en Santa Cruz de Tenerife, ciudad a la que retrata con todas sus luces y, sobre todo, sus sombras. Eso a él le divertía, y a los novatos nos lo elevaba a la categoría de guerrillero de la letras.

Como dije, lo conocí y lo traté un poco en la década de los 80, y ya era así, la imagen de Alemany que desde hoy deja de ser historia y se convierte en leyenda literaria. Luego le perdí la pista y creo que me he cruzado con él un par de veces en 40 años, hola y adiós. Me comentó entonces que su tesis doctoral (que no sé si terminó) trataba del lenguaje del humor, y entre otras investigaciones, tenía recopilados más de seis mil chistes. Fue un entusiasta de la obra y el personaje de Jardiel Poncela y del humor. Como tenía una gran memoria, cuando iba por el segundo Whisky, tiraba de chistes clasificados (de suegras, de borrachos, de locos, de lo que fuese) y era una ametralladora.
Por cierto, como bien señala Eduardo García Rojas en le hermosa despedida que hoy le hace en su blog El Escobillón, con él todo ocurría siempre en una barra, nunca en una mesa, y el tintineo de los cubitos en el vaso escocés recordaban al sonido Dolby de los anuncios que entonces ponían en los cines. Y nos olvidamos con frecuencia de su constante trabajo alrededor del teatro, del que fue autor y gran valedor, como Alberto Omar o Cirilo Leal, tres enfoques diferentes. Se va un gran tipo, espero que al menos haya sido feliz algún ratito. Por eso hoy se oyen en el éter unas campanillas, que no son otra cosa que los cubitos de hielo contra el cristal de un vaso Tumbler. Descanse en Paz.
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