Hay tres asuntos actuales que ponen de manifiesto la tozudez y la incompetencia de nuestra sociedad, esa que diseñan los grandes poderes a los que se les llena la boca hablando de productividad cuando hay que mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora. Los tres temas son: el guineo que lleva años de la crisis institucional continua a la que nadie tiene intención de poner fin, la degradación del medio natural que por lo visto es culpa siempre del cambio climático y, una cuestión muy positiva como es haber ganado el Mundial Femenino de Fútbol, se ha enfangado por la prepotencia y el machismo que destilan todos los argumentos alrededor del beso inapropiado que el presidente de la Federación Española de Fútbol dio a una futbolista en la entrega del mencionado trofeo, sean de defensa o de “obligada” disculpa. Nada nuevo bajo este sol hirviente que nos castiga este verano, que por cierto empezó en mayo.
Del momento político del Estado, es un insulto que unos y otros traten de convencernos de que piensan en el interés general. Salvo los fans de una, otra y otras más partes, lo del bien común no se lo cree ya ni el león de la Metro. Todo queda para luego y nunca se hace lo que se supone que tienen que hacer. Enarbolan sus razones (casi siempre un sofisma encima de otro). Y algo tan elemental como actualizar la Constitución sigue empantanado, ni se renuevan instituciones judiciales, ni se reforman artículos que ya no sirven, como el de la precedencia del varón sobre la mujer en la sucesión de la Corona, una profunda revisión de la territorialidad, talón de Aquiles de esto que ahora llamamos España desde los Reyes Católicos; y antes, pues no empezó la cosa con el primer Borbón, aunque desde luego Felipe V no es un rey para recordar por cargarse los fueros de los distintos territorios. Cierto que cargó los de Cataluña, pero con los decretos de Nueva Planta también se llevó por delante las especificidades de las variadas tierras que pertenecían a su corona, fueran canarias, gallegas, andaluzas o valencianas, pero Cataluña se arrogó el papel de víctima única y lleva con el argumento desde 1714.
Por supuesto, Felipe V no anuló los fueros vascos y navarros, que para eso le ayudaron en la Guerra de Sucesión contra el Archiduque Carlos de Austria. Aquí nadie da duros a cuatro pesetas, y de ahí provienen injusticias históricas comparativas como la foralidad navarra (que ni Franco se atrevió a modificar sustancialmente) o el Concierto vasco. Inexplicablemente, los vascos también llevan un par de siglos ofendiditos, porque siempre quieren recibir más y compartir menos. Lo de ETA ya fue delirante. Por eso, en 2023, seguimos en el mismo barrizal, mientras las burguesías vasca, navarra y catalana siguen en la cresta de la ola, y por el otro lado Madrid, que es el grial en el que se aglutina la aristocracia que nominalmente es de cualquier sitio, pero que pulula por la Villa, porque la Corte ya no es el Palacio Real, sino otros palcos donde, sin que lo parezca, se parte el bacalao en este país. Y eso, amigos, tampoco se toca.
Lo del incendio de Tenerife es tan previsible como doloroso. Hay cambio climático, sí, pero eso lo sabemos desde hace décadas, y es cierto que cada año las temperaturas medias de los veranos son más altas. Pero es que no se acometen políticas eficaces, sobre nuestra riqueza forestal, sobre nuestra agricultura de kilómetro cero, sobre una base de hidroaviones en Canarias y sobre la selección de especies para repoblar. Encima, las competencias se superponen, y siempre se depende de que alguien acierte si pasa a otra fase. Como dicen en mi pueblo, entre todos la mataron y ella sola se murió, aquí lo único que saben hacer los políticos es autorizar campos de golf, asistir a ferias de turismo y moverse con agilidad cuando hay problemas en el sector hostelero, y si no recuerden lo rápido que se resolvió el asunto de los turoperadores en el anterior gobierno, pero las Kellys siguen cobrando una miseria a pesar de que han subido los precios a los visitantes. Creo que esto es tan obvio, que no sé por qué la gente no se da cuenta, debe ser que están obnubilados por las docenas de festivales que pagamos todos. El reguetón es lo que tiene.
Por otra parte, el triunfo de la Selección Femenina en el Mundial de Australia y Nueva Zelanda es un hito histórico, porque visibiliza valores que siempre ha tenido la mujer y que sistemáticamente se ocultaban, y si eran muy visibles, se despreciaban. El gol de Olga Carmona pasa a colocarse en el imaginario colectivo junto al de Iniesta (es un Mundial) por encima de los de las Eurocopas de Marcelino, Torres o la tollina de cuatro goles a Italia en la hoy sufriente ciudad de Kiev. Y es un ejemplo que empuja hacia la igualdad. Dicen que para una talla vieja no falta un jarro sin asa, y ese jarro es Luis Rubiales, personaje que exhibe su prepotencia una y otra vez, y aunque preside una institución privada, la incidencia que tiene el fútbol necesita que quien la represente sepa estar en su sitio.
Ya hemos visto muestras de su talante en el desgraciado Mundial de Rusia, con un cambio de seleccionador disparatado, o el haberse llevado, codo a codo con el exfutbolista Piqué, la Supercopa de España a Arabia Saudí, un país en el que la igualdad de la mujer es una quimera, pero está visto que el dinero todo lo puede, y no son creíbles sus facilones discurso de igualdad, ahora que las futbolistas españolas llegan a la gloria después de haber atravesado un desierto doloroso, porque no estamos hablando de fútbol, sino de igualdad. Pues este señor, sin el menor comedimiento y, sin encomendarse a Dios o al diablo, le planta un beso en los morros a una jugadora, un beso imposible de evitar con una cobra porque le sujetó la cara con ambas manos. Y eso, delante de millones de espectadores y a dos metros de la reina de España. Impresentable, pero, si en los clubs de fútbol que lo han puesto ahí no hubiera tanto machismo, el lugar de este “caballero” sería la calle, en el mismo estadio de Sidney. Pero me temo que eso no pasará, porque estamos rodeados de victimistas, ineptos y prepotentes. Cuidado con la ola de calor.
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