Ahí la tienes, báilala

 

Hoy es 25 de julio, ese para mí es un día en que, cada año, la vida recomienza, porque un ya lejano e inolvidable día, una mujer su puso a caminar a mi lado, y ahí seguimos. Son muchos los días de alegrías, tristezas, triunfos y derrotas, pero siempre está ahí sin desmayo. Ese es un gran regalo que me hizo el universo, y, por lo tanto, en estos días me importa un carámbano quien haya ganado las elecciones, o quien vaya a gobernar, que no siempre es lo mismo; o si, como ya empieza a ser costumbre, nos veamos en Nochevieja preparando el voto para las elecciones repetidas. Así que, políticos y políticas, allá se las entiendan con sus dramas, que nosotros seguimos caminando.

 

 

Pero sí, han pasado las elecciones y hay mucha gente ofendida porque, por lo visto, el electorado votó muy mal. Parece ser que, todo lo que no sea que quien ocupe La Moncloa pertenezca a la clase dirigente de siempre, a los señoritos sacados de una novela de Miguel Delibes, gente de orden que cuando se le rebate cualquier ideas secular de las suyas suelen decir “no te pongas nervioso”, para resumir, cuando no gobiernan ellos, es una usurpación, una manipulación mediática de los herederos del contubernio de Múnich  y a veces hasta una insinuación constante de votos comprados a los beneficiarios, que, para estos enviados de los dioses, suelen ser gente vulgar a la que un gobierno ha tenido la disparatada idea de aumentarles el salario mínimo, viejos inútiles ya para la sociedad a los se les ha subido la pensión de acuerdo al IPC, homosexuales y lesbianas que se les permiten los mismo derechos civiles que la gente de orden, inmigrantes, mujeres que están todo el día atacando a los hombres, en fin, personal de segunda y tercera que se hace llamar pueblo, ciudadanía y palabras muy barnizadas de comunismo libertario, judeomasónico y feminista.

 

Pues gran parte de esa gente beneficiada resulta que no está dispuesta a que se eliminen derechos consagrados hace setenta años por las Naciones Unidas, y ha ido a votar el domingo pasado, y por supuesto, ¿qué puede esperarse de la chusma y el populacho? Lo normal, han votado mal, y, además, con una mala leche insospechada, pues han plantado en los recuentos del ministerio del Interior unos resultados que parecen diseñados por el mismísimo Lucifer, una especie de burla diabólica. Gana el partido de los próceres, pero el primer partido de la chusma no se hunde en el pozo del desastre, al contrario, sube en votos y en diputados. Es decir, al que gana la victoria le sabe a derrota, porque fuera del socio que tiene más a la derecha, nadie quiere apoyar su investidura, porque uno por uno, más fuerte o más flojo, el partido ganador a todos les ha ido pisando el calcañar durante años.

 

El jefe de los perdedores celebra su segundo puesto como una gran victoria, porque teóricamente tendría más posibilidades de hacerse con la llave de La Moncloa, aunque fuese en una votación a segunda vuelta. Se veía resucitado en su sede el domingo por la noche, con bailes de alguna ministra que no acababa de creerse lo que estaba pasando. Tampoco es que lo tenga fácil el segundo, porque para conseguir, aunque solo fuera una investidura en segunda votación, tendría que aspirar y soplar a la vez, aunque de estos especímenes nacidos para el laberinto se puede esperar cualquier cosa. Desde luego, nadie se va a abstener para que gobierne el ganador, y si alguien manda que se hagan nuevas elecciones será él, no el segundo quien lo provoque. Un trabalenguas.

 

Luego sacarán la cantinela de que se trataría de un gobierno de perdedores. Pues sí, lo normal en democracia parlamentaria, pasa todos los días. No gobierna quien más votos obtenga, sino el que consiga una mayoría parlamentaria como resultado de esos votos, lo que, en un tiempo se llamó pacto a la griega, porque, hace unas décadas, en Grecia se unieron todos los partidos para echar al gobierno. Pues eso, en Canarias gobiernan el segundo y tercer partido más votados (y no es la primera vez), y el ganador se ha tenido que ir a la oposición porque no alcanza  mayoría en el Parlamento, como en Extremadura, en la que también gobiernan los próceres (una prócera en este caso), aunque no fue la más votada. Mientras no cambie la ley o se llegue a acuerdos universales, puede gobernar cualquiera, siempre que reúna los apoyos suficientes. Lo demás es demagogia.

 

Hablo de estas cosas porque hay que decir la verdad, que es cosa rara en estos tiempos, pero, que nadie se llame a engaño, la rebambaramba que nos espera es de dimensiones considerables. El desenlace puede ser un cabreo absoluto del electorado, que haga que se establezca una corriente que llene de votos desesperados una de las opciones mayoritarias, o bien que llegue la decepción a niveles tan profundos que haya una avalancha de votos en blanco, como en la celebrada novela Ensayo sobre la lucidez, del Premio Nobel José Saramago. La copla dice: “ahí la tienes, báilala”. Como les decía al principio, hoy, 25 de julio, lo que no sea seguir mi camino en compañía me importa menos que un grano de mostaza.

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