(En la partida de otro imprescindible: Nicolás Ángel Díaz Benítez)
Como a todos los que te conocimos, querido Nicolás, hoy se nos ha oscurecido el día luminoso cuando hemos conocido la noticia de que has emprendido el viaje final. Sabemos que tú querías que todo mejorara, y para eso te entregabas a fondo. La cultura y Canarias deben mucho a tu incansable trasiego, empujando siempre y huyendo de la foto que te habría hecho muchas veces merecido protagonista. Pero eso no te importaba, lo que querías es que se moviera el alma de la gente, y para eso tratabas de llenarlas.
Eras el tipo que movía montañas, aliado a esa sonrisa cautivadora de actor francés de la Nouvelle Vague. Sabías que era difícil decirte que no, y utilizabas ese don para ponerlo al servicio de la sociedad. Tu espíritu es aldeano y satauteño, que todavía no sabemos qué es mejor, porque de ambos pueblos tengo conocimiento de esa manera de vivir comunitariamente. Creo que eras simplemente canario con la generosidad que forma parte del prototipo insular.
Estamos desolados por tu partida, sabíamos que tenías algunos problemas de salud, que más de un susto nos han dado, pero ya habíamos asumido, como decía tu admirado Pedro Lezcano de Vicente Aleixandre, que tenías una mala salud de hierro y que siempre ibas a estar llenándolo todo con tu sonrisa, tu serenidad y tu infatigable generosidad. Hoy estamos muy tristes, Nicolás; con una excepción: posiblemente el poeta Pedro Lezcano sea el único en alegrarse de tu marcha, porque sin duda está esperándote en el embarcadero para agradecerte el esfuerzo y el respeto que has derrochado para que hoy sea una realidad el Memorial del poeta. Y muchas cosas más.
He aprendido mucho de tus silencios, porque eran tus acciones las que te definían. Fuiste generoso conmigo y eso me obliga a tratar de parecerme a ti, aunque sea un poquito. Te llevas mucho amor, que tengas buen viaje, amigo.
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