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JUAN ANTONIO GIRALDO, VOLUMEN DE METAL Y VIDRIO (entrevista de 1997)

 

HOY HA FALLECIDO JUAN ANTONIO GIRALDO, UNA REFERENCIA EN LA ESCULTURA EN CANARIAS Y EN LA OBRA PÚBLICA A TRAVÉS DE LAS VIDRIERAS. ESTA ENTREVISTA FUE PUBLICADA EN UN DOMINICAL DE CANARIAS7  EN EL AÑO 1997, Y AUNQUE TODAVÍA QUEDABAN 26 AÑOS MÁS DE GIRALDO, QUEDA RETRATADA SU ENTRAGA AL ARTE Y LA ENORME APORTACIÓN A CANARIAS DE UN MANCHEGO QUE SE CANARIZÓ RÁPIDAMENTE, SIN OLVIDAR SUS RAÍCES. QUIERO QUE ESTA PUBLICACIÓN EN MI BLOG DE ESTA ENTREVISTA QUE TIENE MÁS DE UN CUARTO DE SIGLO, SIRVA COMO HOMENAJE AL GRAN ESCULTOR, AL GRAN TIPO QUE FUE GIRALDO Y QUE TANTO NO DIÓ A LOS CANARIOS. SUS OPINIONES SON SUYAS, UNAS COMPARTO Y OTRAS NO, PERO SIEMPRE LO ADMIRÉ POR SU TALENTO, SU SILENCIOSA GRANDEZA Y SU MANERA DE AFERRARSE A LA LIBERTAD A CUALQUIER PRECIO. BUEN VIAJE, ARTISTA.

«Entrevista:

 

 

Juan Antonio Giraldo es uno de los grandes escultores españoles contemporáneos. Afincado en Canarias desde hace casi treinta años, ha ido haciendo su obra desde aquí, e imponiéndola sin que por ello él reconozca mayor placer que el del trabajar cada día. Los materiales que trabaja son siempre metálicos, aunque una de sus facetas menos conocidas y en la que se ha prodigado muchísimo son las vidrieras, lo que le hace un candidato claro a trabajar, también escultóricamente, en las iglesias, como lo demuestran sus trabajos en el Templo Ecuménico de Playa del Inglés, la capilla del seminario de Lomo Blanco o su colaboración en la Catedral. Se le hace la boca agua cuando contempla el litoral de Las Palmas de Gran Canaria, emplazamiento ideal para muchas piezas escultóricas.

-Tengo entendido que eres manchego, de Ciudad Real.

-Nací en Villanueva de los Infantes, que entre otras honras tiene la de que allí está enterrado Quevedo. Me vine a Canarias porque Madrid me impedía hacer lo que yo quería. Yo había hecho el período de instrucción militar en La Isleta y conocía un poco esto; además, estaba aquí un amigo mío, Luis Zárate, que era locutor de Televisión Española, un buen locutor, y un poco por todo esto me vine por aquí, tuve conversaciones con Fábregas, con Bordes, y por eso me quedé. A ellos les pareció bien lo que yo hacía, y vengo a vivir a Gran Canaria en el año 68.

-No sería en Mayo.

-No, porque justamente en Mayo estaba en París.

-¿Tú también?

-Lo siento mucho, pero es la verdad. Yo no fui a París en Mayo del 68 a hacer la revolución, sino que casualmente el jaleo me cogió allí de paso, y ya que estaba, pues entré en todo aquello. Estuve tres o cuatro días.

-¿Qué recuerdo más vivo tienes de aquel Mayo del 68?

-Pues si te digo la verdad, acostumbrado a las rudimentarias porras de la policía franquista, lo que más me sorprendió fue que las que usaban los gendarmes franceses eran más modernas, parecía que no hacían daño y luego te dejaban unos moratones terribles.

-Dime hacia dónde ibas y de dónde venías.

-Iba hacia Madrid y venía de Holanda, a donde había ido detrás de una moza. Allí viví una experiencia artística importante en una pequeña ciudad cerca de Amsterdam. Era un espacio que había fundado el famoso equipo «Cobra» en el año 62, pero ya en el 67 cuando yo llegué con mi amigo el pintor Celestino Cuevas estaba en manos de la CIA. Era un buen asunto, pues allí había americanos, japoneses y gente de todo el mundo, y la actividad era libre, solamente tenías que hacer tu obra, te daban un sitio para dormir, un lugar para trabajar y la comida te la buscabas como podías.

-Pero los echaron de allí.

-El Che estaba recién muerto y mi amigo se ponía una boina igual y pintaba las paredes. A los quince días de todo esto nos echaron, claro. O sea, que lo que en su momento era de los comunistas, todo aquello del equipo «Cobra», se volvió al revés.

-Y dices que la CIA se metió en el asunto.

-Sí claro, allí me enteré de cosas increíbles.

-Por ejemplo.

-Que en Alemania hay un lugar en el que queda fichado el nombre de cualquier terrícola que salga por segunda vez en la prensa, y luego le hacen un seguimiento.

Eso no debió ser bueno para ti, cuando regresaste a un Madrid franquista, después de haberte significado junto a un amigo que se vestía como el Che.

-Por eso me tuve que marchar y me vine aquí.

-¿Ya eras escultor?

-Sí, porque yo empecé siendo pintor; yo era el mejor pintor del mundo hasta que llegué a París y estuve delante de los impresionistas. Vi de cerca la obra de Van Gogh y desde ese día no he vuelto a pintar.

-Sería un choque descubrir que aquel no era tu camino.

-Ya lo creo, supuso una enorme crisis, ahora dirían que una depresión; me fui a mi casa y estuve a punto de meterme en la Legión con un amigo mío, se me habían roto los esquemas.

-Y cómo empezaste en la escultura.

-Porque un amigo mío tenía un taller calderería y había allí unas calderas de alcohol que se habían deteriorado con el tiempo, pero que se podían trabajar. Así empecé yo con la escultura, y me sentí como pez en el agua, distinto a cómo me encontraba ante un lienzo en blanco, con el que tenía problemas terribles.

-Y es entonces, antes de Holanda, cuando se va a Madrid.

-Eso es. Yo quería ser escultor y pensaba que en Madrid tal vez podría aprender más. En Valdepeñas se celebraba un concurso nacional, fundado por La Falange, pero muy prestigioso, en el que obtuvieron premios Antonio López o García Ochoa. Ganar algo en Valdepeñas era importante, y yo había ganado un premio de dibujo, y pensaba que aquello me ayudaría en Madrid, y así fue.

-¿Qué pensabas hacer al llegar a la capital?

-Pensaba ir a ver Pablo Serrano y a José Luis Sánchez, que era un escultor muy interesante, aunque no se le conozca mucho, y en aquel momento era el coordinador de la Exposición Universal de Nueva York. Me fui primero a su taller. Me dijo que él no tenía aprendices, y entonces yo le comenté que yo venía muy animado porque acababan de darme el premio de dibujo de Valdepeñas. Yo no lo sabía, pero él había estado en el jurado y recordaba mi dibujo, y eso hizo que me abriera las puertas de su taller, en el que trabajé con total libertad.

-Y ya no visitaste a Pablo Serrano.

-No; lo conocí después, y él fue mi mentor para mi primera exposición, le gustaron mis cosas, igual que a Eduardo Westherdall, y eso significó que a partir de mi primera exposición entrase en esa especie de paraíso.

-Eso fue en 1976.

-Sí, yo llegué a esta isla en el 68 y después de ocho años de trabajo es cuando hice mi primera exposición, que fue en la Galería Vegueta, y en seguida salí fuera, Madrid, Estocolmo, Barcelona, y ya estaba en el Parnaso, digamos.

-Pero…

-Sucedió que me paré un poco porque me echaron de una casa en alquiler, y hasta que fabriqué la mía propia, con un espacio para el taller y la fundición, pasaron cuatro años. Eso me hizo perder un poco la línea meteórica que llevaba.

-Pero tú estás por encima del bien y del mal.

-Eso me resulta curioso, porque la gente sabe poco de mí, pero me cuentan mis amigos que cuando comentan que conocen a Giraldo la gente se sorprende, como si yo fuese un extraterrestre, algo inalcanzable, y como ves no es así.

-Es la impresión de quien mitifica y convierte para sí en inaccesible al autor de una obra artística que le gusta.

-Puede ser, aunque por suerte no me quejo, pero es cierto que entonces perdí el ritmo, y cuando me reincorporé, a principios de los ochenta, había perdido ese tren mítico. Pero no me importó, había reflexionado, y realmente antes iba muy lanzado, porque en aquellos años se dijeron cosas fantásticas sobre mi obra, y las dijeron personas de gran prestigio internacional. Miracles, que escribió sobre mí en el número dos Avui, en Cataluña, dijo que parecía imposible que yo expusiera por primera vez. Pero, claro, yo llevaba casi ocho años trabajando aquí y catorce en la escultura. Y quizá no hubiera sido bueno que siguiera en esa línea tan lanzada. Me centré y volví a exponer más veces.

-Se le asimila a la Generación de los setenta.

-Y es verdad, yo hice mi primera exposición en 1976, aunque era mayor que la gente de aquella generación, yo había vivido otras cosas, pero no es un disparate asimilarme a los setenta.

-¿Sólo trabaja el metal?

-Sí yo trabajé en Madrid en fundición, y luego seguí, pude trabajar aquí la piedra, pero ya estaba metido en el metal.

-¿Siempre hay fundición?

-No siempre, las piezas pequeñas las hago aquí, en mi taller, y tengo un pequeña fundición, pero hace diez años que no la uso porque esto empezó a llenarse de casas alrededor.

-Además ser artista, hay que ser un técnico.

-Claro, y dicen que el acabado de mis piezas es bueno.

-Pero en los ochenta tu nombre siguió arriba, como lo demuestra el encargo que te hizo la revista Cambio 16.

-En 1982 se cumplían los diez años de la revista, y entregaron los premios a los 16 de Cambio 16.  El premio consistía en una escultura mía, que trabajé intentando hacer en ella una lectura de los diez años transcurridos. Es que yo acababa de hacer una exposición en Madrid, salí en todas las revistas, Martín Ferrand me dio media hora en televisión, y tal vez por eso el encargo de «Cambio 16»; me hicieron una entrevista en la revista, que entonces era más importante que ahora.

Se le ve poco en los medios de comunicación.

-Yo no voy a buscarlos; hace unos meses se colocó una pieza mía en Playa del Inglés, en la Plaza de Maspalomas, y no se ha dicho nada, también se puso otra en Segovia, y tampoco se reflejó en la prensa. Yo no busco los medios, y no es que no me guste salir en los papeles, también soy humano y tengo mi cuota de vanidad, pero lo que pasa es que disfruto muchísimo trabajando y eso es suficiente para mí; por otra parte, me resulta sobredimensionado cuando fulanito o menganito salen en los medios porque tosieron hoy algo más fuerte que ayer. Tengo trabajo constantemente, y trabajando soy un tío feliz.

-¿Puedes hablarme de tus proyectos inmediatos?

-De lo que estoy haciendo sí, de lo que se va a hacer no.  Estoy con una pieza muy grande para la escuela de arquitectura, y una capilla para un seminario que se está construyendo en Lomo Blanco, vidrieras, puertas de bronce, el Sagrario, todo.

-¿En qué material está hecho el Sagrario?

-En bronce y luego se va a dorar, y va envuelto en un vidrio fundido que me tengo que ir a La Granja a fundirlo, aunque yo las vidrieras las he trabajado desde siempre, he hecho muchas, pero como no suelo estar pregonándolo por ahí no se sabe.

-Ya hiciese las vidrieras del Templo Ecuménico.

-Sí, hace veinticinco años, he hecho muchas cosas en edificios religiosos, ahora mismo también estoy colaborando con Fábregas en la Catedral.

-¿Tiene que ver el vidrio con la escultura?

-Sí, y con otras cosas. La vidriera debe hacerla un pintor o un escultor, y a mí me pegan las dos cosas.

-Hay algunos murales, murales escultóricos, tuyos repartidos por ahí.

-Hay de todo, pero creo que debes referirte al que está en el edificio de la Transmediterránea, en el Puerto de La Luz, que son siete piezas que representan las Islas Canarias y tiene cuarenta metros cuadrados. Sí, hay muchas cosas mías por ahí.

También es tuya la escultura del premio anual de Canarias7.

-Yo he hecho muchas cosas con el siete. Y aunque sólo tenga que ver con la fecha, en el 77 hice una cosa que se llama Casi 500, pues era poco antes de cumplirse los 500 años de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, que fue fundada en 1478.

-Tú haces unas piezas pequeñas que se llaman dactiliformas.

-Sí, son unas pequeñas piezas que puedes intercambiar y tener una escultura de diferentes formas. También he trabajado los bodegones, que se empiezan a popularizar en escultura por el equipo «Crónica»; yo los hice antes que ellos y expuse el primero en Galería Vegueta.

-Haces piezas grandes y pequeñas ¿son dos discursos diferentes el de una escultura gigantesca para la calle y el de una pieza para colocar sobre un escritorio?

-Es igual, ambas son hijas de una idea, lo que pasa es que hay que esmerarse mucho más en las pequeñas, porque en un espacio más corto tienes que decir lo que quieres, y si fallas, la escultura se convierte en un trozo de metal, mientras que en las grandes tienes menos peligro, porque a veces las salva su espectacularidad, su gran tamaño.

-¿Cuándo hiciste la última exposición?

-Hace ya seis años, y no es cierto que los escultores necesitemos menos que los pintores las exposiciones, lo que pasa es que un pintor puede pintar un cuadro en un día, valiéndose de un lienzo y pinturas, y el cuadro puede ser bueno, mientras que un escultor necesita más tiempo, y los costos en material son a veces tremendos. Por eso los escultores se prodigan menos, y que hay menos demanda de escultura que de pintura, porque las casas no están hechas para ella, porque necesitan espacio, y cada vez las casas son más pequeñas.

-Pero al menos parece que está habiendo más esculturas en las calles y los espacios abiertos.

-En esto se produce un equívoco. Hay tres modos de hacer este tipo de esculturas: las que te encargan y de dicen «ojo que hay poco presupuesto», las que ofrece el escultor por el precio de costo simplemente por tener una escultura en la calle, y el caramelo, esas escultura por las que se pagan muchos millones, y siempre las colocan determinados escultores. Esa es la historia, no hay más, y no quiero ponerte ejemplos porque algunos son ya muy conocidos.

-Las Palmas de gran Canaria tiene muchos espacios y todo un litoral para ubicar muchas esculturas.

-Para eso hace falta que haya otra manera de hacer presupuestos, y de adjudicarlos, porque en los últimos veinticinco años las subvenciones las han dado siempre los mismos a los mismos, y una auditoría vendría muy bien para esto. El otro día algunos me decían que por qué no me oponía a una determinada actividad cultural oficial, que era una vergüenza y tal. Yo le dije: «Eso ustedes, que son los que dependen de las subvenciones, ya la mía de este año la tengo segura».

-¿Estás entonces en contra de la cultura subvencionada?

-No estoy en contra ni a favor de algo que desconozco, no es mi territorio, yo nunca he recibido subvención alguna en toda mi vida. Una vez pedí una para que me ayudasen a trasladar una piezas a Madrid, porque los portes eran muy caros, y no me la dieron, pero no me quejo, no me parece mal ni bien, ya te digo que estoy fuera de ese circuito, yo hago una pieza, la vendo y la cobro. No hay más.

-Permíteme que haga de abogado del diablo: ¿Por qué Tindaya?

-La pregunta es que dónde estaban los ecologistas cuando se estaban comiendo la montaña a bocados. Incluso le montan un numerito con un letrero en el asiento de atrás del avión a Chillida cuando viaja a Fuerteventura. ¿Cómo sabían que Chillida iba en ese vuelo? Todo está provocado interesadamente por gente que en su momento no pudo comprar en Tindaya.

-¿Tindaya buscó Chillida o Chillida a Tindaya?

-Todo a la vez. Chillida encontró una montaña de una piedra especial, que yo creo que es sagrada, y que con su obra va a ser más sagrada todavía. Sería una pena que se perdiera esta oportunidad, porque Chillida domina el espacio como nadie.

-Usted tiene una idea sobre el espacio interior de Tindaya.

-Imagínate que entras solo en el centro de la montaña, eso tiene que ser alucinante, ya no serás el mismo después de haber vivido esa experiencia espiritual.

-¿Quieres decir que la obra de Chillida sobrepasa el arte?

-Por supuesto, creo que, con la intervención de Chillida, Tindaya se va a convertir en el primer centro espiritual del mundo, el lugar donde el hombre se comunica con el Universo. La gente iría a Tindaya lo mismo que ahora va a Roma.

-El arte no lo justifica todo.

-Lo que Chillida hace es arte, pero lo que queda lo sobrepasa, porque yo me imagino lo que es estar en ese lugar en el 2003, solo y a las cinco de la tarde. Es tremendo, como la experiencia de que hizo Rothkot en Estados Unidos, con seis cuadros negros, que ahora llaman «La Capilla de Rothkot», porque el negro tiene matices, no es siempre un negro igual, y eso es una experiencia única. La montaña no va a valer más, sino que el ser humano va a sentirla en toda su dimensión, será más sagrada.»

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Todos seremos potencialmente viejos

 

Esta ha sido para mí una semana muy intensa y apasionante, porque hemos podido celebrar en familia el 97 cumpleaños de mi padre. Ya sé que es un tema personal, pero me ha tocado muy de cerca al repasar ese recorrido desde 1926, y he visto como en una película que ese camino fue recorrido por todos sus contemporáneos, aunque muchos ya no están; la cifra está muy por encima de la esperanza de vida. En este caso, prácticamente todos los que compartieron un buen tramo de la primera parte de su vida, ya no están, y casi empieza a faltar su generación y la siguiente, de manera que se encuentran en un mundo que muchas veces hay que traducirles, porque los cambios del último cuarto de siglo han sido tan profundos como vertiginosos, precisamente cuando ya estaban fuera del mundo laboral.

 

 

Pero aguantan, unos a duras penas, otros haciendo el cascarrabias porque están llenos de dolores y limitaciones, y otros, como mi padre, con un estado de salud razonable, atendiendo a su edad, porque poder ser autónomos en movimiento, vista y oído permite estar al menos en el día a día con la familia, leer un periódico, hacer una llamada telefónica, escuchar la radio y la música y ver una película o un noticiario de televisión. Pero siguen midiendo con los baremos de hace un cuarto de siglo. Y es importante la conversación, sobre todo cuando, como mi padre, sigue enfrentando la vida con una sonrisa y mucho sentido del humor. Por ello creo cada vez más que es fundamental que los ancianos se mantengan en su entorno, con su gente, aunque estén en malas condiciones de salud, pero estamos muy lejos de conseguir eso, porque en el mundo actual las políticas de atención a las personas mayores se limitan a llevar de viaje a Benidorm a “los viejos más jóvenes y saludables” y poco más. El asunto es otro, y las administraciones se pasan la pelota, mientras proliferan residencias privadas con precios prohibitivos, con lo que los menos pudientes quedan al albur de las residencias públicas en una cola de años y un laberinto de burocracia, o en privadas que rozan el horror de una novela de Dickens.

 

Cada generación tiene su tarea, pero la nacida hace alrededor de cien años lo tuvo muy duro. Pasaron una infancia tremenda, algunos sin padres presentes por la emigración a Cuba. Luego la infancia y adolescencia en la guerra; los más viejos incluso integraron la llamada quinta del biberón, porque los enviaron al frente con 18 años porque se decía que el que no sirve para matar, sirve para que lo maten. Luego una postguerra miserable, cuando no esclavista (dependía de en qué lista figuraba para la dictadura), que se mordía la lengua o se escapaba a Venezuela. Esa generación fue la que puso su trabajo (8 horas seis días a la semana) para armar un futuro más parecido al de los países desarrollados, y en Canarias están sus huellas digitales en los emporios turísticos que nos han dado de comer algunas décadas (ya veremos hasta cuándo), en las carreteras, las conducciones de agua o la construcción de obras hidráulicas como la presa de Soria, hoy en el candelero.

 

Sin esa generación, Canarias (y España, por supuesto) no sería la misma. Aparte de los afectos familiares que tendrá cada uno, la generación nacida alrededor del período 1915-1930, ya casi toda desaparecida, merece el mayor de los respetos, hombres y mujeres, pues entonces las mujeres fueron las que mantuvieron en gran medida la agricultura y la ganadería, porque los varones estaban en la construcción, se habían ido a Venezuela, Bélgica o Alemania, buscando un respiro económico, o en las pequeñas industrias conserveras, o tabaqueras, donde también ellas trabajaron (pequeños focos  industriales que han desaparecido en su mayoría). Y luego la aparcería de los tomateros. Es un listado enorme, y hoy la vejez es tratada casi con desprecio por la sociedad en general.

 

Nos comparan siempre con la Europa más desarrollada, pero estamos a años-luz de ella. Recuerdo que, en 2011, en un noticiario decía que en Coblenza (Koblenz), una ciudad alemana del tamaño de Telde o La Laguna, habían evacuado 45.000 persona en el posible radio de acción de una bomba de la II Guerra Mundial sin explotar, que había sido descubierta en el fondo del río Rhin. Entre las evacuaciones, mencionaban siete residencias públicas de ancianos, es decir, la mitad de la urbe, que determina que habría al menos 14 residencias en total. Indagué, y los ancianos vivían con todos los cuidados, con tranquilidad y sosiego. Hay sistemas que consiguen lo que debe ser un servicio público que no se convierta en un negocio, como sucede aquí con la sanidad, la dependencia o la enseñanza. ¿Se imaginan que en una ciudad como Telde hubiera 14 residencias como Dios manda? En la capital serían… Impensable en este sistema en el que solo vale el lucro. Así que no nos camparen con Alemania, Holanda o los países Nórdicos. Insultan nuestra inteligencia porque aquí se ha impuesto el sistema americano en el que todo tiene que ser negocio: hospitales, escuelas, cementerios, residencias de ancianos; hasta las cárceles se están privatizando. Y eso es lo que tenemos que cambiar.

 

Esta semana me ha emocionado ver que mi padre goza de un privilegio que debiera ser un derecho para todos pero que no lo es. Casi diría que es cuestión de suerte, porque el destino ha sido generoso en este asunto, siempre con su familia y donde no es un mueble molesto, sino una cima que nos guía, no con sus discursos, sino con su silencioso y sonriente ejemplo de buena persona. El mayor homenaje que podemos hacerle a las generaciones que nos precedieron es respetarlos y cuidarlos. Cada vez que recuerdo las muertes en soledad y abandono en las residencias durante la primera ola del covid, me pregunto cómo una sociedad supuestamente democrática no ha encausado a los responsables. Pero no pasa nada y sobre eso sigue circulando una cómplice cortina de humo.

 

Lo más curioso, es que la gente parece olvidarse de que el tiempo pasa para todos, y el futuro solo tiene dos caminos: la muerte o la ancianidad. Todos envejecemos cada minuto que pasa, y es que parece que el ser humano ha perdido conciencia de su pequeñez y durabilidad. Y aunque ya lo he hecho de mil maneras, vuelo a felicitar a mi padre, que junto con mi madre (siempre presente aunque ya no esté), son dos de los seres humanos de los que más he aprendido, y sigo aprendiendo.

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Desaliento esperanzado

 

Tenía un borrador muy pulcro y aparente para el artículo de hoy. Trataba sobre el significado de los colores y sus emanaciones que influyen en la psique, o en palos de la baraja española, alterando los simbolismos de siempre alusivos al mundo medieval. Cambiaba clero por alegría en las copas, o comercio y finanzas por poder en los oros. Era un artículo curioso que trataba de poner buena cara a un año que precisamente llega con las cartas muy mal repartidas, aunque los buenos jugadores con malas cartas consiguen sacar bazas adelante… A veces.

 

 

Quienes me conocen de cerca dicen que soy un optimista incurable, y que por muy mal dadas que vengan siempre trato de buscar por donde salir, aunque a veces no haya la más leve grieta. Recuerdo siempre que el incisivo Mingote decía que un pesimista es un optimista bien informado. Yo quiero pensar que Mingote, por una vez, se equivocó, porque toda la información nunca la tendremos sobre nada, pues casi ni nos conocemos a nosotros mismos. Por lo tanto, trato de agarrarme a la posibilidad de que siempre hay una manera de salvar una mala situación.

 

Haciendo correcciones andaba, cuando alguien me sacó de mi burbuja pseudofilosófica de borracho inminente. Ausentado durante casi todo el día de noticiarios, y embebido en mi esperanzado discurso de Año Nuevo, caí de golpe desde mi torre de marfil, porque si complicado es especular sobre el pasado, hacerlo sobre el futuro se me antojó de golpe una puerilidad. Contaba con todo, pues el pasado se agarra a la memoria y a la documentación y el futuro se deja llevar por la imaginación. Quien me hablaba era como el enviado del presente, que solo entiende de realidades tangibles y con el que no cabe ser pesimista ni optimista, es prosaico realismo.

 

Cuando aterricé en mi sala de estar, el noticiario abría con dos bombas, cuya explosión hacían zumbar los oídos: el intento de derrocar a Lula da Silva en Brasil y el asesinato de tres mujeres en un solo día a causa de la irracional violencia machista. Al instante, mi castillo de naipes con pretensiones literarias se vino abajo, y entonces los colores, las sotas, los bastos, los ases y toda su mitología de siglos perdieron su carácter alegórico porque el duro presente los había borrado del mapa. Fui incapaz se seguir trabajando, porque no podía volver a mis ficciones, y al mismo tiempo la realidad me sobrepasaba. Me ocurrió lo peor que puede sucederle a alguien que trafica con ideas y opiniones: me quedé sin palabras. Ahora, al atardecer del lunes, obligado por el calendario, tuve que enfrentarme a una pantalla en blanco, cuando la dureza de la noche anterior era remachada por un nuevo y horrendo feminicidio en Adeje, Tenerife.

 

Sobre lo que aún sigue ocurriendo en Brasil, solo me cabe la enorme tristeza al comprobar, una vez más, cuán frágil es la democracia cuando se confabulan contra ella los populismos y la irracionalidad de quienes solo persiguen al caos, seguramente porque les conviene. Los acontecimientos de Brasilia (y todo Brasil) son muy alarmantes, porque no se trata del típico golpe de estado bananero, o de la locura por el poder de unos cuantos, como también sigue sucediendo en Perú. Lo de Brasil se enmarca en una corriente mundial que no deja fuera a Estados Unidos. Se lamentaba Stefan Zweig hace casi cien años de que el fantasma de los nacionalismos sobrevolaba Europa y sabemos lo que pasó después.

 

El fanatismo y la locura no pueden estar nunca por encima de la convivencia democrática, y algunos (muchos) debieran aprender las lecciones del presente y de la historia, aunque dirán, como suelen hacer algunos jóvenes, que esas cosas pasaron cuando ellos no habían nacido. Mucha tarea tienen por delante Lula, Biden y quienes creen en la democracia, en sociedades partidas casi matemáticamente en dos. Si pasamos por encima de las instituciones, va a resultar muy fácil imaginar el futuro, por muy optimistas que seamos.

 

Lo de los crímenes machistas ya es una orgía de sangre para la que nadie tiene explicación. Posiblemente se cometen errores políticos, no soy jurista ni adivino. Pero es obvio que, como sociedad democrática algo o mucho estamos haciendo mal. Aquí cabría aplicar aquello de unos por otros y la casa sin barrer. Hay otro refrán más claro y contundente, pero hoy no cabe, por respeto a las víctimas y sus familias. El caso es que se trataría de parar el baile y sentarse a ver qué demonios pasa, porque lo que está sucediendo con la violencia machista es algo que tiene mucha urgencia, porque se trata de la vida y de la muerte. Y ambas cosas, como otras muchas, tienen que ver con esa democracia que muchos quieren derribar. Hoy, me temo, no puedo ser optimista, hay demasiadas nubes en el horizonte, pero la gente sigue en verano como si nada estuviera pasando. Y ahora, una buena dosis de carnavales tempraneros. Pues vale.