No es la primera vez que digo que la sociedad está anestesiada, hipnotizada o, peor aún, poseída. Estamos entrando en un otoño que se vislumbra confuso, y mucho más cuando miramos un poco hacia el futuro inmediato. Hay millones de personas indignadas, defraudadas, impotentes ante lo que puede haber detrás de la cortina, las redes sociales son un reflejo de ese cabreo casi generalizado, en el que se ha perdido el respeto hacia casi todo. Cuando a alguien no le gusta un discurso, no argumenta en contra (como mucho el “y tú más”), sino que mayoritariamente descalifican, insultan y tratan de machacar a la persona, pocas veces al argumento. Nadie hace otra cosa que twittear o exigir que censuren esto a lo otro, incluyendo a las personas.
Anticipándose a lo que ya tenemos encima, el tristemente recién fallecido Jesús Quintero, más conocido como “El loco de la colina”, se desgañitaba para decir que ahora la gente parece presumir de no saber, como si hubiera que avergonzarse de eso que llamábamos cultura, si bien los poderes públicos, supuestamente pensados para acercar esa cultura a la gente, consumen buena parte de sus presupuestos en atiborrar plazas y estadios de gente que corea algo que se atreven a llamar música y cuyos contenidos están muy lejos de promover los nobles valores consagrados en los Derechos Humanos; vemos cómo son éxitos millonarios letras que exaltan el machismo, la xenofobia, la homofobia e incluso las discapacidades.
Y así, entre un Tik-Tok, un video-clip o un vídeo de Instagram, se van colando disparates que la gente asume sin digerir, y la prueba está en los millones de seguidores que tienen algunas figuras (millonarias, por lo tanto) cuya aportación es servir de factor de embrutecimiento de la población. Y tal vez por ello se forran con publicidad de cosas imposibles e innecesarias para el cuerpo o para el espíritu. Ya es un clásico que un hombre o una mujer de menos de cuarenta años justifique una respuesta errónea en un concurso de televisión porque lo que le han preguntado ocurrió cuando ellos no habían nacido. Para muchos, el cine empieza con Tarantino, la literatura con Harry Potter y el fútbol con Messi y Cristiano Ronaldo, y así es todo en sus mentes, que solo tienen espacio para apreciar cosas de veinte o treinta años para acá. Antes de esas fechas, su memoria es un revoltijo, y son igual de antiguos Gardel que la Reina de Saba.
Con estos mimbres tenemos que hacer el cesto del futuro, y es muy complicado hacerlo en un mundo de derechos y deberes, al tiempo que a los poderosos les resulta muy fácil maniobrar, porque no hay respuesta social. El problema no es si esta guerra indirecta en la que estamos va a ganarla Rusia o Ucrania, porque de alguna manera está siendo un paso necesario para implantar la esclavitud sin tal nombre que se impone por todas partes. Aprender a pensar con la filosofía, conocer al ser humano con la literatura y saber de dónde venimos con la historia sería un problema para el sistema, por eso las están arrinconando en las aulas. Definitivamente, esa maquinación para conseguir la ignorancia programada que algunos venimos denunciando desde hace décadas ha dado sus frutos. Enhorabuena. Este es el presente y el futuro y no hay más cera que la que arde.
Hace tan solo unos años, un solo problema de gran calado ponía patas arriba a las sociedades. Ahora hay una pandemia de la que nada sabemos con certeza (y otras que se anuncian), una sequía terrible, los huracanes tropicales y los tifones de Oriente se pasean por zonas del Atlántico y el Pacífico que nunca visitaron, hay una guerra ascendente en la que ya se habla de armas nucleares, unos salarios miserables, etc. Pero no pasa nada, porque ya se preocupan de que la atención se dirija a si va a hacer mucho calor en el Mundial de fútbol de Catar, si el próximo fin de semana habrá un festival de eructos u otros eventos que elevarán el espíritu. Luego, las redes se llenarán de voces indignadas porque el sonido no era lo que se esperaba o porque Luis Enrique dejó en el banquillo a Fulanito.
Así las cosas, la respuesta a todo esto debe ser siempre la política. Claro que eso era antes, en tiempos que los treintones tienen en una nebulosa, cuando tenían significado palabras y expresiones como democracia o interés general. Tal vez entonces incluso había políticos, no muchos, pero sí algunos. Ahora es una mentira detrás de otra, venga de los gobiernos o de la oposición, y asistimos muy tranquilos al drama de las mujeres de Afganistán e Irán (eso sí, reenviamos todos los mensajes que nos llegan denunciándolo), pero no se mueve una hoja, un pajullo, algo. Todos a verlas venir, que ya si eso veremos cómo se va resolviendo solo. (Y ahora les dejo que acaba de llegarme un chulísimo WhatsApps de gatitos).
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