Libros y migraciones
Cualquiera que eche un vistazo a la historia de Canarias se encontrará con que en todas las épocas están en el trasfondo las migraciones. Una veces cuando venía de fuera castellanos, portugueses, franceses, genoveses, mallorquines, irlandeses o cuando eran los canarios arraigados lo que se lanzaban a lo desconocido, fuera el sur de Estados Unidos, el Río de la Plata, Cuba, Venezuela o Europa. Salvo en las guerras de conquista en las que quienes venían solían ser aventureros en busca de fortuna fácil (la realidad era otra cosa), quienes se iban o venían lo hacía empujados por la miseria o las persecuciones políticas o de otra índole.
Ahora estamos viviendo un episodio que ya dura décadas en el que la llegada de inmigración irregular desde África forma parte del paisaje cotidiano. No es novedad, pero sigue siendo terrible, porque la ruta de Canarias tiene el triste récord de ser la más peligrosa del mundo, con muertos a centenares, y porque las islas no tienen capacidad de absorción de tantas personas que logran llegar huyendo, y sobre las cuales se montan leyendas urbanas que suelen ser mentira, pero va quedando el sustrato en un sector de la sociedad que olvida que Canarias también es una tierra de emigrantes y miran a quienes llegan como usurpadores, salvo que venga un deportista renombrado, sea del color que sea, a cobrar una millonada en uno de nuestros equipos de fútbol o baloncesto. Lo cual nos lleva que, en general, aquí y en todas partes, el problema no es la raza o la procedencia, sino la pobreza. Se rechaza a los pobres. Aporofobia lo llaman.
Es curioso que, casi al mismo tiempo, llegan a nuestras librerías tres libros que tienen como asunto central o transversal las diversas clases de migraciones. Me refiero a las novelas El traficante de historias, de Juan Ramón Tramunt, y Para morir en la orilla, de José Luis Correa, que abordan frontalmente el tema migratorio desde distintos géneros y perspectivas, que despiertan el interés del lector porque casi siempre nos despachamos el asunto a nosotros mismos pasando la hoja del periódico en el que se da noticia de la llegada, ya casi habitual, de pateras o cayucos.
El tercer libro al que me refería es El llanto en la memoria, que fue merecedor de la primera convocatoria del premio de Narrativa Breve Dolores Campos-Herrero, cuyo autor es Sebastián de la Nuez, y también está cruzado por cinco historias que no escapan al conflicto del migrante, en este caso de Canarias a Venezuela. Esa añoranza doble cuando van y cuando vuelven, el exilio y el desexilio del que hablaba Mario Benedetti, y que algunas veces hace que alguien no sea de ninguna parte («Ni soy de aquí, ni soy de allá», cantaba Facundo Cabral).
Son tres libros muy recomendables para conoces uno de los lados que casi siempre metemos debajo de la alfombra, porque, en Canarias hay muchas situaciones que funcionan simultáneamente, además de Sol, playa, carnavales, romerías y parrandas.