Vivimos un tiempo nebuloso, pues a veces nos parece que lo que hay a nuestro alrededor es una pesadilla, de la que saldremos en cuanto suene el despertador. O también somos conscientes de que estamos despiertos, pero al recordar como era la vida solo año y medio atrás, esta se nos convierte en un sueño porque empezamos a dudar que la vida fuese como la recordamos. Hay otras personas que siguen viviendo como si nada hubiera pasado, no les afecta la incertidumbre que nos rodea, y es como si aceptaran que hay de usar mascarilla, guardar la distancia o vacunarse con la misma naturalidad que nos ponemos un abrigo en invierno a conectamos el aire acondicionado en verano. Para esta gente, la vida es una pelota a la que hay que darle como viene.

Los jóvenes están enfadados porque dicen que les han destrozado la vida, y al decirlo parece que culpan de la pandemia y sus consecuencias a las generaciones anteriores. Los mayores despotrican de la juventud porque por lo visto son los culpables de tanto contagio. Y todos hablan mal de los gobiernos, las oposiciones, los científicos, las farmacéuticas y quienes se les pongan por delante.
No voy ahora a decir que lo que sucede es culpa de todos incluyéndonos a cada uno de nosotros, y que era previsible que algo así ocurriera. Hombre, el deterioro del planeta es obra de los seres humanos, pero no todos tienen la misma responsabilidad. Hay quien se siente culpable porque el agua que toma viene en botellas de materiales agresivos, pero es que si quiere tomar agua tendrá que comprar botellas. Ah, sí, las hay de cristal, pero ya no son de ida y vuelta como antes; si no pone el casco en el contenedor adecuado, pues ya estamos metiendo la pata, y es que a veces está lleno y no cabe nada más. Y ahí se queda la madera, el papel, el plástico o el cristal. En fin, que la inmensa mayoría de la población no ha decidido el cambio de costumbres en las últimas décadas. Ahora mismo, las empresas energéticas que manejan los combustibles fósiles ponen trabas al desarrollo de las energías limpias, con el beneplácito o la impotencia de los gobiernos. Así que quien compra agua embotellada en plástico no es tan culpable como quien dirige el consejo de administración de una petrolera.
Seguimos culpabilizados unos, incrédulos otros, todo confusos, porque un día dicen los medios que la vacuna tal protege un porcentaje determinado y al día siguiente aparece en otro que la cobertura es mayor o menor, pero nunca queda claro. También es cierto que este virus cogió al mundo desprevenido, y todo lo que se ha recomendado y realizado funciona con el principio acierto/error. Luego está la vertiente de los intereses económicos de unos (que sacan partido hasta de las desgracias) y los políticos de otros, si es que veces no son los mismos.
En cuanto a lo de desprevenidos, tampoco podemos estar seguros, porque, si hace media docena de años Bill Gates advirtió de que algo así podría ocurrir, no habría que hablar de sorpresa, sino de desidia. Ahora mismo sabemos que la descongelación de los glaciares por el calentamiento global puede hacer aparecer patógenos que estaban inertes bajo el hielo, y cuya peligrosidad desconocemos. Sabemos que el nivel de mar subirá, que las temperaturas se volverán extremas e incluso estamos viendo fenómenos apocalípticos nunca vistos, como la impensable ola de calor en el oeste de Norteamérica o el diluvio universal en Alemania. Y no vemos que se avance de una manera sensible en detener las causas del cambio climático, así que todo eso que puede venir nos cogerá inermes, haciendo el tonto, a unos pocos amontonando dinero y a la mayoría arrastrada por la inercia de que eso solo pasa en La Biblia o en las películas. Pues como nos dicen una cosa y la contraria, ya no sabemos a quién creer, y cada cual reacciona como puede, porque tal vez algunos crean que están dormidos y todo se diluirá en cuanto suene el despertador.