Mohínes de parvulario
Lo último que nos faltaba por ver es la representación del desprecio público en el acto de la Constitución. Ni me he molestado en averiguar qué dice el protocolo, pero está claro que el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición tienen que saludarse en un acto de esa envergadura. Tampoco he indagado quién hizo la cobra de la indiferencia, aunque me temo que fueron ambos, y eso tiene más aspecto de patio de colegio que de acto institucional del máximo nivel.
Eso indica que el gobierno y la oposición no quieren entenderse, y resulta indignante que ambos partidos, que tienen muchas responsabilidades comunes por el número de diputados que cuentan entre los dos, no hagan el menor gesto y sigan dejando todo manga por hombro. Es de locos, y así no hay manera de hacer nada. Luego habla el presidente proponiendo cambios constitucionales, pero si no son capaces ni de darse la mano en la escalinata del Congreso, no veo yo cómo van a entrar en asuntos fundamentales, o mayores, como el relevo del Consejo General de Poder Judicial.
En cualquier democracia seria, con gobierno monocolor o de coalición, el primer partido de la oposición tiene mucho peso, y generalmente los grandes asuntos se acuerdan precisamente para que se note que los parlamentos son la representación de todo el pueblo y que su voz es oída. Pero es que no quieren, ni uno ni otro. Y no alcanzo a ver el propósito de cada cual, pero si a uno parece bastarle tener unos presupuestos con casi medio parlamento en contra, el otro se contenta con decir que no a todo y tratar de bloquear todo lo bloqueable. Y en manos de estos estamos, cuando debieran hacer un esfuerzo, que atravesamos una situación económica, política y sanitaria a cuál más compleja, y todo lo que se les ocurre es hacerse mohínes de parvulario.
Luego hay comportamientos que no se entienden cuando cada día mueren cientos de personas por el Covid y que suenan con música de estadística, como la tabla de clasificación de la liga de fútbol. Los de Bildu dicen por boca de Otegui que apoyar los presupuestos tiene que ver con una inminente república, o “repúblicas”, ha especificado luego para dar más lustre. Me pregunto qué tendrá que ver. Los de Ezquerra supongo que piensan en unas acciones políticas que nunca podrá hacer el gobierno central, y así todos, hasta el punto de que Pablo Iglesias debe tener un calendario marcado para decir lo contrario que el presidente cada cierto tiempo establecido.
Así que, entre tanto personalismo y tanta contradicción, advierto que nadie se sienta libre de ser uno de los 26 millones de fusilados, porque esta gente primero dispara y después pregunta. Lo que ocurre en España es algo incomprensible, de ceguera colectiva y de irresponsabilidad política, porque solo hay que mirar a nuestros países vecinos (a algunos los seguimos mirando por encima del hombro) para sentir envidia, porque entienden la democracia como algo colectivo de gobierno y oposición y de lo que se trata es de sacar adelante el Estado. Pero España como entidad colectiva no juega esta partida, es un juego de señoritos ensoberbecidos y ciegos. Lo siento mucho, pero es que no consigo encontrarles lógica.