Ya se han encendido las luces navideñas, y la gente sigue su estela hacia los centros comerciales y las tiendas. Las terrazas acogen los brindis y existe la contradicción de ese «efecto llamada» a la Navidad y las advertencias sobre las reuniones familiares y de amigos. Hay un deseo innato de celebración, pero también esa sombra que genera miedos inconscientes mezclados con el deseo del abrazo.
Y en esa ambivalencia tendremos que vivir estos días, porque no va a pararse la vida, pero entre las luces, los árboles y lo belenes, se pone en marcha ese sentimiento especial que nos invade en esta época, y que muchos de nosotros no sabíamos que surgiría contra viento y marea. En la dificultad, nos hemos dado cuenta de lo entrañables que son estas fiestas, por mucho que llevemos décadas despotricando contra el consumismo, que mira por donde, es lo que mantiene funcionando la maquinaria de la sociedad.
La palabra que se impone es responsabilidad. Cada cual ha de serlo de sí mismo porque así también lo es de los demás. Ojalá seamos capaces de combinarlo todo y entremos en enero satisfechos de los afectos y con el cuerpo los más sano posible. Esta es una Navidad contradictoria, pero también es Navidad. Salud.
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