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¿Todo lo que se les ocurre es poner un tren?

 

Por lo general, el mapa de una gran catástrofe colectiva que siempre hemos tenido en nuestra mente es la de algo terrible que sucede de golpe, causa una enorme destrucción, se hace balance de los daños y se empieza la reconstrucción. Así son los terremotos, los volcanes, los huracanes o las inundaciones. Sucede, causa un daño vital o físico y hay que empezar a remontar. La excepción son las guerras, porque no son instantáneas, no tienen un tiempo previsto, sino una sucesión indeterminada de sufrimiento, miedo, muerte y destrucción sin calendario.

La pandemia generada por la Covid-19 no es una guerra, pero mentalmente funciona igual. Llevas una mascarilla como el que se calza un casco y un chaleco para que no te alcance una bala perdida. Es una forma de vida que nos mantiene todo el tiempo en tensión, salvo a aquellas personas que por razones diversas se empeñan en seguir haciendo el mismo tipo de vida que hace seis meses. Si no estaba claro que los humanos somos seres sociales, ha quedado demostrado en esta pandemia, porque dependemos unos de otros precisamente en un tiempo en el que se hace más complicada la comunicación.

Sabíamos que nuestra geografía insular y alejada no es ninguna ventaja, salvo, cuando en tiempos de bonanza se vende la imagen de Canarias como un paraíso. Pero en los paraísos también hay que comer tres veces al día, y si el territorio no es autosuficiente ya tenemos un problema. Pero de esos detalles hay una parte de la población que no parece darse cuenta. Canarias sigue siendo un paraíso, lo que pasa que hemos mordido la manzana de los monocultivos sucesivos y ahora resulta que, en tiempos de carencias, no podemos improvisar la diversificación económica. Desde hace años, se ha intentado un segundo aeropuerto, o el tren al sur de las dos islas capitalinas. Ahora, cuando vienen mal dadas, lo de los trenes parece que se les ha vuelto a meter en la cabeza a nuestros políticos. No lo entiendo, Canarias tienen que ir virando hacia una nueva economía, y poner trenes es seguir pensando en el turismo de masas, que es nuestra salida inmediata pero que no puede ser el futuro único posible.

Luego están las políticas del Gobierno Central, que es el responsable de un asunto tan delicado como el de las migraciones. Y mezclan churras con merinas al utilizar instalaciones turísticas como centros de inmigrantes. No es un problema de racismo, es imagen, que es el único que nos queda para los meses venideros. ¿Qué ha pasado con la promesa de que hay que repartir el peso de un fenómeno que afecta al Estado? Es verdad que, por humanidad, por pragmatismo y por eficacia todas las instituciones deben arrimar el hombro, pero lo que no puede ser es que Madrid se ponga de perfil cuando de verdad necesitamos que se pongan las pilas.

Ahora, cuando más restricciones y más normas hay, se expande el virus, sobre todo en Gran Canaria. Y esa es mala noticia sanitaria y económica, por lo ya expuesto. Vamos a ver si se materializa esa especie de promesa de hacer test a los viajeros, o lo de corredor sanitario que han mencionado los alemanes. Y la gente se ha quedado paralizada, sin respuesta social a tanto despropósito. Ojalá la vuelta a las clases presenciales en los centros educativos funciones de manera adecuada, porque ya no sabemos por dónde nos va a venir el siguiente problema.

Cruzo los deseos porque estoy convencido de que los niños pueden darnos buenas lecciones sobre disciplina social, y en este envite tenemos que implicarnos todos remando a favor, porque es muy fácil poner el grito en el cielo después de no mover un dedo para que esto arranque. Y de los políticos ya no sé qué decir, mueven ficha siempre tarde, y en las circunstancias actuales lo que se necesita es anticipación. Pero, claro, no hay más cera que la que arde, y es muy decepcionante.

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Pedro Lezcano, poeta, pero no sólo

 

Cuando nombramos a Pedro Lezcano salta inmediatamente su condición de poeta. Y lo era, de los más grandes que dio el siglo XX en Canarias, un poeta aparentemente sencillo, pero de una profundidad machadiana. Su obra poética es esencial en la historia de nuestra literatura, aunque se da la paradoja de que la obra que se hizo más popular fue el archiconocido Poema de la maleta, que académicamente no es exactamente un poema, aunque tenga rimas y ritmos poéticos. Se trata de un monólogo teatral cuyo mejor actor y director fue él mismo, levantando a las masas cuando lo interpretaba. Porque hay que interpretarlo, como toda obra dramática. Luego hay opiniones sobre a quién iba dirigido ese discurso, pues aparenta una cosa y puede ser otra u otras, porque ya dije que en la sencillez de Lezcano se colaba esa doble y triple lectura de su obra.

Está claro, Pero Lezcano era un gran poeta, y esa vertiente de su vida hizo que quedaran en segundo plano otros talentos que también desarrolló, pero ya tenía la etiqueta, “poeta y solo poeta”. Sin salir del mundo de la literatura nos dio obras dramáticas del peso de La Ruleta del Sur, y un corpus cuentístico donde están algunos de los mejores cuentos escritos en esta islas. Perfectamente podría estar en la historia de la Literatura Canaria con grandes letras solo por sus cuentos, como Antonio Bermejo o el primer Víctor Ramírez. Pero no, es poeta.

 

También se internó en distancias más dilatadas, novelas cortas que se mueven entre la didáctica, la ecología, el futurismo y una imaginación desbordada; y al fondo, como siempre, una filosofía de vida que está presente en todas las cosas que hacía. Me refiero a dos títulos tan luminosos como Diario de una mosca y La rebelión de los vegetales. Con esto dos textos tengo una historia personal, que vuelve a ser paradójica. Por distintos avatares, fui el editor de estas obras, en una situación curiosa, donde el impresor era él, pero yo controlaba la edición. Verme en esta tesitura me impuso mucho respeto, porque iba a editar a uno de los editores más experimentados de la isla, pues por su imprenta pasó buena parte de la mejor literatura que se escribió durante décadas. La sorpresa es que jamás puso la menor objeción, ni siquiera usando esa sutil ironía en la que era, una vez más, un maestro. Supongo que lo suyo, en este caso, fue generosidad.

 

Fuera de las letras y valiéndose de ellas, compuso un manual de ajedrez que sirvió para que miles de niños y niñas -no solo de Canarias- aprendieran los rudimentos básicos del juego-ciencia, que él practicaba al nivel de Maestro de Ajedrez que era, por lo que, aparte de la literatura, alcanzó  la excelencia en muchas disciplinas, sin olvidar sus grandes conocimientos como micólogo y naturalista. Es decir, Pedro Lezcano fue un hombre diverso que alcanzó el primer nivel en cuando emprendía, pues fue un gran deportista en la práctica de la pesca submarina y no podemos obviar su gran actividad teatral como actor, director y adaptador, que permitió que en las tablas canarias se pusieran de pie obras contemporáneas de gran relieve, labor en la que contó con la colaboración y la entrega de familiares y amigos, dando luz a una época en la que había que navegar contra corriente.

 

Luego está el Pedro Lezcano político, que ejerció intensamente durante un largo período, desde posiciones que rimaban con su manera de ver el mundo, aunque la realidad política es complicada y a veces no pudo hacer todo lo que hubiera deseado. Pedro Lezcano, llamado solo poeta, fue un hombre del Renacimiento, pues también se acercó a las artes plásticas o la música, que alrededor de sus poemas merodeó con el grupo Mestisay; había pocas cosas que no despertaran su curiosidad y en las que entró con niveles muy por encima de mero aficionado, aunque su manera de ganarse el sustento la mayor parte de su vida fue la de impresor, en tiempos de cajas, linotipias y elementos que nada tienen que ver con las actuales formas de imprimir.

 

Mi relación con él fue un Guadiana, siempre con intensidad, y como debía saber que la ironía es un territorio que no me es ajeno, la utilizaba conmigo a fondo, siempre con esa media sonrisa y esa voz de seda pero muy poderosa que tanto admiraron quienes lo vieron actuar, lo escucharon recitar o simplemente hablaron con él. Pedro Lezcano, poeta, sí, pero no solo poeta. Cien años después de su nacimiento es importante que se vaya sabiendo.

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Carta a Pinito

 

Señora María del Pino de Teror:

En estos días de septiembre, la isla de Gran Canaria (y otras islas aledañas) tienen por costumbre caminar hacia la Villa de Teror; ese camino, real o metafórico, se materializa en distintos actos y en diversas formas de mirar. Porque no todo el mundo ve, siente y piensa lo mismo, pero Teror está ahí. Para muchos, es usted la madre de un Dios omnipotente que escucha las peticiones que le traslada de sus peregrinos; para otros es una talla de madera que representa a una mujer que se apareció a los aborígenes entre las ramas de un pino. Para los descreídos es una tradición que forma parte de la cultura secular de una isla. Para mí es usted Pinito, como la llamaban las mujeres de mi ascendencia, una referencia de más de medio milenio de historia colectiva, y que ha estado presente en la memoria de los grancanarios, que repiten su imagen en Venezuela, en Cuba o cualquier parte del mundo cada 8 de septiembre.

Y le escribo hoy porque hay miles de personas que este año sienten la propia ausencia frente a usted, aunque solo sea a través de la pantalla de un televisor que emite su romería. Es algo que va más allá de las creencias, porque su imagen, hoy siempre cubierta por mantos bordados para cada ocasión, no es la primera que vieron en el pino, pues aquella desapareció (dicen que alguien la robó) y fue sustituida por una talla de la escuela sevillana, tan de moda en el siglo XVI. Esa talla lleva ahí 500 años, varias docenas de generaciones de canarios y canarias que han creído que es la madre de su dios, o que piensan en abstracto que es la representación de algo más poderoso que nosotros, o que simplemente es el vértice en el que confluyen tiempo y espacio de millones de canarios durante siglos. Solamente por eso, conociendo la energía de todos esos pensamientos concentrados en esa talla sevillana de Teror, no puedo considerar que sea un simple trozo de madera.

Esa madera fue tallada por fuera por unos escultores hispalenses, pero en los nudos de esa madera están impregnados miles de pensamientos, sentimientos, costumbres, alegrías y también decepciones de mucha gente. Pinito ha sido testigo de otras epidemias, de guerras, de sequías terribles, de la emigración dolorosa de miles de canarios, y también de asuntos aparentemente tan banales como un ascenso de la UD Las Palmas y de la alegría que cada día 7 de septiembre reúne a los romeros en la hermosa plaza de Teror.

Por ello, hoy me he acordado de usted, que me trae la memoria de mi madre, caminando descalza para cumplir una promesa por un favor que se cumplió. Aquellas madrugadas en las que los caminos reales eran un desfile de hachones, linternas y luces de carburo, que se apagaban con el amanecer justo a la entrada de Teror. Todas esas ilusiones, esa fe de unos y la esperanza de otros por si acaso florecen cada 8 de septiembre. Sé de gente que no es creyente y que sin embargo se presenta en Teror a saludarla cuando tiene un hijo, cuando ese hijo le da una alegría o simplemente cuando cambia de coche, cuyo primer viaje es siempre a Teror. Eso no es religión, es tradición, pero ambas se mezclan cuando se la nombra a usted.

Y no le ocupo más tiempo. Soy de los de la esperanza por si acaso, porque hay mucha energía en esa talla sevillana que siempre nos mira desde Teror. Es parte de nuestra memoria colectiva, pero más de la memoria de los sentimientos. Supongo que, a estas alturas, ya habrá deducido que, como miles de habitantes de esta isla, le pido que ejerza esas energías para que nos ayude a salir del lío en el que estamos. Es lo que le pedirían hoy mis bisabuelas, mis abuelas y mi madre, pero como ellas no están le traslado su petición, porque ellas, como usted, querían el bien de los suyos.

Así que, Pinito, ya pasaré a saludarla en cuanto sea posible hacerlo sin aglomeraciones. Feliz Día del Pino.