Aunque ya está muy manido el título de la película de Spielberg Encuentros en la III Fase, no me resisto a utilizarlo porque viene al pelo del actual momento. Entramos en una fase en la que dependemos en un porcentaje muy alto de nuestra responsabilidad para convivir en medio de una situación que llaman nueva normalidad. Hay normas sobre distintos aspectos, pero lo básico es que hay que evitar a toda costa contagiar y ser contagiado, porque es la única manera actual de mantener a raya el virus. Lavado de manos, distancia física y mascarilla allí donde no es posible mantener ese espacio y evitar aglomeraciones.

Se puede entender que en los transportes públicos se produzcan situaciones indeseadas, pero que no sería terribles si cada cual hiciera lo que está estipulado, pero en el asunto de las terrazas, y ahora en los locales de ocio nocturno, es necesario mantener el tipo para cumplir las normas, y ya sabemos que a la segunda o la tercera copa hay mucha gente que pierde el norte, y me imagino que en esos locales donde se juega con las luces y las sombras no es tan sencillo saber dónde está la siguiente persona, a no ser que se haga la luz total y esos juegos lumínicos desaparezcan y las salas sean un gran espacio iluminado. Esas y otras situaciones requieren de una gran responsabilidad, tanto de los locales como de quienes acuden a ellos.
Otra opción es que los responsables sepan cosas que nosotros ignoramos, y los que nos hacemos preguntas en realidad lo que hacemos es aplicar lo que nos dijeron hace un mes, o dos semanas, y que entonces era muy peligroso. ¿De repente, reunirse un grupo de personas alrededor de una mesa no tiene el riesgo de hace unas semanas? Porque las autoridades pueden tratar de controlar playas, paseos y establecimientos públicos, pero una reunión en una azotea o en una casa particular está al albur de quienes allí acuden. Nos decían que no había que tocar nada, pero ahora vemos que la gente se sienta en los bancos del parque. Es decir, me parece muy bien que aprendamos a convivir con un enemigo invisible, pero llamo la atención de que sigue ahí, tal vez con menos carga vírica, pero que sigue contagiando, y en estas condiciones reducir a cero esos contagios sería tanto como acabar con la pandemia en dos semanas, pero eso no está sucediendo.
Y luego está el debate de los guantes, con defensores y detractores, y la conclusión es que es son útiles en determinadas circunstancias pero que en otras se convierten en transmisores. Pero no están claras cuáles son estas situaciones, y ante la confusión cada cual actúa según su criterio, que puede ser acertado o erróneo, dependiendo de lo que haya escuchado o leído. Luego contrastan nuestras dudas con la seguridad que exhiben los políticos y empresarios sobre el turismo, la apertura de corredores fronterizos y el optimismo moderado que quieren transmitir en general, seguramente porque las caras visibles del liderazgo tienen que dar impulso.
Supongo que, hasta los más temerarios, tiene su corazoncito, y ese es el que va a funcionar como recordatorio de que el error de una persona puede perjudicar a otras e incluso a colectivos, y no solo en la salud. He oído que un alto porcentaje de la población va a necesitar ayuda psicológica para asimilar todo lo que está sucediendo. Tal vez sea así, pero es seguro que la lección ha sido muy dura y muchas cosas cambiarán. Siempre se ha dicho que lo que no ocurre en décadas puede ocurrir en un instante. Ya lo hemos visto, el deseo es que haya otro instante en el que todo vuelva a cambiar para bien. Hay muchas dudas, pero también la certeza de que el día de hoy existe. Buena semana.