Esta mañana estuve con mi amigo Felipe Landín, que es un hombre sereno y reflexivo, que trata siempre de valorar las cosas con mesura, actitud que se agradece en estos momentos, cuando abundan y hasta se promueven las exageraciones. Quedamos para dar un paseo mientras hablábamos; hay una amistad de muchos años, que también se cimenta en el amor común a la literatura. La mascarilla y la distancia física no fueron obstáculo para que fluyeran la conversación y los afectos.
La idea era intercambiar libros, y así lo hicimos. Algunos cambiaron de manos, pero en el diálogo entraron otros que no comparecían pero sí estaban en nuestra memoria. Con Felipe, la literatura es total, pero siempre acaba cayendo del lado de la poesía. Entre los libros presentes y ausentes, hablamos de Habitación 241, de María Jesús Alvarado, los poemas que Noel Olivares dedicó a Teca Barreiro, Yo quería un placer de Ángela Ramos, libros estos de la colección Puentepalo, en la que figuran otras voces poética importantes. Y, claro, de otras cosechas entraron en este ateneo callejero Bahía Boríquen, Té Matcha y Voces, las más recientes entregas poéticas de Antonio Arroyo, Santiago Gil y Pepe Junco respectivamente. Por un momento, la poesía hizo que nos olvidáramos del presente, y porque la mayoría de quienes escriben esos libros también están en el círculo de la amistad. Al despedirnos, Felipe dijo que en esta etapa hay que ser cuidadosos y valientes, que curiosamente fueron las mismas palabras que, minutos más tarde, pronunció el también amigo Pepe Orive cuando nos cruzamos en un paso de peatones. Y tampoco es tan sorprendente esta coincidencia porque Pepe y Felipe son dos personas inteligentes. Sigamos su receta.
Hablar en directo con un amigo te da fuerza, aunque también valoro las conversaciones telefónicas o el intercambio de mensajes por medios tecnológicos con otras personas muy queridas. Los afectos se perciben de muchas formas, y estoy convencido de que en el futuro les daremos la importancia que han tenido y tienen, en estos meses tan difíciles, las palabras de quienes amamos y nos aman. El formato es lo de menos. Y como diría Bogart, siempre nos quedará la literatura.
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