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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 15: Vitamina D (29/03/2020).

 

Acaba de entrar el horario de verano, ese que nos descentraba durante una semana y que ahora no sé cómo va a afectarnos, aunque una psicóloga decía en la radio que precisamente por el confinamiento los efectos serán mayores, por lo que deberemos ir rodando los horarios paulatinamente. Esta es la única ventaja que tenemos, que nosotros marcamos los horarios. Y hablaba del horario de verano aunque es primavera, estos días ha llovido y no hemos podido disfrutar de la ansiada lluvia, pero también hay ratitos de sol que, según la orientación de los pisos, puede entrar por la ventana de los urbanitas. Hay quien tiene terraza y por el contrario habrá viviendas en las que no entra el sol. Pero si tenemos esa rendija, ese sol que entra es oro puro, porque el cuerpo lo necesita. Ahora que todos oímos campanas sobre cualquier asunto, sabemos la importancia que tiene el sol para sintetizar la vitamina D. Esos minutos en los que entra por nuestra ventana debemos recibirlo como se merece.

Desde que empezó esta cuarentena, he evitado hacer juicios de valor sobre actuaciones, decisiones y responsabilidades. Para enjuiciar con criterio, hay que tener información fidedigna, y con la que llega por lo medios y la catarata de las redes sociales resulta imposible separar el grano de la paja. Ante un asunto de estas dimensiones, que tiene ocupadas a las personas que más saben y a las que más pueden, lo mejor es esperar y tratar de seguir adelante sin perder los nervios. Llegado el momento, cuando se sepan todos los detalles y las motivaciones de cada uno de los pasos que se han dado, deberán hacerse las valoraciones, y si ha habido responsabilidades más allá de los errores humanos, que caiga quien deba, sea tirio o troyano. Esto no quiere decir que no entienda el enfado y la crítica, que precisamente la libertad de expresión debe ampararlos, pero yo prefiero pensar que todos los que han tenido y tienen que tomar decisiones lo hacen con los asesoramientos científicos necesarios y de buena fe.

Así que, me dispongo a pasar un domingo lo más apacible que pueda, y a ver si aprovecho unas recetas de cocina que me envió un amigo para tratar de hacer algo distinto, aunque seguramente faltará algún ingrediente, pero como decía mi madre, en tiempos de guerra no se oye misa; degustaremos la supuesta exquisitez aunque le falte esa especia que le da el punto mágico. El caso es seguir adelante y sobre todo no se olviden de pillar unos minutos de sol si tienen esa posibilidad. Buen domingo.

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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 14: Tenerle miedo al miedo (28/03/2020).

 

Decía el poeta popular argentino Buenaventura Luna en sus Sentencias del Tata Viejo:

“…Ha de saber el mortal

con ocasión de un enredo

no tenerle miedo al miedo

que más miedo le va a dar…”

El miedo es probablemente el arma más poderosa que existe. No tengo la preparación ni la información para pontificar sobre las decisiones que se están tomando, pero sí que me llama la atención la facilidad con la que hemos renunciado a muchos de nuestros derechos fundamentales, y para ello no se han necesitado medidas de fuerza, ha bastado simplemente el miedo. Luego está el debate de si son adecuadas las medidas, si se quedan cortas o si se han pasado. Ponen los ejemplos de países asiáticos fuera de China, como Corea del Sur, Japón o Singapur, que están remontando esta crisis sin parar la economía pero sí con un control absoluto y digitalizado de los contagios. En ese sentido, está claro que estos países van por delante. Por lo tanto, al miedo añadimos la confusión, y la luz que vemos es la insistencia de los responsables en decir que esto pasará. Es un mantra que nos repetimos para conjurar el miedo.

Lo que más pesa y más miedo da es que está muriendo gente, y parece una especie de mensaje tranquilizador cuando dicen que la mayoría de los fallecimientos corresponden a personas de edad avanzada o con patologías previas. Posiblemente sirva de respiro a la mayoría, pero me parece de una crueldad tremenda. Es una obviedad que las personas mayores son más frágiles porque tienen un organismo cansado, así como aquellas más jóvenes que tienen algún padecimiento grave o crónico. Por lo tanto, son más sensibles a cualquier situación que entrañe riesgo, aunque solo sea ponerse en corriente entre ventanas. Ya se sabe, no hace falta repetirlo una y otra vez.

Han muerto personas célebres o muy populares, y aunque solo sea por unos segundos se pone atención a su partida, pero también mueren centenares de personas anónimas, que solo son números en el parte diario de bajas. De esas personas me acuerdo constantemente, porque la mayor parte fueron madres, padres, abuelas o ciudadanos que arrimaron el hombro para construir esta sociedad que esperamos volver a disfrutar. Tienen familiares que ni siquiera han podido despedirse como mandan nuestras costumbres culturales, y ya dicen los psicólogos que ese será una secuela añadida para quienes han tenido que llorarlos a distancia. Esas personas desaparecidas en tropel merecen un gran homenaje, porque cada una de ellas tiene un valor infinito; su gran mérito ha sido el de hacer lo que era correcto, con el único objetivo de una vida digna para su gente. Esa memoria será una de las cosas importantes que tendremos que hacer en cuanto sea posible.

Buen sábado. No tengan miedo, pero sigan cuidándose, por favor.

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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 13: La ventana indiscreta (27/03/2020).

Antes que nada,

¡Feliz día mundial del teatro!

Ayer fui a reponer la despensa; eso sí, debidamente protegido. Tengo que decir que en el supermercado al que suelo ir se cumplen rigurosamente las normas, y encuentro alimentos bajos en sal, sin gluten y sin lactosa. Me pregunto si eso lo tienen en cuenta todos los comerciantes de la alimentación, porque hay personas que son celíacas, diabéticas o que tienen alergias o intolerancias a determinados alimentos y es necesario que puedan acceder a ellos. De paso, debe servir para que las autoridades recuerden que estas personas puedan alimentarse debidamente sin correr ningún riesgo sobre sus padecimientos crónicos y den instrucciones al respecto, si es que ya no las han dado. Es ocasión para agradecer a las personas que trabajan es esos establecimientos la labor que están haciendo, que en estos momentos exige un gran esfuerzo físico y mental. También merecen un gran aplauso.

Por otra parte, cuando miro de noche hacia la calle, veo el edificio de enfrente, con las ventanas iluminadas. En algunas hay movimiento de personas que pasan hacia otro lugar de la casa, en otras solo luz. Y me viene la imagen de La ventana indiscreta, la película de Hitchcock basada en la novela de Cornell Woolrich. Un edificio que siempre ha estado ahí y por el que nunca he sentido la más mínima curiosidad es ahora motivo de mi atención, algo nuevo, imaginar las vidas de quienes pasan unos segundos por una ventana iluminada, y reincido en la idea de que vivimos encerrados en nuestras vida y sabemos muy poco de quienes forman parte de nuestro barrio, de nuestra calle, incluso del edificio en el que vivimos e ignoramos casi todo de la mayoría de nuestros vecinos. Paradójicamente, ahora que estamos encerrados, caemos en la cuenta de esa gente que hace su vida a escasos metros de  nosotros.

De todas formas, ese edificio, hoy hitchconiano, no me ha dado, de momento, motivos para armar una historia; si acaso para imaginar las vidas de algunas de las personas que ahí habitan, y desde luego, la realidad de la sonrisa de la niña que cada tarde aplaude desde una de sus ventana. Por imaginar que no quede, porque lo verdaderamente interesante de La ventana indiscreta era la historia de Grace Kelly y James Stewart, y esa historia, afortunadamente, no está en el edificio de enfrente. Mientras echamos de menos aquello que nos parecía aburrido, sigamos imaginando hasta que alcancemos la realidad viva que esperamos.