Una sonrisa navideña

 

Como llevamos una temporada con asuntos muy serios y encima no nos ha tocado  la lotería, incido en algo tremendamente profundo que es el testamento vital renovado de mi amigo Siberio. El tipo maneja bien la guitarra de asaderos (chuletada en Tenerife), que es un género, como el flamenco, el rock o el pop, pero que es tan sublime que los contiene a todos. Siberio es un artista en su territorio, no hay género que no aborde, sea ranchera, blues, la sambita andariega, las viejas canciones de Los Brincos o lo que le echen. No es un virtuoso, pero cada vez se le quedan menos notas atrás. Y no canta mal; bien tampoco, pero es la locomotora. Y ahora que le abruma la cifra de años que ha cumplido, no quiere que su velatorio y entierro lo organicen otros. Por ello, hace unos años, me envió sus instrucciones, que yo publiqué para que quedara constancia. Como ha pasado un tiempito y sigue vivo, ha hecho algunas modificaciones. Ahora queda así:

«Que celebren el velatorio con una parranda en la Asociación de Vecinos, y que encarguen el taperío al bar de Toribio, que cada día hace mejor las carajacas.

Que en el tenderete cante el bolero La barca su prima Ornelia, que afina de aquella manera pero pone mucho sentimiento, y que la cierre Feluco el Majorero con Pálida luna del mes de enero, que la cantó muy bien el día que fue a La Bodega de Julián.

Que ni se le ocurra aparecer por allí a Rosendo el mecánico, que toca la guitarra solo en dos tonos y a contrapié, como Pablo Iglesias cuando se arranca por Javier Krahe, y es un cenizo porque siempre se le parte la cuarta y no lleva cuerda de repuesto.

Que subasten las flores y las coronas. Con el dinero recaudado, deben comprar una barbacoa nueva, coño, que da pena ver cómo está la vieja, y ahora las hay baratas en Carrefour.

Por último: que en el cementerio suene Sombra del Nublo, cantada por Alfredo Kraus (ya está bien de aficionados), pero que lleven un aparato que sirva, o un móvil con altavoces de esos que tiene la gente nueva, porque el radiocassette de Indalecio estuvo bien en los setenta, pero es que ahora suena como un cacharro de pimentón».

Y aquí queda su voluntad. Es de esperar que, si alguien de los mentados estira la pata antes que él, Siberio hará los cambios necesarios en el futuro, porque, como él mismo dice, no es urgente, siempre habrá tiempo de morirse y nunca está de más una guitarra.

¡Feliz Navidad!

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