Cumbre del Clima de Madrid, pero menos
La cumbre chilena del clima que se celebra en Madrid está quedando muy espectacular. El escenario podría albergar cualquier evento para ser visto por televisión, pues podría confundirse su aspecto con cualquier Fitur, con chiringuitos en los que se hacen fotos los concejales mientras degustan jamón de Salamanca o bizcochos de Moya. Los dirigentes acuden vestiditos de domingo y sonríen a las cámaras. Qué bella estampa ver a esos presidentes o primeros ministros lanzar discursos bucólicos y ecologistas, después de atravesar un océano en avión especial propulsado por turborreactores. Parecen no haberse dado cuenta de que las máximas autoridades de China, Rusia, Francia y estados Unidos no han podido cuadrar su agenda para acudir a una cumbre donde se supone que va a tratarse la supervivencia del planeta y en consecuencia de la especie humana. No juegan el partido los dueños del balón, dirigentes de países que por su potencia industrial son los que más contaminan, aunque es verdad que algunos han enviado a sus lugartenientes, no vaya a ser que se lo tomen en serio y haya acuerdos no controlados por imprevistos.
Para discursos, el de nuestro presidente, que tiene un talento especial para hacer amigos. Inflamado de gozo porque va a salir en la televisión de 196 países, se lanza a la yugular de cualquiera a quien tendrá que pedirle algo muy pronto. Con un estilo imperturbable y una mano para el capote que ya hubiera querido Chicuelo, ha dibujado una chicuelina en el ruedo y ha dejado como fanáticos a algunos de los dirigentes con los que España tiene que sentarse a negociar acuerdos comerciales. Los cronistas taurinos no saben si es valentía, torpeza o locura, el caso es que la Cumbre del Clima sirve de ruido para que se despachen a gustos dirigentes, contaminadores atmosféricos y activistas. Unos mienten arrogándose hechos que son justo lo contrario de los que han perpetrado, otros –siguiendo el ejemplo de Sánchez- tiran pedradas verbales que habría firmado Camilo José Cela y la mayoría dicen lo que ya hemos dicho y oído en cientos de conversaciones privadas cuando tomamos café. Sabiendo que el año que viene se celebrará la COP26 en Glasgow, a la que seguro que irá hasta Trump aunque esté en elecciones, que nadie espere gran cosa de la de este año, que al fin y al cabo estaba pensada en Chile como preparación de la de 2020, y que ahora se celebra en Madrid más que nada por aprovechar las instalaciones tan aparentes que tiene, y para redundar en la retórica de la Madre Patria en la que ya no cree ni la madre ni la patria.
Y luego Greta. Ha venido en catamarán desde América; atravesó el Atlántico y desembarcó en el puerto de Lisboa, testigo de regresos heroicos en tiempos de conquistas y descubrimientos. Greta Thunberg enfiló el estuario del Tajo saludando como Bartolomeu Dias, Vasco de Gama o Pedro Alvares Cabral después de sus gestas por dos océanos y tres continentes. ¿Qué ha descubierto, conquistado o denunciado Greta con respecto al clima que ya no denunciaran otras voces? Debe ser que llega más la básica protesta infantil –como ya ocurrió con la niña de 12 años Severn Suzuki en la cumbre climática de Río de Janeiro en 1992-, que los documentados discursos de Jacques Cousteau, Dian Fossey, Rachel Carson, César Manrique o Rodríguez de la Fuente, que vienen sonando en el desierto interesado del capitalismo desde hace treinta, cuarenta o cincuenta años. Ya veremos cómo hasta de un movimiento que teóricamente va contra la explotación suicida de los recursos van a sacar partido los de siempre. El problema no es Greta Thunberg, son quienes se valen de ella para armar ruido mientras vuelven a darle cuerda al mecanismo de ganar dinero. Greta es solo una adolescente que actúa de buena fe, por lo tanto merece respeto; quienes la utilizan no.
De manera que La Cumbre chilena del Clima de Madrid ese exactamente eso, un quedar bien general, una facturación importante de los grandes medios de comunicación y un lavadito de cara en espera de lo que se decida en Escocia el año que viene. Desde el punto de vista medular –la emergencia climática del planeta- será un stand by para que lo que se acuerde de importancia lleve el sello del Reino Unido, del mundo anglosajón, que con Brexit o sin él sigue marcando el paso. No en vano los fundamentos del capitalismo fueron enunciados hace más de dos siglos y medio por Adam Smith, un escocés de Glasgow. Lo siguiente será facturar con el culebrón turco, la elección del mejor huevo frito del año o lo que sea que dé audiencia. El Barça-Real Madrid, por ejemplo. ¿Y el planeta? Ya, si eso, se verá el año que viene en Glasgow.