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La caja de bombones de Jonathan Allen

(A propósito de la novela  Los que leen)

Pocas veces he presentado una novela tan peculiar como Los que leen. No debiera sorprenderme, porque acercarse a la obra de Jonathan Allen es como escoger en una caja de bombones surtidos, nunca sabes qué sabor va a tocarte. Esto que digo podría interpretarse como algo negativo, porque se supone que un autor alcanza su estilo cuando su escritura es reconocible, pero esta idea suena muy recurrente porque en realidad no significa algo concreto.  Pensamos que hay unas constantes que se repiten  en ese escritor y que son las que determinan su singularidad, pero a menudo se confunde esta afirmación con la idea de que suele acercarse a los mismos temas, se mueve en los mismos ámbitos o se enreda en las mismas obsesiones.

También se suele llamar estilo a una manera especial y propia de escribir. Creo, sin embargo, que nada de lo que he mencionado determina a un autor, y eso que llamamos estilo es en realidad un concepto tan resbaladizo que resulta muy difícil de concretar. ¿De qué le sirve a Kafka su manera especial de usar de la lengua alemana cuando es traducido? El estilo, si es que existe como elemento diferenciador, es precisamente algo indefinible que se produce cuando percibimos el pálpito personal de quien escribe. Es la confluencia de la escritura, quien escribe y quien lee en una especie de acto mágico. Continuar leyendo «La caja de bombones de Jonathan Allen»

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Las flores antes del funeral

Por Emilio González Déniz

El buitreo periodístico, que es ya lo habitual, ha ido estos días como la seda. Si normalmente tienen que hurgar en entelequias imposibles para montar buen espectáculo, esta semana los difuntos notorios y los juicios mediáticos han facilitado el trabajo, porque empieza en Almería el juicio por el asesinato del niño Gabriel Cruz, que tantas horas de audiencia facturó hace unos meses cuando ocurrió la desgracia. El juicio es magnífico para debatirlo desde diversos ángulos. Teniendo en cuenta la personalidad de la única acusada, ya se oyen cantares de sirena que hablan de xenofobia, racismo, antifeminismo y no sé cuántas lacras más, que pueden o no darse en este caso, pero eso es lo de menos, lo importante es armar ruido, y las circunstancias que concurren son muy propicias para sacar banderas.
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El fascismo es el rey del disfraz

Aparece con demasiada frecuencia la palabra fascismo en acusaciones con claro matiz electoralista, y tengo la impresión de que se usa muy a la ligera, porque el significado de esta palabra es tan atemorizante como confuso. Y hay que tener cuidado porque puede esconderse muy bien, aparentar ser otra cosa, y es así desde que el término surgió en la Italia de Mussolini, y se completó la tripleta histórica con los nazis alemanes (nacionalsocialismo) y el régimen de Franco, que se escudó en unas siglas (FET y de las JONS) que supuestamente aunaban diversas corrientes pero que en realidad no aclaraban gran cosa. Es decir, el fascismo es de difícil definición, porque los tres mencionados son distintos entre sí, y cada uno evolucionó a su vez según necesidades. Luego ha habido otros regímenes que se han proclamado fascistas, pero en cada uno de ellos la doctrina tiene su propia línea, a veces incluso contraria a la de otros regímenes que supuestamente son de igual signo. Pero el fascismo puede aparecer hasta en posiciones que precisamente dicen luchar contra él. Es muy resbaladizo.

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