¡Pasen y vean, damas y caballeros, niños y niñas! No se confundan, este no es el mayor espectáculo del mundo, es el más fabuloso y genuino carrusel de atracciones, variedades y actuaciones jamás vistas una detrás de otra. Estos días han sido de una actividad artística extraordinaria: el ministro Montoro, sin red ni arneses de seguridad, a cuerpo libre, no solo desafía la ley de la gravedad de los tribunales que declaran ilegal su amnistía fiscal a los defraudadores, sino que en una exhibición de funambulismo cuenta chistes sobre zanahorias y burros elípticos. Rajoy ha tenido algunas actuaciones memorables, donde realiza un número único en el mundo: aporta unas palabras al azar y quien escucha las coloca a su antojo y puede formar la frase que le dé la gana.
Otros artistas hacen números de escapismo, de malabarismo y hasta de tragasables. Luego hay comedia, dimes, diretes, frases ingeniosas y altisonantes, payasos y fieras amaestradas. De todo. Y no hay que olvidar el fin de fiesta del miércoles 28, en el que artistas del presente y del pasado se han reunido en el palacio del espectáculo más conocido como Congreso de los Diputados (hay diputadas también, incluso una de ellas es la presidenta). Solo faltó el anterior jefe del circo, pero todo quedó muy bien, pues hubo metáforas de lealtades, separatismos varios y hasta silencios muy expresivos. Magnífico todo. Son unos artistas excepcionales, capaces de llenar horas y horas de entretenimiento de gran nivel. Si, además, dedicaran algún ratito a legislar y a gobernar ya sería la leche.
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