La enésima reforma educativa que ahora está sobre la mesa tiene, otra vez, una gran dosis de lampedusismo; se trata por lo visto de cambiar algo para que todo siga igual. Mueve a la risa el mensaje de Mariano Rajoy, en el que pide que no haya elementos ideológicos; y lo dice cuando la Iglesia Católica está pidiendo silla en esa mesa y la presencia de una religión -la suya- en el currículum escolar. Y es que, además, que un sistema educativo esté desprovisto de ideologías viene a ser como el pan sin harina o la sopa sin agua.
Cuando se diseña un sistema educativo se proponen unos objetivos y unos resultados, que siempre tienen que ver con la concepción de la sociedad que se pretende instruir, educar y construir. Si eso no es ideología… Y es que esa palabra tiene muy mala prensa desde disparaderos conservadores. Dan por sentado que una ley que tienda a perpetuar un sistema eterno con leves variantes es un documento técnico, pero si contiene asuntos contrarios a lo de siempre, aunque sean solo matices, entonces hay ideología, y la gente del orden de toda la vida pone el grito en el cielo y lanza su ¡vade retro! Parece una parodia que asociaciones conservadoras y hasta purpurados acusen al mismísimo Congreso de los Diputados de sectarismo y, cómo no, de que está muy ideologizado, porque entienden que su forma de pensar no contiene ideología alguna porque procede de conceptos tan arraigados como insondables. Ojalá me equivoque, pero si no hay cambios de actitud no creo que se llegue a un verdadero pacto educativo que persiga materializar los concepto de interés general que llevan casi cuarenta años escritos en La Constitución. Seguramente nos lo venderán como un gran logro, y gran parte de la población lo creerá porque hay altavoces muy convincentes, pero mientras se trabaje con cortinas de humo que lo que pretenden es eternizar las desigualdades, no avanzaremos. En un verdadero pacto, habrá que armonizar todas las pretensiones, pero, desde que tengo memoria, la ideología conservadora jamás ha cedido un milímetro. Una vez más, todo tiene un claro fondo económico. Lo de siempre.
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