Tal vez sea solo una impresión mía, pero la resaca de las elecciones del 26-J, que se me antojaba ruidosa, está sonando muy lejana, como si la gente estuviera anestesiada y ya le importara un pimiento ese juego repetitivo que se traen los partidos políticos. Hace unos meses, se veía como una gran catástrofe que se repitieran las elecciones, y ahora, cuando alguien dice que pudiera ser que los números parlamentarios nos encaminasen de nuevo a las urnas, nadie se lleva las manos a la cabeza. No sé si es pasotismo o resignación, pero el caso es que, de repente, esos grandes cambios que eran urgentes e inaplazables, pasan a un segundo plano y solo se oye hablar sumas, abstenciones y conveniencias partidarias. Con ironía, se comenta que es mejor estar sin gobierno, cuando eso no es verdad, porque, además del mucho trabajo interno que hay pendiente, hace falta que España aporte a la UE un gobierno con todas sus prerrogativas, porque también en Bruselas hay grandes desafíos.
Y quedaba la Eurocopa, pero han eliminado a España y el interés baja muchísimo, porque no consigo entender qué tecla es la que se mueve en este o aquel futbolero para que quiera que gane un país u otro. Está también el romanticismo de que Gales o Islandia pudieran dar la campanada, pero eso seguiría siendo siempre un mero partido de fútbol. Así que, ya solo faltaría que el Congreso, una vez constituido, tomase vacaciones. A estas alturas puedo creer cualquier cosa. De manera que espero que todo sea una sensación de verano cansino y pegajoso, y que todo el mundo sepa qué es lo urgente, lo importante y lo conveniente.
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