Pongamos que dos personas (A y B), con conciencia colectiva y voto progresista toman un café en un bar mientras Mariano Rajoy comunica que va a someterse a una votación de Investidura (da igual qué ambigüedades utilice, la Constitución es clara, sí o sí una vez ha aceptado el encargo). Ante este hecho, ambas personas expresan y confrontan sus opiniones:
A.- ¡Magnífico! Es una oportunidad de oro para hacer política desde la oposición.
B.- Es que no va a haber oposición, el PSOE tiene que votar en contra; no puede abstenerse y dejar que Rajoy siga gobernando.
A.- Se podría forzar otra propuesta de candidato, pero con el actual enconamiento de las posiciones…
B.- Es que una abstención del PSOE sería la puntilla, porque a ver cómo se explica a los votantes que se facilita un gobierno de un partido que es su otra cara de la moneda. No entiendo cómo dices que es una oportunidad de oro para hacer política desde la oposición.
A.- Si Rajoy para gobernar necesita la abstención del PSOE, quiere esto decir que no podrá hacerlo sin el respaldo del Parlamento en cada uno de sus pasos.
B.- Pero esa sería una catástrofe para el PSOE.
A.- Tal vez no, si se explica bien a la ciudadanía.
B.- No sé cómo.
A.- Ahora, cuando el PP llame, se le ponen sobre la mesa los grandes temas que hay que resolver y las reformas propuestas por lo que llaman las Fuerzas del Cambio, o como se diga. Eso es hacer política, lo de las mayorías absolutas ya es historia.
B.- Bueno, pero luego el PP puede hacer su política con los votos de Ciudadanos y los nacionalistas, y dejar al PSOE con tres palmos de narices.
A.- Entonces, ¿por qué diablos no le votan a Rajoy en la Investidura y dejan de marearnos? Es que este teatrillo ya no tiene gracia.
B.- Eso digo Yo.
Y se marcharon con la brisa fresca del atardecer. Mañana seguirán la conversación, y pasado, y el otro…
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