No sé si estamos abocados a resetear nuestro cerebro, porque cada día parecen más empeñados en que asumamos que ya nada será como antes. Zabalita, el personaje de Vargas Llosa en Conversación en La Catedral, se pregunta en el frontispicio de la novela en qué momento se jodió El Perú. Pues yo me hago esa misma pregunta, no referida a Perú, sino a todo. Tengo la sensación de que vivo en un planeta cuyas claves desconozco, es como si me hubieran cambiado las reglas del juego a mitad del partido. Y ya que hablo de partidos, por lo que veo en los medios, se ha inventado un nuevo campeonato que se llama Eurocopa, que consiste en reunir a los pirados más brutales de un país y enviarlos a ciudades francesas a pelearse casi a muerte contra otra horda de descerebrados con bandera distinta. Gana el que más heridos mande al hospital, y si alguno acaba en el depósito dan puntos extra. Por ahora va ganando Rusia, porque en su encuentro con los ingleses un británico no se despertó. En medio de estas exhibiciones de brutalidad y sinrazón, juegan partidos de fútbol para hacer tiempo.
También se ve en las redes una muestra de las nuevas tendencias de la humanidad y el respeto, pues un patán mostrenco y zafio increpa, insulta y casi agrede a una mujer porque a él no le parece bien que ella le dé el pecho a un bebé en un restaurante. En Gran Bretaña, metida hasta las cejas en la campaña sobre el Brexit, un cateto energúmeno y criminal ha asesinado a una joven, valiente y comprometida diputada laborista, y si ya es terrible que haya sido por iniciativa personal, más lo sería si este impresentable asesino fuese la punta de lanza de alguna organización neonazi y supremacista blanca. En España había bipartidismo, que por lo visto era algo malo/malísimo; vale, ahora hay polipartidismo y como unos se vetan a otros estaremos con un gobierno en funciones per secula seculorum. En otras circunstancias no me habría molestado tener el mismo presidente para toda la eternidad, pero es que yo falté a clase el día que dieron la lección de cómo soportar a Rajoy para siempre, en un angustioso día de la marmota. Dividamos otra vez las opciones, y tendremos ocho, y luego dieciséis y hasta treinta y dos, como las puntas de la Rosa de los Vientos. Y seguirá Rajoy cada día, diciéndonos cómo ha crecido el empleo, la ventaja de que seamos españoles y «mucho españoles» y aportando su gran sensibilidad al emocionarse con una alcachofa. En vista de que ya son puro realismo actual las novelas de Ray Bradbury, Orwell y Huxley, que me dijeron que eran de ciencia-ficción futurista, dudo entre si debo hablar con mi informático o con mi neurólogo (no sé bien) para que me instale una aplicación que me permita entender este nuevo sistema, o bien aguantar con el software humano de toda la vida y tratar de revertir la situación al estado de pensamiento para el que me diseñaron.
APOSTILLA: Lo que me hace dudar de si el cambio es asimétrico es que hay dos cosas que siguen funcionando como siempre. Una es que en Estados Unidos se tenga como signo de libertad la compra y posesión de armas de fuego aunque luego vengan dementes y maten a mansalva; otra, que la ultraderecha nacionalcatólica española se rasgue las vestiduras porque un fiscal haya abierto diligencias contra un cardenal porque pudiera estar pasando por encima de las leyes civiles en vigor, y ellos se consideran por encima de la ley. Si esto, que siempre fue así, continúa igual, ¿por qué no todo lo demás?
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