Como en la vieja canción Mis noches sin ti, tiemblo al pensar en los casi dos meses de ruido electoralista que se nos viene encima. Decía Einstein que si haces siempre lo mismo no esperes conseguir resultados distintos, y aquí parece que todo el mundo sigue machacando su yunque, porque no saben proponer otra cosa o tal vez con la esperanza de que se vuelva realidad el principio goebbeliano de que una mentira mil veces repetida se convierte en verdad. Ya estamos en precampaña, y es entre cansina y enloquecedora la lista de frases que una y otra vez venimos escuchando desde el 20-D. Ya son lugares comunes como «brillar por su ausencia», «marco incomparable» o ese que nos habla de algo «como Dios manda», y nunca nos dicen cuándo, dónde y a quién mandó Dios hacer una paella, bailar una polca o darse un baño de una determinada manera. Lean y verán que tengo razón:
Estamos en el buen camino. Vamos a conformar un gobierno de cambio. España necesita un gobierno constitucionalista. Es la hora de un gobierno transversal. Necesitamos un gobierno progresista. Es necesario crear la cultura del diálogo. Urge acometer la regeneración democrática. Reformemos la Constitución porque hay muchos españoles que no la votaron en 1978. La reforma de la Constitución no es una urgencia, nos ha servido durante más de 37 años. Hay que plantearse una nueva forma de relación entre los territorios que forman España. Hemos iniciado la desconexión con España. No vamos a permitir la secesión de un trozo de España. El mandato de los ciudadanos es claro: debe gobernar la lista más votada, que obtuvo más de siete millones de votos. Hay 15 millones de españoles que han pedido un gobierno de cambio. En nuestra fuerza política todo el mundo apoya el liderazgo actual sin reservas. En la mayor parte de los estados de la UE gobierna una gran coalición de los conservadores y los socialdemócratas. La gran coalición solo se da en poquísimos países de la UE.
De todas esas frases (no sé si ideas) la que resulta más enigmática es la de la regeneración democrática, una expresión que puede significar cualquier cosa, lo mismo que la lucha contra la corrupción o el interés general, algo evanescente que todos nombran pero que no definen porque seguramente son solo palabras. Si a esto añadimos las homilías de Anguita, Felipe González, Aznar, Zapatero y los líderes extranjeros, ya solo falta que un día de estos derrame sobre nosotros su magisterio el único pez gordo jubilado que no ha hablado. Y no lo descarto.
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