Precisamente hoy, en el que el 15-M es un mojón en el camino de la democracia, hemos sabido de la muerte de dos personalidades muy distintas, pero que pusieron su gota de agua en el océano de La Libertad, con mayúsculas. El primero, el gran pintor Pedro González, la defendió con su creatividad insumisa y un enorme talento artístico. Es una figura imprescindible en las artes plásticas del siglo XX en Canarias, que impartió magisterio plástico y humano, y cuando tuvo que bajar a la política real, lo hizo para regentar la ciudad de La Laguna, a la que ya tiene unido su nombre para siempre. Se ha ido silenciosamente, pero la noticia de su muerte ha sonado como un campanazo en toda Canarias, especialmente entre las personas que aman la libertad y admiran el talento y arte. Los medios destacan más su paso por la alcaldía lagunera que su inmensa presencia en el arte, aunque en las dos cosas no fue uno más, pues no hablamos de «un alcalde», sino de «El Alcalde» de una ciudad esencial en la Historia de Canarias.
Esta mañana también se ha sabido que el 1 de mayo falleció en su casa de Estepona la actriz francesa Madeleine LeBeau, que seguramente es conocida solo por gente muy cinéfila. Se da la circunstancia de que era la última persona del equipo artístico de Casablanca que aún vivía. Sobra decir el peso que tiene esta película en la historia del cine y en la memoria colectiva, es un fogonazo recurrente de la lucha por la libertad. Madeleine LeBeau es la chica que, con 19 años en 1942, guitarra en mano, encabeza el canto de La Marsellesa en una de las escenas más deslumbrantes de Casablanca. La película, sin quererlo, era su propia historia, porque ese tortuoso camino de la supervivencia vía Lisboa fue transitado por una Madeleine LeBeau casi adolescente huyendo de la Francia ocupada por los nazis. Su aparición en al papel de Ivonne es fugaz, pero le sirvió en una discreta pero solvente carrera cinematográfica, y además de la novia despechada de Bogart, sería más tarde una de las muchas mujeres que amó el personaje de Mastroianni en la película Ocho y medio de Fellini. Por lo tanto, desde hoy y para siempre serán dos iconos de la lucha por LA LIBERTAD.
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