La guerra nunca es la solución

El Islam es una religión que promete el Paraíso, como todas las demás, incluido el Cristianismo. Como tal religión debe ser respetada, puesto que todo ser humano se enfrenta a lo transcendente de la mejor manera que puede y entiende. Desde este punto de vista, no se puede criminalizar a todo el Islam por lo que está ocurriendo ahora. También hubo fundamentalistas cristianos, que hacían su guerra santa contra los infieles en Las Cruzadas, y no olvidemos que el franquismo, con la bendición de Pío XII, calificó de Cruzada de Liberación a la guerra civil española de 1936.

zFoto0622z.JPGDerrotar al fundamentalismo islámico es imposible, equivale a ir casa por casa en todo el planeta buscando terroristas, que pueden estar en Argentina o en Singapur. Hemos visto que atacar Irak no resolvió el problema, y meterse en Afganistán es siempre una trampa que no pudieron superar ejércitos tan poderosos como los de Gengis Khan a caballo o las divisiones acorazadas de la Unión Soviética. Pero a Occidente no se le ocurre nada mejor que las bombas, y ya hemos visto los resultados en Libia, Irak o Siria. Pero es que los norteamericanos están heridos en su orgullo desde el 11-S, una gran tragedia, porque fue en 200 años el primer ataque a su territorio continental. La última vez ocurrió a principios del siglo XIX, cuando los ingleses atacaron Washington y quemaron la Casa Blanca, porque lo de Pearl Harbour sucedió muy lejos, en Hawaii, y contra instalaciones militares. Nadie ganaría con una guerra abierta, que sería un enfrentamiento desigual y enloquecido. Si finalmente alguien aprieta el botón, el Lex Luthor disparatado de los cómics de Supermán será un angelito al lado de estos halcones y su cohorte de mandatarios europeos mudos. Yo no sé cuál es la solución, pero desde luego no es la guerra. ¿La justicia quizá?

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