Publicado el

La diligencia y el recado

Siempre me han llamado la atención algunas palabras que se usan para describir con una ambigüedad clamorosa una ocupación puntual de una persona. La impresión es que no se quiere decir claramente, y se envuelve en una espuma de misterio que los demás aceptan, porque nadie sigue indagando en busca de concreción. Cuando alguien ha hecho, hace o va a hacer algo que no se concreta, se emplea la palabra diligencia, que tiene un cierto porte porque remite a una gestión administrativa (así lo recoge una de las acepciones de la RAE), un acto de cierta importancia, que a veces la tiene porque es una firma en una notaría y otras no, pues se trata simplemente de pagar el recibo de la luz, pero siempre con papeles de por medio. recadosss.JPGUsar diligencia es como decir «he hecho algo importante y no preguntes más porque no es de tu incumbencia». Si nos fijamos bien, sigue teniendo cierta vigencia.
Me despierta también mucha curiosidad otra palabra que -esta sí- está en pleno vigor. Me refiero a recado, que en el diccionario tiene más de una docena de usos reconocidos, pues puede ser desde la provisión de mercancía diaria a un establecimiento hasta un mensaje, saludo o aviso que se envía a una persona por medio de un tercero (es evidente que no es lo mismo un recado de la mafia que otro de la muy cariñosa Tía Claudina). Y hay más acepciones que están casi en desuso y que nos dejan perplejos. Pero la que me interesa es la que se usa con el mismo significado y la misma advertencia de no seguir preguntando que diligencia, pero tiene otro cariz, porque en el recado no se evocan trámites administrativos; hacer un recado puede ser comprar una alcayata en la ferretería, pero cuando se usa la palabra se impide que quien pregunta sepa que vamos a colgar un cuadro porque no se le da más información. El recado a menudo incluye un encargo de otra persona para llevar, traer o adquirir, y puede ser un acto que indirectamente equivale a un mensaje que otro debe interpretar, como el que dicen los comentaristas que ha enviado el electorado a determinados políticos, que parecen no haberlo recibido y se inclinan más por el significado de diligencia, puesto que deben estar pensando en lo bien que va a quedar su nombre junto al cargo en el nuevo tarjetón que mandarán imprimir, o en los papeles que ahora destruyen en las trituradoras.

Publicado el

Carlos Pinto Grote, último de una época

Nos ha dejado Carlos Pinto Grote, posiblemente el último de una generación biológica que se movió en diversos frentes literarios y que tuvo en común el cultivo del respeto y la amistad ente escritores e intelectuales. Una muestra es la fraternal relación que mantuvo con el también poeta Pedro Lezcano, y con el doctor Rafael O’Shanahan, con los que tenía trato de hermano y discípulo respectivamente, porque Carlos Pinto también fue psiquiatra y como hombre sabio aprendía de los maestros. Ha sido el último en irse, pero esta vez no se apaga la luz, porque él y sus contemporáneos la encendieron para siempre en tiempos muy difíciles. En julio de 1996 le hice la entrevista que enlazo al final de este post, y es esclarecedor y al mismo tiempo muy triste ver que lo que él denunciaba, criticaba y proclamaba hace casi veinte años sigue igual; o peor. Adjunto la entrevista porque en ella queda patente su condición de abarcador de saberes y por lo tanto heterodoxo. Su presencia rabínica era el habitáculo de un hombre generoso y cultísimo, con un humor destellante y una libertad de pensamiento que no callaba nunca. Decía lo que pensaba aunque no fuese lo que de él se esperaba oír, y desde luego se puede estar de acuerdo o no con sus palabras, pero siempre admiré su sencillez y su manifestación de la libertad. Hubo otros encuentros y siempre era el faro que alumbra sin cegar, que prestaba la misma atención a un erudito que a un joven estudiante que también compartía mesa. Estas fotos que adjunto fueron realizadas por Tato Gonçalves, cómplice en aquella hermosa aventura de plasmar cien voces.
Carlos Pinto 222.JPG

Este es mi homenaje agradecido a un gran poeta y un gran hombre.
Descanse en paz, ya comparte eterna tertulia con sus amados
y admirados Pedro Lezcano y Rafael O’Shanahan.

Carlos Pinto 111.JPGEnlace de la entrevista que se cita: Carlos Pinto Grote 1996.pdf

***
Publicado el

Héroes de lo cotidiano

Ya huele a verano, que está a la vuelta de la esquina del junio que hoy empieza y vemos cómo se enfila el final de curso. En el mes de abril, Abel Martínez, profesor de un instituto de Barcelona, fue asesinado por un alumno que ya había agredido a otras personas y él trataba de evitar que continuase con su actividad violenta. El profesor hacía una sustitución y aquella era su última jornada, jugarretas del destino. Murió en acto de servicio, porque hacia un servicio a la sociedad, y un silencio vengonzoso cubre su memoria. Abel Martínez no se irá de vacaciones, nada sabemos de su vida, como si no hubiera existido; y sí existió, fue un buen hombre generoso que si hubiera tenido otra profesión habría sido recordado como un héroe. imagenaauuulll.JPGPero era solo un profesor de la enseñanza pública, actividad menospreciada en todos los estamentos porque no produce beneficios inmediatos, no se emiten facturas, ni se hace caja. Ha muerto y ya está, a otra cosa, ni siquiera parece haber servido para que se indague el por qué de esa violencia en las aulas. Daba grima escuchar aquellos días a los responsables educativos autonómicos y estatales proclamar que fue un hecho aislado. Pues no, por desgracia no es un hecho puntual, es la cotidianeidad que viven muchos profesionales de la enseñanza sin que nadie les haga caso, todo lo contrario, los desautorizan una y otra vez a la menor oportunidad. A raíz del reciente suicidio de la niña acosada en Madrid, da mucha pena que cualquier comentarista, que a menudo no sabe de lo que habla, derrame olímpicamente sus críticas sobre los profesionales de la enseñanza, que como los de la sanidad y otros empleados públicos son el parachoques de la violencia que quienes tienen blindajes, chófer y guardaespaldas dicen que es puntual, para no ocuparse de las razones por las que existe este clima, generado a menudo por sus actos irresponsables, interesados o las dos cosas. Por eso me acuerdo hoy de tantos profesores y profesoras que tan mal trato social reciben, y especialmente de Abel Martínez, que sí que es un héroe de lo cotidiano. Tristemente, en su caso, la metáfora se convirtió en trágica realidad.