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El refranero, el pan y la narrativa

Acaba de incorporarse una nueva voz narrativa, la de Jonás Meneses, que nos entrega su novela Salacot como carta de presentación, y les aseguro que es una buena carta. Siempre se ha dicho que, literariamente, Canarias es tierra de poetas y es una evidencia histórica; pero no solo de poetas, porque la narrativa está presente desde los albores de nuestra literatura, incluso incrustada en renombrados poemas épicos. El caso es que se suele dar como fecha de nacimiento de nuestra narrativa los años setenta del siglo XX, y aunque es cierto que desde entonces la narrativa (especialmente la novela) ha tenido una continuidad que antes no tuvo, ya hubo narrativa anteriormente, fueran fetasianos, regionalistas y de otras especies, pues narrativa escribieron Millares Torres en el siglo XIX y hasta el mismísimo Viera y Clavijo en el XVIII, sin olvidar a los cronistas y otros contadores de realidades o ficciones.
DSCNrt64080.JPGEn los setenta hubo una nómina razonable que necesitaba los dedos de las dos manos para contarla, en los ochenta bastaba un manco para contar las nuevas voces narrativas. A filo de esta década y la siguiente empezó a nutrirse el espacio literario de la narrativa y continuó en el nuevo siglo hasta el punto de que ahora mismo es una catarata. Los que siempre buscan cinco pies al gato dicen que hay demasiadas novelas, y yo digo que esa lluvia es un momento como nunca lo hubo en Canarias, que ha hecho decir a Juancho Armas Marcelo que «algo está sucediendo en las islas del sur». Jonás Meneses, como otras voces, acaba de llegar para quedarse con su Salacot (ya hablaré concretamente de esta novela), y cubre otra vertiente, porque si por algo se caracteriza esta época es por su rica variedad en géneros y registros. El talento, el trabajo y el tiempo irán conformando jerarquías, y también la suerte, que funciona para bien o para mal en todos los órdenes de la vida. En todo caso estamos bajo una persistente y copiosa lluvia literaria que sin duda se convertirá un mucho pan, y dice el refranero que por mucho pan no es mal año.

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Las paradojas son tozudas


F44oto0322.JPGPara tener sentido de la realidad presente nada mejor que conocer la historia. Es una paradoja, como la mayoría de las grandes verdades, y una paradoja es simplemente una verdad que no lo aparenta. Andamos metidos en superficialidades que consumen horas y horas de radio y televisión y ríos de tinta en los periódicos y revistas; la gran tragedia es que el Real Madrid ha perdido la capacidad de lucha y el Aleluya es que al Cordobés le han concedido la Medalla de Oro de las Bellas Artes (que sí, que no deliro, digo yo que será por filosofar a lo Juan Belmonte, que tampoco filosofaba). Y uno relee la historia, compara y se da cuenta de que estamos viviendo uno de los momentos más convulsos de los últimos decenios, hay acontecimientos embalsamados desde 1945 y otros desde 1918 e incluso aplazados desde el siglo XIX, que parece que tienen fecha de vencimiento y se precipitan a velocidades de vértigo. Las viejas heridas cerradas en falso comienzan a supurar, desde el Kurdistán hasta Crimea, desde Palestina hasta Cataluña. Y hay muchas más cosas que huelen a podrido, pero resulta que es un temporal de nieve lo que abre y cierra los telediarios. Y las paradojas son tozudas.

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Zarzas ardientes que hablan

Por alguna razón inexplicable, me han venido a la memoria estos dos episodios bíblicos que están en la base de la cultura juedeocristina:
En La Biblia (Éxodo, 3) Jehová se presenta ante Moisés en forma de una zarza que arde pero no se consume, y después de obligarlo a descalzarse por estar en tierra sagrada le dice:
-Ciertamente, he visto la opresión que sufre mi pueblo en Egipto… Así que he descendido para librarlo del poder de los egipcios y llevarlos a una tierra buena y espaciosa, donde abundan la leche y la miel.
Después de salir de Egipto y de cruzar el Mar Rojo, el pueblo se encuentra anclado en el desierto del Sinaí. Siguiendo siempre el relato bíblico (Éxodo, 19), Jehová llama a Moisés a la cima y le advierte:
-Ve, desciende y luego sube tú con tu hermano Aarón. Pero que los sacerdotes y el pueblo no traspasen el límite para subir a encontrarse con Jehovah.
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Por lo visto, siempre ha habido zarzas que hablan para señalar
el camino solo a los escogidos. Pues vale.