Jinetes en el cielo
Parece como si todas las fuerzas cósmicas que aconseja convocar Paulo Coelho se hubieran unido para que España se descacharre definitivamente, sin posibilidad de otra solución que fundirla y empezarla de nuevo. Cansa la impunidad de una corrupción cada día, el abuso de que robar una gallina para comer te lleve a la cárcel y sigan paseando por la calle los ladrones de guante blanco, que el presidente del gobierno trate inútilmente de hacernos luz de gas y utilice en el Parlamento unos modales y un lenguaje lamentables, o que ya no sepamos qué hacer con la libertad de expresión cuando hablamos de determinada televisión. Unos piden la hoguera y otros invocan a Voltaire, y la verdad es que chirría mezclar a Voltaire con un reality.
El embrutecimiento general es evidente, y las culpas recaen -según quien sentencie- en el sistema educativo, en los funcionarios, en la política de tercera que se practica, en la televisión, en el uso perverso de Internet… El racismo, la xenofobia y el machismo son cada vez más visibles, y ya no se esconden, porque nadie con responsabilidad ejerce sus funciones. Independientemente de que un futbolista sea culpable o inocente de haber maltratado a su expareja (ya se verá en los juzgados), que una grada del campo del Betis insulte a coro a la mujer y justifique de esta manera la violencia machista tendría que hacer actuar a los dirigentes futbolísticos y en última instancia a quien corresponda. Pero en eso, como en todo, se escurre el bulto, porque vamos camino de la cerrazón y la oscuridad, una gran paradoja en la época de la comunicación instantánea. Hemos llegado a una situación tan medieval, que la existencia de Dios se certifica en el BOE. Tal vez hayamos llegados a los años de tribulación y ya cabalguen por el cielo los jinetes anunciados en el Libro de las Revelaciones (este no es de Paulo Coelho, es El Apocalipsis dicho en pose erudita).