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Jinetes en el cielo

Parece como si todas las fuerzas cósmicas que aconseja convocar Paulo Coelho se hubieran unido para que España se descacharre definitivamente, sin posibilidad de otra solución que fundirla y empezarla de nuevo. Cansa la impunidad de una corrupción cada día, el abuso de que robar una gallina para comer te lleve a la cárcel y sigan paseando por la calle los ladrones de guante blanco, que el presidente del gobierno trate inútilmente de hacernos luz de gas y utilice en el Parlamento unos modales y un lenguaje lamentables, o que ya no sepamos qué hacer con la libertad de expresión cuando hablamos de determinada televisión. Unos piden la hoguera y otros invocan a Voltaire, y la verdad es que chirría mezclar a Voltaire con un reality.
imagenjinetes.JPGEl embrutecimiento general es evidente, y las culpas recaen -según quien sentencie- en el sistema educativo, en los funcionarios, en la política de tercera que se practica, en la televisión, en el uso perverso de Internet… El racismo, la xenofobia y el machismo son cada vez más visibles, y ya no se esconden, porque nadie con responsabilidad ejerce sus funciones. Independientemente de que un futbolista sea culpable o inocente de haber maltratado a su expareja (ya se verá en los juzgados), que una grada del campo del Betis insulte a coro a la mujer y justifique de esta manera la violencia machista tendría que hacer actuar a los dirigentes futbolísticos y en última instancia a quien corresponda. Pero en eso, como en todo, se escurre el bulto, porque vamos camino de la cerrazón y la oscuridad, una gran paradoja en la época de la comunicación instantánea. Hemos llegado a una situación tan medieval, que la existencia de Dios se certifica en el BOE. Tal vez hayamos llegados a los años de tribulación y ya cabalguen por el cielo los jinetes anunciados en el Libro de las Revelaciones (este no es de Paulo Coelho, es El Apocalipsis dicho en pose erudita).

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El despertador

imagendesprt.JPGCuando veo esas torres de marfil de los grandes negocios, aplico la regla del dos más dos y no me salen las cuentas. Pienso que de eso entiendo poco y que si esos grandes cerebros se meten en semejantes líos es porque saben lo que hacen. Cuando en el 92 se gastaron en Sevilla el oro y el moro haciendo hoteles lujosísimos yo pensaba que en los seis meses que iba a durar la Expo no amortizarían la inversión aunque estuviesen ocupados al cien por cien y cobraran carísimo. Al cabo de un año, la mayor parte de estos centros del lujo estaban en la ruina, y empecé a creer un poco más en mis cuentas. Luego, cuando las televisiones y las plataformas digitales provocaron el baile de los millones del fútbol y los equipos se enterraron hasta las cejas, tampoco me salieron las cuentas porque se trabajaba con un dinero en hipótesis. A muchos ahora la chaqueta no les llega al cuerpo. Yo creo que aquí llevamos demasiado tiempo soñando quimeras, y cuando suene el despertador el leñazo va a ser de los que hacen época.

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¿Feria de las vanidades o de la propaganda?


La política y el poder han utilizado desde siempre tres instrumentos básicos: la fuerza bruta, el dominio económico y el control de la información y la comunicación. Tal es la importancia que este último apartado ha ido tomando, que hoy no sabemos si es más importante la potencia militar, la política económica o la estrategia de comunicación. Para los reyes nazaríes de Granada eran fundamentales las torres de aviso que iban pasando información con un lenguaje de espejos, y hoy la presencia y el apropiado uso de los medios determina en gran medida las cuotas de poder. Siempre se supo, pero desde la aparición de la prensa, y más tarde la radio, la televisión y otros medios, desde el cine y la fotografía hasta los hijos de Internet, la estrategia de comunicación es prioritaria (y no nos olvidemos del papel que han jugado los libros).
imagen vanity.JPGY ahí entra el juego lo que unos llaman equilibrio, otros inteligencia y otros manipulación, pues los medios pueden usarse para informar o para desinformar. Lo primero que hizo Lenin al llegar al poder fue impulsar el periódico Pravda, y Goebbels utilizó la entonces novedosa radio para aplicar sus famosos 11 principios, con mucha eficacia, todo hay que decirlo, pues metió a una sociedad tan racional y práctica como la alemana en una realidad paralela que la mayoría creyó. De él aprendieron Queipo de Llano, los aliados, y todos, puesto que ya no se concibe una campaña presidencial americana sin un debate televisado entre candidatos, desde que en 1960 se realizara el primero entre Nixon y Kennedy (suele ganar las elecciones el que gana el debate).
El caso es que hoy no se hace ascos a ningún escaparate para llegar a la gente, y se asoman sin rubor a las portadas de medios supuestamente frívolos no solo cantantes famosos, actores atractivos o vendedores de bet-sellers, sino también políticos de toda laya, jefes de estado e incluso el Papa de Roma, cosa que tampoco es una novedad puesto que, en los albores de la radio, Pío XI encargó a Marconi que montase la Radio Vaticana (1931) porque conocía la importancia de la comunicación. Por eso, y aunque algunos se rasguen las vestiduras, que políticos españoles aparezcan en las páginas de una revista como Vanity Fair, con el mismo trato visual que se da a actrices glamourosas y deportistas millonarios, viene a ser la constatación de que el manejo de la imagen y la información es un arma política muy poderosa. Dicen que Churchill aconsejó a su sucesor en el poder británico: «Nombra un buen ministro de Economía y échate a dormir». En 2015 hemos visto que una estrategia de comunicación conveniente puede hacer que parezca bueno un mal ministro de Economía. Es la diferencia entre información y propaganda.