Quienes alegremente consideran que la derecha conservadora hace las cosas «a la buena de Dios», o llegan a decir que es poco inteligente, cometen un error. Basta observar la secuencia de los acontecimientos más cercanos para darse cuenta de que en realidad los conservadores no dan puntada sin hilo, y hasta lo que parece que les va en contra lo aprovechan subliminalmente a su favor. El asunto del papel de la mujer en la sociedad es algo que en la España carpetovetónica es como un goteo que a veces es tsunami cuando se trata de legislar desde los campanarios.
Todo eso, aparte de entroncar con los cuadernos «formativos» de la Sección Femenina de tardes de costura, silencio y «urbanidad», es una representación clara de lo que las sociólogas Evelyn P. Stevens y Denise Peeters ven como «Marianismo», por la contraposición de los mitos de María y Eva. La tradición dice que un niño nace de mujer en la que es inconciliable la maternidad y el sexo, y el discurso se completa con la superioridad moral de la mujer por su capacidad de sacrificio y humildad, una superioridad que la condena a un segundo plano. Eso es el Marianismo, y ya es una curiosa casualidad que el presidente actual se llame Mariano.
Que esa España conservadora (es una manera amable de llamarla) siempre está rediseñándose lo hemos visto en estos días, cuando un medio de línea bien definida hacía un «retrato» de la esposa del presidente del Gobierno. No es baladí que se publique en estas fechas en las que el mito de la familia del portal Belén está omnipresente. Entresaco algunas afirmaciones que tratan de dibujar a la «esposa perfecta»:
«- Jamás interviene cuando no debe y está siempre en su sitio.
– Culta, cinéfila, lectora y profundamente religiosa.
– Vive pendiente de sus dos hijos y de su anciano suegro.
– Su madre contaba que era muy estudiosa y tenía unas manos buenísimas, hasta el punto de que se hacía sus propios «apaños» con la ropa.
-Su perfil es el de una esposa dedicada por completo a su familia, dispuesta a lo que sea por apoyar a su marido».
Esta prédica y otras son cargas de profundidad con olor a incienso y sacristía que tratan de que se extienda como una mancha de aceite, y están perfectamente planificadas en la forma y en el tiempo.
esta noche y siempre.
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