Ramón del Pino: La dislocación del desnudo

Mucho dirán que Ramón del Pino es un fotógrafo. Lo es en cuando que se expresa a través del soporte fotográfico, pero en realidad es un artista plástico cuya obra tiene su origen, no su fin, en el concepto, y que usa la fotografía como vía de expresión. No sería el arte conceptual como lo iniciara Duchamp hace un siglo, sino en un sentido más literario en el que, como Pessoa, juega con lo que es y lo que parece ser. No es sólo el impacto de lo que aprehendemos, sino el tránsito intelectual de cada uno hasta captarlo. Cierto es que las fotos son técnicamente impecables y que muestra gran conocimiento y mucha investigación en el medio, pero eso es elemental en un artista, conocer el medio en el que se expresa, pues nunca tendrá solidez el poema de un autor que desconoce la gramática.
zzla foto 1111.JPGResuelta esta cuestión, Ramón del Pino se adentra en el baile de las formas, y en la exposición que ahora se muestra en la Fundación Maphre de Las Palmas de Gran Canaria y que intitula La dislocación del desnudo, juega con otro concepto: las apariencias. Por el título y por el contenido, a primera vista podría decirse que el eje central es el desnudo, y muy especialmente ese triángulo invertido femenino que es a la vez sueño y pesadilla, y los alarmados bienpensantes lanzarán sus diatribas reprobatorias sobre su obra; pero la obscenidad estaría en ese caso en las miradas, porque la obra trata de mostrar que con demasiada frecuencia nada es lo que aparenta, que las cosas no son como las percibimos, que es en los ojos del espectador donde está el código que debe interpretar toda obra de arte. Se trata de aprehender en el sentido cervantino que lo conecta con la memoria de cada uno. ¿Que hay distintas interpretaciones de una misma obra? Por supuesto, como en la vida, y es esa precisamente la lectura genérica de esta exposición que sobrepasa el impacto de unos senos que finalmente son falsos o de un pubis que realmente es una peonza. Es el juego de la percepción, de la interpretación, incluso de la identidad. Ah sí, Ramón del Pino usa la fotografía, como si hacerlo fuese cosa de arte menor. Es justo lo contrario, porque este discurso, tanto intelectual como técnicamente, nada tiene de menor: estamos ante un artista plástico en toda su dimensión expresiva.

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