El balón de cordones de Di Stéfano
Era el 18 de abril de 1965, y se jugaba la jornada 30, el último partido de una liga en primera división con 16 equipos. El chaval acudía al viejo Estadio Insular con su tio, que a menudo lo llevaba con él a la grada Naciente, la que da la espalda a la torre del reloj del edificio Fedora. Jugaba la UD Las Palmas contra el RCD Español de Barcelona, que presidía Juan Vila Reyes, el que luego sería archifamoso por el caso Matesa. El equipo local estaba prácticamente salvado, pero ganar le vendría muy bien por si se complicaban los resultados. Ganó Las Palmas por 1-0, pero lo curioso de este partido es que el Español estaba entrenado por Ladislao Kubala, el ídolo del Barça, que había terminado su recorrido de jugador en el Español y que en aquella temporada se había convertido en entrenador. Gracias a su amistad con Alfredo Di Stéfano, que acababa de colgar las botas en el Real Madrid, consiguió que la gran figura madridista, ya muy cerca de los 40 años, firmara con los blanquizules dos temporadas. Y aquella tarde jugó el argentino en el Estadio Insular. No tuvo una buena tarde, pero se acercó varias veces al área y disparó a puerta, siempre desviado.
Uno de aquellos intentos de gol fue a parar a la grada Naciente, detrás de la portería, justo a donde el chiquillo y su tío veían el partido. El muchacho hizo ademán de devolver el balón, pero su tío se movió rápido y lo escondió entre él y el cemento de la grada. Era un balón de los de entonces, del color del cuero y cerrado con cordones del mismo material. Al salir del estadio, le dio el balón al sobrino, con la recomendación de que lo guardara y no jugase nunca con él. Ante la extrañeza del chico, su tío sentenció:
-Tienes en las manos un balón que chutó nada menos que Alfredo Di Stéfano, el futbolista más grande que ha habido y habrá. Cuando seas viejo dirás a tus nietos que viste jugar a Di Stéfano precisamente con este balón. Nadie lo creerá, pero tú sabrás que es cierto.