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Premios Canarias 2014

El escaso respeto que tienen nuestras instituciones por la ciencia, el arte y la cultura se manifiesta, entre otras muchas cosas, porque cada modalidad del Premio Canarias se otorga cada tres años, lo que dice sin decirlo que en Canarias no hay suficiente gente merecedora de esos galardones y por eso hay que espaciarlos. Y eso es mentira. Me da vergüenza que en comunidades con menos de la mitad o la cuarta parte de habitantes que Canarias (Murcia, La Rioja, Cantabria, Extremadura, Navarra) este tipo de premios institucionales se otorgue cada año como estímulo a quienes han dedicado muchas horas a diferenciarnos de los tigres. Por ello es siempre motivo de satisfacción que, aunque sea con tacañería, se reconozcan méritos singulares.
zzzzzzAAMO.JPGSoy un agradecido admirador de la ciencia y la investigación, especialmente la que se mueve en el campo de la aplicación médica. Los científicos son los grandes desconocidos pero no por ello menos importantes. Más allá de Pasteur, Fleming o Barnard, pocos son los nombres que nos suenan de las personas que han sido cruciales en los avances de la lucha contra la enfermedad. Por eso, el Premio Canarias a Sergio Moreno es más que merecido. En cuanto a Lothar Siemens, ya estaba tardando este reconocimiento, por esa racanería que comentaba, pues estamos hablando de una figura referencial en nuestra cultura.
Pero qué quieren, me ha complacido especialmente que el pintor Fernando Álamo haya sido premiado ahora, en plena creación y hecho un gigante. Es así cómo se reconoce una obra insoslayable, a su tiempo, cuando en lugar de un premio «a toda una vida» es un saludo en el rellano de metas mayores. De un artista como Fernando podemos esperarlo todo, y yo lo espero porque se lo merece, porque nos lo merecemos. Ah, y es mi amigo.

Que lo disfruten los tres, que lo tienen bien ganado

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¿La verdad? No lo sé

En el 1948, el escritor John Steinbeck publicó en el New York Herald Tribune una serie de reportajes con fotografías de Robert Capa sobre un viaje que ambos hicieron durante el verano anterior a la URSS entre la desconfianza de unos y de otros, pues entonces, en el comienzo de la Guerra Fría, los rusos tenían cuernos y rabo para los norteamericanos y viceversa. Hartos de las informaciones sesgadas que se escribían en despachos por personas que nunca habían visto la URSS, Steinbeck propuso ir a aquellas tierras que todavía estaban arrasadas por la reciente guerra, ver cómo vivían sus gentes, qué pensaban, qué sentían, y apoyarse en el testimonio gráfico de su amigo Capa. Fue trabajoso convencer a los suyos para realizar el proyecto y más trabajoso aun que Moscú les diera permiso, pero lo consiguieron y fruto de ello es esa serie periodística que luego en libro se ha llamado Diario de Rusia. Cuando en Washington y Moscú le preguntaban qué iba a contar, Steinbeck decía: «la verdad». ¿Cuál es la verdad?, le inquirían ambos; «no lo sé», contestaba lacónico el escritor. Y es que vio que, ni paseando por las ciudades rusas, tratando con los granjeros del campo o hablando con los parroquianos estaba seguro de lo que allí sucedía, seguramente porque los rusos de a pie tampoco lo sabían. Estos reportajes fueron muy criticados porque lo que en ellos aparecía no era lo que se contaba en el comienzo del macarthismo y seguramente no convenía, pero Steinbeck tampoco estaba seguro de que él estuviese contando la verdad por muy honesto que tratara de ser.
zzzimg047.JPGEsto viene a cuento de lo que en estos días está ocurriendo con el final del franquismo y la Transición. Cuentan versiones distintas y aun opuestas del mismo hecho, todo bien respaldado por declaraciones y supuestos documentos verídicos, y está claro que alguien miente o mienten todos, porque dos versiones contradictorias no pueden ser verdad. Ahora se anuncia un voluminoso libro con una entrevista de su prestigiosa autora que ha desencadenado respuestas y hasta descalificaciones. Como le pasó a Steinbeck con Rusia, probablemente nunca sabremos qué ocurró realmente, los medios y las redes sociales vomitan informaciones, opiniones y testimonios que ya no sabe uno qué fiabilidad tienen, porque en estos casos buscamos la fuente y el por qué ahora; sobre lo segundo nunca hay respuesta, y eso que no hemos tenido que ir a Rusia para que nos cuenten. Si ahora me preguntan cuál es relmente la verdad sobre ese período de nuestra historia reciente, si soy honesto tendré que decir como Steinbeck: «No lo sé».