Esta sociedad española y canaria que nos rodea ha llegado a un punto que empieza a resultarme incomprensible. Es como si todos los que tienen la capacidad para hacer algo en beneficio colectivo se hubieran vuelto locos. El sistema venía maleado de origen, diseñado para que los ricos fuesen más ricos y los pobres más pobres, porque esa es la divisa suprema del capitalismo, que si encima lo mezclamos con el neoliberalismo ya es dinamita. Nada han hecho los gobiernos anteriores para frenar la voracidad de unos pocos, más bien al contrario, han ido armando un entramado político y administrativo que la propicia y protege, que en los 90 nos vendieron como la panacea y que llamaban pomposamente globalización. Los grandes medios, que también son propiedad de ellos, llenan el tiempo y el espacio con cortinas de humo inútiles, desde el gallinero de la telebasura hasta los supuestos debates serios que hacen un tsunami porque este o el otro dijo no sé qué sandez. Desde que estalló la crisis nada se ha hecho por la gente, aunque sí por los poderosos, la deuda privada se convierte en pública, nada sobre los casi seis millones de parados, se cargan los sistemas públicos de sanidad, educación y servicios sociales y encima sacan pecho porque dicen que estamos saliendo de la crisis. Al decir «estamos» supongo que se referirán a ellos. Por si quedaba algún resquicio por el que escapar, han puesto a Galladón a trabajar para hacer casi imposible la administración justa de justicia (no es una licencia literaria) y cortar cualquier vía de racionalidad en la convivencia; y a los demás ministros otro tanto (seguridad, energía, cultura). A menudo hasta pienso que el asunto catalán forma parte de esa cortina de humo. Cuando hay tanta necesidad social, nada importan la supuesta chulería de Esperanza Aguirre, las curiosas declaraciones de cualquier petrimetre o quién es el portero titular de la selección española. ¿Qué van a hacer para estimular la creación de puestos de trabajo? ¿Cuándo van a acometer la urgente reforma racional del Estado? Estamos en la UE para las verdes pero cuando hay que aplicar normas justas se las saltan. Y nadie escapa a esta desidia, porque los partidos que no están gobernando se pasan los días mirándose el ombligo y agarrando la silla que han pillado. Voy a empezar a creer en los milagros, porque es milagroso que con tantos elementos explosivos nuestro mundo no haya reventado como la Estrella de la Muerte.
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