Cada día son más los disparates que nos cuentan desde tribunas supuestamente serias. Nos han hablado de muchos tipos de extraterrestres, desde los ummitas (del planeta Ummo) a los hombrecillos verdes de Ganímedes, los anunakis que crearon la raza humana o los seres secretos de otra dimensión que vienen a La Tierra desde un planeta de nombre impronunciable, curvando el tiempo a través de un agujero de gusano (esto es mejor preguntárselo a mi primo Albert, que lo explicará «relativamente»). Otro primo mío, obispo «in partibus in fidelium», me aconseja que no hable de estas cosas, que me tomarán por loco o por ignorante, que el planeta Tierra fue creado por Dios en cinco días, que el sexto creó al hombre y que, aunque no dice cuándo, hizo a la mujer de una costilla del hombre (y esto me lo dice en vísperas del 8 de marzo y se queda tan ancho). Hay por ahí quien afirma que los gobiernos de mundo son pura apariencia. La cosa está muy arriba, y ya hasta el G-8, la masonería, el Foro de Davos, el Club Bilderberg y los Illuminati son meros títeres dirigidos por fuerzas cuya naturaleza y potencial desconocemos. Según dicen, el verdadero poder está más allá incluso del tiempo y del espacio (preguntaré a mis primos sobre esto), y en vista de ello se debe deducir que son los alienígenas que nos crearon telepáticamente los que han decidido reventarlo todo, y con su sabiduría suprema están creando las condiciones para el apocalipsis.
Pues sí, esas y otras tonterías son las que quieren que creamos, haciendo que son supersecretas, pero la verdad es que todo es una cortina de humo para que los tiburones del dinero sigan asolando este planeta y a sus habitantes en su beneficio. Como avisaba El Padrino a su hijo Michael, el que te cuente estas historias es cómplice de esa maldad voraz, si es que no forma parte de ella. Bambi no existe, es un dibujo.
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