¿De qué va usted, Sr. Rajoy?
Señor Presidente del Gobierno de España:
Aunque tengo la costumbre poco apreciada por su ministro de Cultura de crear realidades paralelas imaginadas, mis pies están bien anclados al suelo, y en la portada de mis libros pone que son novelas, con lo cual quienes tienen la generosidad de acercarse a ellos saben antes de empezar que lo que cuento son ficciones. Nunca he tenido la tendencia a creer en teorías de la conspiración, maquinadas por grandes poderes ocultos para repartirse el planeta, simplemente aplico el aserto popular de que «el pez grande se come al chico». También he sabido siempre que el poder visible es tributario en mayor o en menor medida de quienes poseen el dinero y la riqueza, que tratan de conservar y aumentar para seguir teniendo más poder y más riqueza. Entiendo que su situación es muy complicada, con una legión de responsables políticos de su partido en lenguas de periodistas de investigación o sumidos en vergonzantes procesos judiciales, con algunos militantes jóvenes fascinados por el nacionalcatolicismo y más lejos (cosa de muchachos), con concejales que ni si quiera admiten comparación histórica porque parecen haber salido del Paleolítico, como el edil que dijo a una mujer con un bebé que fue a pedir ayuda «dalo en adopción o métete a puta«… Todo es complicado, lo sé, pero es que para eso es usted doble presidente, del Gobierno y de su partido.
Su respuesta siempre es dejar que las cosas se pudran, y cuando mueve ficha nunca es para beneficiar a la mayoría de los españoles, que son los peces chicos, mientras los grandes son protegidos una y otra vez para que sigan creciendo. Su respuesta a asuntos espinosos como el pifostio que hay en Cataluña o el cierre del proceso de desaparición de ETA parece grabado y repetido una y otra vez en play-back, y como gallego responde con una pregunta: «¿Por qué tengo que ser yo el que mueva ficha?» Pues mire, porque es usted el Presidente del Gobierno (aquí iba un palabrón maldiciente, pero me lo reservo) y tiene la responsabilidad de hacer política por ese lugar común que ustedes llaman interés general y siempre es mentira. Para estos asuntos invoca la Constitución, la misma que se salta con decaro en Vivienda, Educación, Sanidad, protección a la infancia y a los discapacitados, igualdad de sexos, fiscalidad progresiva, aconfesionalidad del Estado y muchos más asuntos que me llevaría horas tan solo enumerar. La última esta tarde, que ha consumado en el Congreso la negación de la justicia universal aplicando el rodillo y me temo que cediendo a presiones externas (para que luego se les llene la boca con palabras como soberanía, patria y otras zarandajas). Eso sí, cuando hay que proteger a los tiburones actúa con celeridad, y encima riñe a las sardinillas porque dice que han vivido por encima de sus posibilidades (esa es la mentira que las contiene a todas).
Y todo esto desemboca en una simple pregunta: ¿de qué va usted. Sr. Rajoy?
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(La foto representa gráficamente la línea política de Rajoy. ¿Que no entiende su significado? Entonces es que usted mira por encima de sus posibilidades).
Merece ser citado el escritor Corpus Barga (Madrid 1887-Lima 1975) que, fugitivo él mismo, cuidó en este último viaje del poeta enfermo y de su madre muy anciana, que moriría tres días después que el poeta. Barga fue a París y trató de conseguir ayuda y dinero de la entonces poderosa intelectualidad francesa para llevar al poeta a un lugar en el que pudieran tratar su neumonía, pero no le escucharon; y esa misma intelectualidad hipócrita quiso llevar su cuerpo a París, para enterrarlo con todos los honores y rodeado de pompa y fanfarria. Su hermano prefirió que reposara en Collioure, el pueblo que lo acogió con respeto y cariño, y cumplió su deseo de volver a la tierra «desnudo, como los hijos de la mar», llevando por sudario una sábana y una bandera tricolor. En el bolsillo de su raído gabán, encontraron, entre otras cosas, un papel sobado en el que el poeta había escrito «Estos días azules y este sol de la infancia», acaso su último verso, primero de un poema que nunca se escribiría. Tal vez nos toca a nosotros terminarlo. Se había cerrado el círculo de la luz que Machado descubrió en Sevilla en «un huerto claro donde madura un limonero».