Diario de Rajoy (6 de septiembre)
Querido Diario:
Estos días están siendo muy importantes para mí. Ahora mismo estoy sobrevolando el Atlántico en un viaje de 16 horas desde San Petesburgo y que está llegando a Buenos Aires. La semana ha ido bien, porque este mes de agosto, que tiene 31 días, hemos tenido 31 parados menos, uno por día. Es un logro, y piano piano se va lontano. Con mi firmeza expresada en no hacer nada (gran estrategia), he conseguido amedrentar a Artur Mas, y ahora el hombre ha dado un paso atrás en lo de su referéndum, aunque él diga lo contrario. He llegado a San Petesburgo y le he cantado las cuarenta sobre Gibraltar a David Cameron, a ver que se cree ese jefecillo de la pérfida Albión, que no tiene ni siquiera capacidad de convencimiento para que su Parlamento lo apoye en lo de Siria. Es un blando, lo mismo que Hollande, aunque eso era de esperar en un socialdemócrata. Putin me ha recibido muy cariñosamente, y he interpretado (yo soy un gallego listo) que quería que intercediera ante Obama para que lo de Siria no se vaya de las manos. Cuál no sería mi sorpersa cuando he visto que Obama hacía todo lo posible por caminar junto a mí cuando íbamos a la sala de reuniones, seguramente buscando mi apoyo para su ataque al régimen de Damasco. Yo me he hecho el longuis y así tengo a Putin y a Obama comiendo en mi mano. Hasta han sacado a España de la lista de países problemáticos para el G-20, y Merkel no ha rechistado. Es que un desempleado menos al día pesa mucho, y yo que soy un estratega impresionante.
Y ahora viene la votación del COI, que es un asunto cojonudo, porque cualquier resultado me favorece y así me quito de encima la sombra de Gallardón. Si se lo dan a Madrid (que es posible), se hablará mucho y nadie mencionará que el trabajo lo dejó hecho él, y si no se lo dan procuraré que se hable de su tercer chasco; sí que fue buena la decisión de meter a Galladón en el Gobierno; así, en vez de pasar a la historia como el alcalde de Madrid que consiguió los Juegos Olímpicos, pasará por ser el ministro que se cargó definitivamente la justicia y el reaccionario de la nueva ley del aborto. Este trabajito me salió niquelado. Ahora que nos acercamos a la capital argentina hay turbulencias, por eso llaman a la ciudad Buenos Aires, jejeje (¡Qué gracioso soy!) A ver si se olvidan de una vez de Bárcena; si España le ganase a Finlandia esta noche, sería una semana redonda, aunque juegue el catalán Valdés en la portería (mejor sería Casillas, que es del Real Madrid, pero bueno, la perfección no existe).
Hasta otro día, querido Diario.
Todo esto para decir que es un error muy extendido creer que Azcona fue guionista de Bienvenido Míster Marshall. No, el guion es de Juan Antonio Bardem y de Berlanga, y su tono cómico (fue aclamada como comedia en Cannes) es una pátina para expurgar el retrato del dolor de una España gris y desilusionada. Los americanos pasan de largo por el pueblo de Villar del Río, que se queda compuesto y sin visitantes, que es cuando el alcalde, un surrealista Pepe Isbert, se dirige a ellos con el discurso político más repetido de este país: «Como alcalde vuestro que soy os debo una explicación, y esa explicación que os debo os la voy a pagar». Era la metáfora de una gran decepción, porque España había sido el único país europeo que quedó fuera del European Recovery Program, un plan norteamericano impulsado por el General Marshall, a la sazón Secretario de Estado de Harry Truman, destinado a la reconstrucción de una Europa arrasada por la II Guerra Mundial (EE.UU. necesitaba levantar Europa para tener mercado), que se valora hoy en 13.500 millones de dólares, mucho dinero hace sesenta años. Funcionó durante el cuatrienio 1947-51 y se anuló cuando los enormes gastos de la guerra de Corea obligaron al tesoro norteamericano a suspender las ayudas que en principio iban a continuar y que posiblemente habrían alcanzado España. Hasta en eso hemos tenido mala suerte.