A finales de los años 70 y comienzos de los 80 del siglo pasado surgió lo que se dio en llamar Nueva Narrativa española. Eduardo Mendoza, Juan José Millás, Rosa Montero, Jesús Ferrero, Vicente Molina Foix, Juan Madrid, Manuel Rivas y otros nombres se fueron sumando hasta completar lo que entonces se llamó «los 100 novelistas de Carmen Romero», en alusión desde la derecha a los narradores que por lo visto eran amigos de la entonces esposa de Felipe González, a la sazón Presidente del Gobierno. Este eclosión narrativa coincide en el tiempo con lo que fue en Canarias la Generación del Silencio a la que pertenezco, y mientras en los medios (El País era llamado entonces «La Biblia») sus nombres se agrandaban, en Canarias parecía que querían esconder lo que se escribía por aquí. Curiosamente, la mayor parte de estos escritores y escritoras exhibían un talante progresista y crítico, y por ello siempre me he sentido identificado con ellos, porque venimos de un mismo tiempo y unas circunstancias paralelas.
Hay muy buenas plumas en esta generación, pero de todos ellos casi nacieron como abanderados Javier Marías y Muñoz Molina, uno más intimista y europeo y el otro más galdosiano, aunque con unas influencias de la novela norteamericana muy evidentes, y un cierto gusto por el jazz que no se corresponde literariamente con esa misma afición musical de Julio Cortázar. Desde el principio, se olía que serían estos dos los novelistas que encabezarían el listado en los manuales y en los galardones (Marías suena como posible futuro Nobel), y en el exterior también ambos han sido bendecidos por premios internacionales de renombre (ahora mismo recuerdo el Fémina, que se otorga en Francia). Y son ambos grandes novelistas, pero también lo son otros, que también gozan del favor de la crítica y del público pero posiblemente no hayan tenido la proyección internacional de los dos mencionados.
Era por lo tanto previsible que, cuando tocase premiar a esta generación con el Príncipe de Asturias, el galardón recayera en uno de los dos abanderados. Y está bien otorgado, con el mismo rigor y justicia que se le puede adjudicar a Mendoza, a Millás y, por supuesto, a Marías. Es evidente que estamos ante la generación de la M, por los apellidos de los autores, pero Muñoz Molina tiene dos emes, y eso debió contar a la hora de la decisión. Estamos por lo tanto cruzando una línea, puesto que es la primera vez que un galardón a toda una vida literaria se otorga en España a un autor que publicó su primera obra en democracia.
Como anécdota personal puedo contar que una tarde de la primavera de 1989 compartí mesa con él en el desaparecido Centro Insular de Cultura para presentar su novela más reciente, Beltenebros, y al finalizar supimos que el Ayatolah Jomeini había decretado una fatwa contra el escritor Salman Rushdie. Rosa María Quintana, entonces directora del CIC, Muñoz Molina y yo improvisamos una nota de solidaridad con Rushdie, reclamando la libertad de expresión. La firmamos, la enviamos a la Agencia EFE y esa nota fue luego firmada por miles de personas en toda España. También por eso, por su defensa de las libertades, me alegro de que Antonio Muñoz Molina sea desde hoy Premio Príncipe de Asturias. Lo merece.
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(Este trabajo fue publicado en la edición impresa del periódico Canarias7 de hoy, miércoles, 6 de junio).
3 opiniones en “La generación de la M”
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Simplificando muchísimo mi opinión, creo que el mérito principal de Muñoz Molina ha sido el saberse llevar bien con todos, cosa distinta, por ejemplo, de Pérez Reverte.
Javier Marías dice que rechaza los premios, y todos saben que habría sido un compromiso otorgarle este, que claro que se merece. A mi modo de ver es el mejor del ramillete que presentas, y por eso mismo me resultaría morboso que le concedieran el Nobel.
Un día de estos voy a hacerte una relación de las novelas que nunca terminé, porque se me indigestaron y las ubiqué en el movimiento «literario» que yo llamo «Zafonismo».
«La noche de los tiempos» es una de ellas.
Saludos.
Supongo que es cuestión de gustos y de momentos. A mí me han gustado -y mucho- todos los libros de Muñoz Molina, salvo tres: «La noche de los tiempos», que abandoné por reiterativa y pesada, «Ardor guerrero» que ni fú ni fa, y «Plenilunio», que entusiasmó a todo el mundo e incluso le dieron en Francia el Premio Fémina, que es la leche, pero a la que no encontré el punto. Pero en conjunto, creo que es un autor de gran altura.
No hay mala idea, en el hecho de destacar la M que agrupa a los citados? Casualmente, recuerdo más emes, por ejemplo a los hermanos Machado, que, incluso uno tiene dos. Pero coincido en el «Ardor guerrero» porque D. Antonio parece recordar su etapa del servicio militar, y alude a unos personajillos de origén canario y, la verdad, no me agradó el hecho… Hay un tufillo godillo sobre la personalidad isleña, no?