Una mujer extraordinaria
Como es marzo, mes de la mujer, me limito a transcribir un correo que circula por Internet sobre una mujer excepcional, la alemana Irena Sendler:
«Una señora de 98 años llamada Irena Sendler acaba de fallecer. Durante la 2ª Guerra Mundial, Irena consiguió un permiso para trabajar en el Ghetto de Varsovia como especialista de alcantarillado y tuberías. Siendo alemana, sabía cuáles eran los planes de los nazis para los judíos, y por eso sacaba niños escondidos en el fondo de su caja de herramientas y llevaba un saco de arpillera en la parte de atrás de su camioneta para esconderlos. También llevaba en la parte de atrás un perro al que entrenó para ladrar a los soldados nazis cuando salía y entraba del Ghetto. Por supuesto, los soldados no querían tener nada que ver con el perro y los ladridos ocultaban los ruidos de los niños. Mientras estuvo haciendo esto, consiguió sacar de allí y salvar a 2500 niños.
Cuando los nazis la cogieron, le rompieron ambas piernas, los brazos y le pegaron brutalmente. Irena mantenía un registro de los nombres de todos los niños que sacó y lo guardaba en un tarro de cristal enterrado bajo un árbol en su jardín. Después de la guerra, intentó localizar a los padres que pudieran haber sobrevivido y reunir a la familia. La mayoría fue llevada a la cámara de gas. Aquellos niños a los que ayudó encontraron casas de acogida o fueron adoptados. El año pasado fue propuesta para el Premio Nobel de la Paz. Ni siquiera fue preseleccionada por un comité que ha entregado el premio a personajes como Henry Kissinger, Lech Walesa, Jimmy Carter, Al Gore, Barack Obama, Yaser Arafat…»
Tampoco se lo dio a Gandhi…
que permiten imponer cualquier nombre siempre que no se atente contra la dignidad (se puede imponer a un bebé nombres como Próculo, Canuto o Kevin Kostner de Jesús, pero no puede llamarse Lenin). El argumento para prohibir este nombre en concreto es que no lo es en realidad, puesto que el dirigente de la revolución rusa se llamaba Vladimir Illich Ulianov, y lo de Lenin era un apodo que parece ser le impusieron por algún episodio de su vida relacionado con el río Lena, si bien él procedía de la cuenca del Volga. Decir Lenin, es como decir Gallego, Valenciano, Castellano, Navarro o cualquier apellido que denote lugar de procedencia, puesto que en su origen seguramente estas denominaciones fueron apodos que indicaban de dónde venía esa persona y luego apuntaron a sus hijos con esa palabra, que sustituía a la original, casi siempre un apellido judío en tiempos de persecuciones y expulsiones. Hay apellidos que provienen del aspecto físico (Rubio, Moreno, Castaño, Delgado, Gordo), de profesiones (Molinero, Panadero, Trapero), de lugares (Toledo, Zamora, Sevilla), pero esa procedencia no crea la misma confusión que la de asociarse con el río Lena. Dice el Gobierno que Lenin da lugar a confusión porque no se sabe si es nombre o apellido; con ese argumento, habría que prohibir docenas de palabras que funcionan indistintamente como nombre y apellido: Felipe, Alonso, Borja, Luis, Gonzalo, Miguel, Gabriel y un larguísimo etcétera. Como se les ve el plumero y hasta el penacho, lo próximo será impedir que los niños se llamen Fidel, Hugo, León, Emiliano o Ernesto, no vaya ser que el nombre imprima carácter y se nos llene esto de Trostkis, Zapatas y Che Guevaras.
-Más que eso, porque los equipos de fútbol poco influyen en la sociedad, La Iglesia es como una multinacional muy poderosa.