¿Se controla la información?
No soy tan ingenuo; sí se controla, y es más que evidente cuando vemos cómo en el Telediario de Tve hicieron como si la manifestación del 11 de septiembre en Barcelona no hubiera existido. Sabemos que conocer o desconocer un hecho tiene consecuencias colectivas, especialmente en la actitud que se debe tomar, o que quieren que se tome. Por eso se filtran las noticias de las guerras, o determinado avatares políticos. Y es curioso comprobar una y otra vez la puesta en marcha de mecanismos de control inmediatamente después de que sucede algo. Ocurre un hecho grave, sea atentado, terremoto, inundación o accidente, y durante la primera media hora empiezan a llover datos y novedades en la radio, en los informativos de televisión y en Internet. Pasó con el 11-S, con el terremoto de Chile y con otros hechos importantes. Las noticias volaban, pero pasada media hora, el tiempo que supongo tardan en controlarlo todo, se repite lo ya sabido, e incluso desaparecen datos que ya se habían dado. Es decir, a los dos días de lo ocurrido sabes lo mismo que a los diez minutos. Y entiendo -aunque no comparto- que eso se haga con asuntos grandes, pero a veces ocurre también con lo cotidiano. Muchas veces dudo de si realmente escuché tal o cual dato, porque nunca más vuelve decirse. Siempre se ha visto que la rapidez en la noticia es un mérito periodístico, pero empieza a ser también una suerte de los destinatarios.
He oído que hay quien ha empezado la cuenta atrás hacia el 21 de diciembre, fecha en la que muchos agoreros anuncian el fin del mundo. Yo no creo que vaya a pasar nada más terrible de lo que sucede, y la apuesta es segura, porque si ocurre nadie vendrá a decirme que me equivoqué. Lo cierto es que en este 2012 se conmemora medio siglo de muchas cosas que parecía que iban a cambiar el mundo y ya hemos visto en lo que ha quedado. En 1962 se independizaron muchas nuevas naciones (Argelia, Uganda, Burundi, Samoa), nacieron The Beatles y The Rolling Stones, se publicaron grandes novelas (Tiempo de Silencio de Luis Martín Santos, La mala hora, La plaza del Diamante), murieron grandes personajes (Marilyn Monroe, Faulkner, Hermann Hesse) y casi hay un fin de mundo nuclear cuando la crisis de los misiles en Cuba lo que por cierto dio lugar a que Juan XXIII excomulgase a Fidel Castro (que todavía se está riendo), y se hicieron tantas películas inolvidables que da vértigo pensar en los estrenos de cine de aquel año (Matar un ruiseñor, El ángel exterminador, Lawrence de Arabia, Dulce pájaro de juventud, La escapada, Lolita, El hombre que mató a Liberty Valance, ¿Qué fue de Baby Jane?) Han pasado cincuenta años y aquí seguimos, unos haciendo el tonto más que otros, porque todavía hay quien cree en términos como eternidad, inmortalidad, libertad… Incluso los hay que dicen por ahí que vivimos en democracia. Hay gente pa’ tó.
Hasta que llegaron los nuevos sistemas de impresión que hicieron de puente entre las linotipias y la informática, los libros se construían letra a letra, seleccionando en las cajas el tamaño y el tipo, discutiendo sobre si a un determinado poemario le iba mejor la Garamond o la muy prestigiada Bodoni. Puede decirse que la literatura escrita durante treinta años en esta isla pasó en su mayor parte letra a letra por las manos de Pedro Lezcano.