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Mitos que en realidad no lo son (*)

Suele usarse la palabra mito muy a la ligera, y solemos confundirlo con el talento, con la desgracia o con la singularidad. Y el mito surge de un relato, que puede basarse en una realidad cercana o distante, o simplemente nacer de la imaginación de un pueblo, que es el caso de muchas creencias sobrenaturales, o de una persona, como los mitos clásicos: Edipo, Antígona, Clitemnestra o Prometeo. Aplicamos la palabra mito a personajes que, si acaso, son legendarios, porque alrededor de ellos se crea una historia paralela que exagera sus realidades. Para que sea un mito debe ser un relato ejemplar de algo, válido para cualquier tiempo. Napoleón o Nelson fueron grandes estrategas en la guerra, y tal vez sus biografías tengan algo de leyenda porque se les suele atribuir capacidades exageradas. Mata-Hari fue sólo una espía doble, y por cierto muy flojita porque la pillaron, y se la asimila al mito de la mujer fatal, la que lleva a los hombres a la perdición; pero no hundió a ningún hombre, y sin embargo a ella la fusilaron. Hay mucha confusión en todo esto, porque finalmente las historias son recurrentes, pero el mito es uno. Por eso Jim Morrison, Jimmy Hendrix, Janis Joplin y Elvis Presley no son mitos, sino que repiten el mito de Ícaro, que escapa de un laberinto volando; quiere llegar tan alto que cae porque el sol le derrite sus alas de cera.
Y es que los mitos son las plantillas sobre las que se escriben nuestras vidas, y así Lady Di, Ava Gardner y Rita Hayworth son mujeres que tienen el mundo y los hombres a sus pies, pero les falta el amor de un hombre concreto; son el mito de la bella infeliz, lo mismo que la mayor parte de los cuentos infantiles responden al origen de la cultura machista, el mito de Adán y Eva, que es el mismo que Pigmalión: el varón que domina a la mujer porque surgió de su costilla o fue esculpida por él. Y de ese mito se nutren La bella durmiente, que tiene que ser despertada por el beso de un hombre, y Blancanieves, que ha de ser liberada de la muerte por un príncipe, tal vez el mismo que saca a Cenicienta de sus fogones y la convierte en mujer feliz. Siempre hay de por medio un hada madrina que viene a hacer las veces de Dios en el Génesis o de Afrodita en el relato de Pigmalión.
zzddDSCN4038.JPGEn Canarias hablamos del mito de El Corredera, cuando en realidad Juan García es un reflejo del eterno mito del fugitivo, que la capacidad imaginativa del pueblo ha llegado a asimilar a una especie de Robin Hood e incluso a Rocambole, cuando tiene una historia casi calcada a la del célebre Joaquín Murieta, cantado por Neruda. Y no es eso, El Corredera fue solo un fugitivo y Murieta, además, un vengador. Y si de mitos canarios hablamos, tendríamos que remontarnos tal vez al mundo aborigen, porque los mitos de todas las culturas al final intentan darnos la misma lección. El Garoé, por ejemplo, que es uno de los relatos legendarios más ajustados al cánon que hay en Canarias, nos remite al árbol del agua como fuente de vida. En la Biblia encontramos el árbol de la ciencia del Paraíso, en Guernica hay un árbol que incluso está en el escudo de Euskadi y aquí mismo, en Gran Canaria, está el pino en el que la creencia popular sitúa la aparición de la Virgen. Y es que el árbol, vegetal poderoso y cobijador, es símbolo de vida en muchas culturas. Los historiadores han sido cautos y a estos relatos los llaman leyendas. Y es que lo son, porque el suicidio por amor de Gara y Jonai repite el mito de los amores contrariados por enemistad de las familias, que viene del mundo clásico y que plasmó creo que definitivamente Shakespeare en Romeo y Julieta.
Pudiera deducirse que ya no son posibles nuevos mitos. No es así, la vida evoluciona y los mitos van fijando nuevas formas. Así, encontramos en pleno siglo XX el mito nuevo de Lolita, pues con esta novela Nabokov instaura un nuevo equilibrio entre el hombre y la mujer, en el que las infractoras ya no son castigadas como Madame Bovary y Escarlata O´Hara y es el varón el que es castigado. Y en Canarias hay otra novela que creó una historia y un personaje que empieza a ser mito; me refiero a Mararía, la mujer que quema su rostro porque entiende que su belleza genera desgracia a su alrededor. Puede que esta historia remita a una referencia anterior; al menos yo no la conozco, y en ese caso Mararía sí que sería un nuevo mito.
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(*) Este trabajo fue publicado hace unos años en otro espacio. Ahora lo pongo al alcance de mis lectores blogueros.

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En la muerte del poeta amigo

zmanuel%20gonzalez%20barrera%20poeta[1].jpgHa muerto Manuel González Barrera, uno de los componentes de aquella generación de los años sesenta, ya mítica, que se pasó a denominar «Poesía Canaria Última», y que el tiempo ha ido diezmando de manera sistemática: Antonio García Ysábal, Alfonso O’Shanahan, Fernando Ramírez y ahora Manuel González Barrera. Quedan por fortuna referentes vivos de aquella generación que, en plena edad de plomo, arriesgaba más que el prestigio literario con cada palabra que escribía y publicaba. Siguen siendo referentes vivos poetas como Juan Jiménez, Eugenio Padorno Baltasar Espinosa o Lázaro Santana, y el crítico Jorge Rodríguez Padrón. Recordamos la incidencia social que causó la aparición del poemario Guía turística no oficial, recientemente recuperado para las nuevas generaciones. Ha muerto un poeta que veía el mundo desde la poesía, y seguramente una de las personas más entendidas en cine que he conocido, además de ser un gran lector de novela, cosa ciertamente curiosa en un poeta. Pero sobre todo se ha ido un buen hombre, enamorado de Canarias isla a isla, primero Gran Canaria, luego Lanzarote, siempre este mar Atlántico que nos une y nos separa. También fue un hombre de acción en distintos campos (política, ajedrez). Afincado en Lanzarote, sus frecuentes visitas a Gran Canaria significaban siempre un reencuentro con la tertulia grata y el optimismo. Volveremos a leer a González Barrera y lo recordaremos siempre con una sonrisa y una expresividad que envolvía la pasión con que hacía todo. Descanse en paz.

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Maldad

zxFoto0365.JPGUna demostración palpable de la maldad humana es la proliferación de virus informáticos, que son generados por el puro placer de dañar, o bien para vender el antídoto a precio de oro, lo cual también es maldad, porque se inventa la enfermedad y el medicamento. No sé si los seres humanos nacen malvados o se hacen. Para Rouseau el hombre nace limpio y puro, pero luego la sociedad lo malea. Eso quiere decir que todos los seres humanos nacen inocentes, pero luego se vuelven perversos al contacto con los demás, que por lo mismo nacieron inmaculados. Es decir, si seguimos a Rouseau, la maldad surge de la relación entre los seres humanos, es como la chispa que brota por rozamiento entre dos metales que son fríos. Sin llegar a la teoría de un amigo mío, que dice que todo el mundo es malo hasta que se demuestre lo contrario, creo que hay una inclinación hacia la maldad, y si nacemos limpios o nacemos perversos es lo de menos, el caso es que de adultos hay que andarse con cuidado, porque aquí el más tonto hace relojes, digitales y con calculadora, por supuesto.