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Aquí han fumado

Philip Roth es uno de esos escritores que no necesitan respaldos y galardones, porque su presencia y su peso son tan palmarios que sus premios son lo de menos, aunque finalmente pueda tenerlos casi todos. Hace más de treinta años que, cuando hablamos de novela norteamericana o incluso de novela a secas, el nombre de Philip Roth entra en la primera lista mental que se nos ocurre. Muchas veces sabemos de una figura de la cultura por el premio que recibe y nos preguntamos «¿este quién es?» Por el contrario, la incidencia en la cultura de nombres como Borges, Fellini, Graham Greene o Katharine Hepburn es tan evidente que importa poco si le han dado o no el Oscar, el Nobel o Pulitzer. Es como pensar en el Nobel de la Paz y Gandhi, que nunca se lo dieron y sin embargo siempre fue un símbolo.
Philip Roth es una de esas figuras, como lo son García Márquez, Paul Auster o Murakami. En realidad, son autores que prestigian los premios, porque Roth no va a ser más conocido ni a vender más por recibir ahora el Príncipe de Asturias o si mañana le otorgan el Nobel. Ya está ahí hace tiempo y cuenta con el favor del público, de la academia y de los escritores, y esto último es fundamental, porque es como un club inglés en el que los socios son los que deciden quiénes forman la directiva. Si estos grandes premios dependieran de mí, ninguno de los nombrados sería premiado, es una redundancia. Por lo tanto es más que evidente que Roth es uno de los mayores novelistas vivos en cualquier lengua y merece el Príncipe de Asturias y cualquier otro galardón que quieran otorgarle, pero suena como el chiste del detective: «hay una colilla, aquí han fumado».
zzroth.JPGEn cuanto a su obra, Philip Roth es una especie de Woody Allen que no trata de hacer reír, aunque su ironía a menudo contenga un humor ácido de muchos quilates. Sus monólogos íntimos ponen patas arriba todo lo que le rodea, y entra en los valores sociales judíos como una excavadora. Eso sólo puede hacerlo un judío, y es evidente que la sombra de Saúl Bellow es alargada, que se bifurca en distintos caminos como los de los mencionados Auster, Allen y, por supuesto, Philip Roth.
Mucho antes de que levantara acta del capitalismo endogámico y depredador en su trilogía americana de los años noventa, Roth ya había puesto su sello en la cultura estadounidense desde su primer libro, una colección de relatos titulado Good Bye, Columbus, hace más de medio siglo, y ya se quedó a vivir en la cultura del planeta cuando publicó en 1973 La gran novela americana. Que Roth sea Premio Príncipe de Asturias es bueno para el premio, pero a lo mejor no tanto para el conocimiento de la cultura, porque estos galardones deberían señalarnos autores de valía que no tienen una presencia cultural tan evidente.
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(Este trabajo se publicó ayer en la edición impresa de Canarias7).

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El futbolista asesino

(Ray Bradbury, otro que se va, ya podemos empezar a quemar libros)

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zfutbolll.JPGNicolás Melini es un palmero que vive en Madrid, miembro de esa diáspora producida por la centrifugadora cultural que es Canarias. Alguien dijo que todo escritor que se precie debe tener bajo sus pies un continente, eludiendo la metáfora vital y refiriéndose a la mera geografía; de esa manera nada tendrían que decir en la novela Carpentier, Lezama Lima, Lampedusa, Joyce, Dickens y cientos de novelistas insulares, incluso los de Manhattan, que al fin y al cabo es una isla. Por otra parte, otro alguien dijo que la verdadera literatura es insular, refiriéndose al origen de nuestra cultura, que en buena parte surgió en las islas del Mar Egeo. En ese sentido, la escritura de Melini es insular, porque indaga en el origen del hombre, tanto en sus poemas como en su narrativa. Cuando la llamada novela negra parece haberse asentado con éxito en los escaparates y hace fortuna en Canarias, hay que decir que Melini publicó El futbolista asesino hace una docena de años, con lo que de alguna forma fue uno de los que abrió camino. Ahora se reedita con ambición de mayor proyección editorial, y desde luego la merece, porque es una obra que va más allá del mero relato de las peripecias de un asesino en serie. Se trata de una novela que hurga en las enloquecidas motivaciones de un hombre para convertirse en monstruo, el camino entre Jeckyl y Hyde, el tormento de Raskolnikof en El crimen y el castigo, las delirantes justificaciones de un Hannibal Léckter que se mueve en su propia lógica depredadora y autodestructiva. Por ello traigo aquí esta novela, que va camino de convertirse en un clásico inminente de nuestra narrativa.

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Cuando llueve, todos nos mojamos

La suspensión del concierto de Sting en Tenerife y las dificultades económicas alrededor del de Sprinteen en Gran Canaria han puesto sobre la mesa el debate sobre el momento para realizar estos grandes eventos. Es indudable que en Canarias hay un público muy entregado a todo tipo de música, desde la más popular hasta la más clásica, pero cabría preguntarse si en las actuales circunstancias es ético ayudar con dinero público en estas actividades.z888Foto0362.JPG Soy de la opinión que la cultura y el deporte en todas sus manifestaciones son muy importantes, pero cuando llegan las vacas flacas hay que priorizar. Si se aprietan las tuercas en sectores tan básicos como Sanidad y Educación, si se reducen las coberturas a las personas con dependencias, si la cultura en alguna de sus vertientes creativas queda desamparada y a nadie parece importarle, también habría que reconsiderar los grandes eventos, porque si hay que apretarse el cinturón han de hacerlo todos, pues a veces es incomprensible que se siga sosteniendo a todo tren alguna actividad (minoritaria o mayoritaria, que de todo hay) mientras otros sectores, también importantes, quedan a la deriva. Porque artistas de la talla de Sting son muy celebrados, pero sus cachés siguen siendo indecentes para tiempos de crisis. No es para alegrarse que se suspenda un concierto de cualquier tipo o que deje de celebrarse un festival, pero tampoco da risa que dejen de publicarse libros, con un coste infinitamente menor que esos grandes eventos. Habrá que racionalizar todo esto, porque en deportes tampoco pueden aportarse ayudas que van a parar a salarios disparatados de algunos deportistas.