Tabucchi o la grandeza de lo leve

La muerte del escritor Antonio Tabucchi se me antoja prematura, porque su talla literaria merecía que hubiera sido reconocido con el Premio Nobel, cosa que seguramente habría sucedido de no haber desaparecido a los 68 años. Descubrí a Tabucchi hace muchos años, en un libro de relatos titulado Pequeños equívocos sin importancia, y desde entonces quedé enganchado a esa prosa de relatos breves en los que aparentemente no pasan grandes cosas pero que al final dibujan ese elemento tan escurridizo que es el tiempo. zz26818[1].jpgFue mucho antes de sus grandes éxitos de venta Sotiene Pereira o Nocturno indiano. Es un escritor italiano que, desde su amor por la lengua portuguesa, descubre a un escritor portugués nada conocido fuera de Portugal y poco apreciado en su propio país. Puede decirse que Tabucchi es el gran descubridor de Fernando Pessoa para el mundo, lo mismo que los existencialistas franceses pusieron en su lugar a Kafka. Antes de que Tabucchi lo tomara bajo su padrinazgo, Pessoa era solo una curiosidad portuguesa. Pero es que, además, Tabucchi es muy grande, como narrador y ensayista tiene una de las obras más sólidas de la Europa contemporánea. Estoy convencido de que su tamaño literario irá creciendo, y con los años, la gente acabará por no saber si era un portugués que escribía en italiano o un italiano que amó a Portugal a través de su lengua. Tal vez por eso nació en Pisa y murió en Lisboa, sus ancestros están en el luminoso Mediterráneo y su eternidad en la atlántica Lisboa. Antonio Tabucchi, un gigantesco intelectual comprometido con Europa -que era también su gran decepción- era leve, como sus relatos, poco dado al ruido, pero su palabra sonaba y sonará muy lejos en el tiempo y en el espacio. Era un italiano que habría pasado por suizo debido a su discreción, un hombre de pocas y certeras palabras, de la estirpe de Italo Calvino y de aquel Fernando Pessoa de hace un siglo que él ayudó a revivir.

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