Un brote después del diluvio

La desaparición de Manuel González Sosa viene a clausurar una época de nuestra literatura, que dio comienzo en plena Guerra Civil y se prolonga hasta ahora, porque aún tenemos felizmente viva a María Dolores de la Fe. En los años cuarenta comenzaba a rebullir la cultura en Gran Canaria, en medio de la desolación general y la mordaza impuesta por la dictadura, que entonces quería asentarse y no se andaba por las ramas. Pero la literatura se movía en todas direcciones, y a pesar de que, en palabras de Agustín Millares, «Ningún pájaro vuela, cuando el aire no existe», los pájaros de la literatura trataban de levantar el vuelo desde diferentes palomares. Uno fue sin duda la generación de Antología Cercada, con Lezcano, los Millares, Ventura y Angel Johan, pero también se movían en distintos ámbitos y géneros Juan Manuel Trujillo, Isidro Miranda, Chano de la Nuez, además de Manuel González Sosa y sus entonces inseparables Carmen Laforet y María Dolores de la Fe.
Hay que decir, que en este grupo, en el que también se solía mover Pancho Guerra, una década mayor que ellos, había dos maneras de enfrentarse a la vida. Por un lado estaban el creador de Pepe Monagas y Mª Dolores de la Fe, que se apoyaban en el costumbrismo y el humor tanto en la literatura como en lo cotidiano. Por el otro, más circunspectos y exentos de cualquier concesión a la sonrisa, Carmen Laforet, que se decantó claramente por la narrativa y fue la que inauguró el Premio Nadal con su novela Nada, y el poeta que acaba de dejarnos, siempre en el extremo del rigor, que seguramente le impidió publicar más versos por una autoexigencia a veces exagerada. Había un quinto, que cuando paraba por Las Palmas iba a su aire -siempre fue por libre-, con la ironía y el desparpajo sin faltar a la norma, que fue Antonio de la Nuez Caballero. A ambos, Antonio y Manuel, podría vérseles hasta no hace muchos años en su tertulia semanal del Hotel Madrid.
zmgs.JPGA pesar de su carácter menos expansivo, González Sosa fue un animador cultural importante, sobre todo en las décadas siguientes, cuando creó la revista San Borondón, uno de cuyos números dedicó a un poeta llamado Félix Luján y que cuentan que no era otro que él mismo, haciendo una especie de juego de heterónimos del que poetas atlánticos como Pessoa y Quesada tanto gustaban. También fue el fundador de las páginas culturales Cartel de las letras y de las artes en el Diario de Las Palmas, que en una época como aquella fue una puerta abierta para oxigenar la literatura que entonces tenía que hacerse casi de contrabando.
La obra de Manuel González Sosa se reparte por lo tanto en pequeñas entregas y algunos libros que fueron su alfa y omega, como Sonetos andariegos (1958) y Laberinto de espejos (1994), y media docena más en medio. González Sosa es una voz de las muchas que surgieron cuando todo se cubrió de negro, y esas voces, poco a poco, trajeron la luz con no poco esfuerzo. Ese tiempo, que hoy nos imaginamos como brotes después del diluvio, se nos antoja como un nuevo origen que, por circunstancias tan trágicas, surgía en el aire. Ha muerto un poeta de aquellos, un alistador de canales de riego de la literatura y el arte; cumple pues que, en su partida, demos noticia de lo que aportó como generador de dinámicas, que es como hoy lo llamarían los monitores de marketing. Descanse en paz.
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(Este trabajo se publicó el miércoles en la edición impresa de Canarias7)

3 opiniones en “Un brote después del diluvio”

  1. Todos esos canarios que nombras, que han contribuido a difundir nuestra cultura, aunque sea tan dificil desde las Islas, ellos ponían una nota de amabilidad, curiosidad y sobre todo en algunos de ellos denunciaban un sistema que nos atrapaba, pero quiero dejar un recuerdo lleno de cariño, con la esperanza que lo lea, a Mª Dolores de la Fé, escribía de una manera costumbrista y original, por si comentario siempre empezaba la lectura de la prensa y su originalisima teoría de que Colón era mujer. Sostengo que la hice mia y se organizaban debates furibundos ante esa posibilidad y como el origen de Colón es tan complicado, bien podía serlo. Además ella siempre fue una mujer jovial, interesada por lo que pasaba a su alrededor, e insisto que siempre le tuve mucho cariño, y por no estar en Madrid su trabajo no alcanzó esa dimensión que ella merece.
    Y como tu dices, esas sagas infinitas, los Millares, Los Lezcanos,que trajeron tan buenos frutos a nuestra Cultura, Ventura Doreste, su hija que no sé como contactar con ella, la verdad que escribo con la ilusión de que alguno lea este artículo.
    Espero tener suerte y que sepan que les tengo un gran afecto y que pasaba horas sin cansarme oyendo como alguno de ellos relataban sus historias.

  2. Ya que lo nombras, Pancho Guerra es mi escritor favorito. Por encima incluso de Cervantes o Galdós. Supongo que siempre fui un tipo raro. Pero Guerra hablaba de mí, de toda la sociedad que estaba a mi alrededor y que después yo destruí. Guerra me ha hecho partícipe de su obra, me he sentido bien, mal; he reído, llorado; me he sentido lleno y vacío.
    Lo mismo logran ahora también otros como Alexis Ravelo, la obra de los hermanos Millares Sall… y hasta un tal González Déniz, Emilio, que cuando se pone sombrero cubano, con gafas oscuras, ni sé a quién se me parece, pero me hace sonreír.
    Saludos.

  3. Querido Emilio: te pongo estas letras para nó sólo recordar tiempos pretéritos,sino para saber si podrías ayudarme en el sentido de encontrar algunos artículos de mi padre,Antonio de la Nuez Caballero,que nombras tan fielmente vinculado a la vida, efectivamente, de D. Manuel González Sosa(q.e.p.d.).
    Dichos artículos son los relacionados con la página que el dirigiera, «por consiguiente…»,los cuales me son necesarios para tratar de editar un libro que él dejó sin editar , sobre el Ensayo.
    Espero que , a través de los tlfs.928359165, ó este correo ó el móvil, podamos contactar para hacerte la consulta.A pesar de que la srta. Carolina , ya se me a ofrecido para buscarlos y enviármelos a través del email.
    Un saludo, Felipe de la Nuez.

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