Africa ya estaba en la ruina material y humana con tantas guerras y sequías; en Asia los jinetes cabalgan desde la miseria de Calcuta hasta la guerra inútil de Afganistán, la tensión entre Pakistán y La India o el revoltijo de Indochina, Indonesia o Filipinas; en América del Sur no está el hormo para bollos en ninguna parte, y como muestra piensen en Argentina, Brasil o Venezuela; Centroamérica postrada como siempre, desde Haití hasta Guatemala; Norteamérica, qué les voy a contar, en recesión y sin Torres Gemelas, dados al prozac y mandando marines a todas partes. Ya no les hablo de Palestina, de Chechenia, de la tensión balcánica…
Queda Europa. Y hay miedo. Miedo a la crisis económica, a la inmigración, al terrorismo y al propio miedo que hace que la economía se retraiga. Con estas premisas no es raro que los agoreros hayan desaparecido, ya bastante agoreros son los periódicos, la radio y la televisión. La realidad supera a la ficción, y el drama universal literario y cinematográfico que ocasiona el dichoso anillo maldito de Tolkien es una menudencia cuando pensamos en el fanatismo, la intolerancia, la pobreza, la avaricia y las armas nucleares prestas a ser utilizadas.
Pero, qué quieren, por encima de los hobbits, los nordols, los gamos o los elfos, yo sigo creyendo en los humanos, y en el fondo quiero ser optimista.
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