Publicado el

Pues hagamos curas masivas


El obispado de Madrid-Alcalá ha preparado unos cursillos para curar la homosexualidad. Es el mismo que hace unos años dictaba normas en los cursillos prematrimoniales, llegando al detalle de cómo tendrían que realizarse las relaciones sexuales entre hombre y mujer, ella debajo, por supuesto, y exculpando al varón si terminaba y dejaba a la dama a dos velas. Los consejos matrimoniales del clero podríamos tomarlos como parodia si no fuese algo tan serio, teniendo en cuenta que los sacerdotes no se casan y se supone que no mantienen relaciones sexuales. Es como si un panadero asesorase a Nadal sobre su estrategia para la próxima vez que se enfrente a Djokovic, o si el gremio de tejedores fallase el Premio Nobel de Química. Ahora vuelven con la cura de los homosexuales. Antaño los encerraban en psiquiátricos y les administraban electro-shock, y lindezas por el estilo. zznormal_IMGP1753[1].jpgPero ellos siguen empeñados en que la homosexualidad se puede curar. Para empezar, sólo son suceptibles de curación las enfermedades, y por lo visto no se han enterado de que hasta un organismo tan lento como la OMS hace años que estableció que ser gay no es una enfermedad. Es una opción sexual, cultural si se quiere, o biológica, qué más da, pues es el individuo quien libremente decide cómo y con quién realiza sus relaciones sexuales, y por supuesto también es muy dueño de ser célibe porque es libre. Tratar de curar la homosexualidad es como hacer terapias para que deje de gustarte la música de Mozart, que en vez de las morenas te gusten las pelirrojas o que te conviertas en un opositor militante de los macarrones con tomate. Creo que hay cosas que sí se pueden curar, como la avaricia, el abuso de poder o la hipocresía, pero nunca he visto que La Iglesia haya organizado cursillos para ello. Normalmente suele ocurrir lo contrario, pues la jerarquía, rodeada de un boato espectacular y carísimo, suele estar cerca del poder absoluto y abusivo y proclama hipócritamente lo contrario de lo que dice.Y fíjense que digo la jerarquía, porque los católicos y buena parte de los sacerdotes están muy lejos de eso, y desde luego merecen todo el respeto. Ellos sí.

Publicado el

Investidura

parlamento-canarias[1].jpgSe le pide siempre a un discurso de investidura lo que no puede dar, porque es un empeño que no responde a la literatura, ni al parlamentarismo, ni a la capacidad de comunicación; es un híbrido que toma lo peor de cada género y ni el mismísimo Castelar podría hacer de él un pieza oratoria de peso. Como discurso resulta denso porque hay demasiados conceptos. Si se pretende que sea un listado de proyectos siempre es generalista, ya que no hay tiempo para profundizar en todo. Si se trata de la realidad, es que se ha hablado poco del futuro, y si se concentra en el futuro es que se ignora la realidad. Si es una conferencia resulta agotadora porque sobrepasa los 45 minutos que proponen los especialistas y además no se proyectan diapositivas ni transparencias con esquemas en PowerPoint. Los discursos de investidura son malos por definición, el género no da para más, es como cuando Pedro García Cabrera fue a la mar por naranjas. Ocurre como con los discursos del Estado de la Nación o la Nacionalidad, paja y viruta por todas partes, que es calificado de magistral por quienes apoyan al gobierno y desastroso por la oposición. En realidad, la investidura debiera durar diez minutos, el tiempo que se tarda en abrir la sesión, votar electrónicamente y proclamar presidente al candidato. Una formalidad, como sacar el carnet de identidad. El tiempo ganado se podría utilizar en algo práctico.

Publicado el

Otra política es posible

En la era de la comunicación, el papel social de los artistas e intelectuales se ha difuminado porque hoy la influencia de las opiniones está muy relacionada con las horas de televisión en que aparezca alguien, independientemente de su nivel. En la II República, cuando llegaban con tres días de retraso los periódicos de Madrid, los lugareños, que en muchos casos no sabían leer, preguntaban al maestro, al cura o al que supiera leer en la barbería qué opinaban sobre un asunto concreto Don José (Ortega y Gasset), Don Antonio (Machado) o Don Miguel (Unamuno). zzzintej.JPGY aquello tenía calado, porque en realidad creaba opinión. Ahora, los intelectuales hablan, opinan y critican, pero nadie pregunta en el pueblo qué han dicho Don Fernando (Sabater) o Don Emilio (Lledó), aunque últimamente sí que se han interesado por lo que ha dicho Don José Luis (Sampedro), y hemos visto la que se ha montado, porque alguien ha hecho pensar con argumentos. Ahora se ha presentado en Madrid un grupo de artistas e intelectuales amparados por un manifiesto en el que afirman que otra izquierda es posible. Que la mayor parte de los firmantes apoyaran en su momento a Zapatero da alas a la voraz derechona para criticarlos porque suponen que lo que buscan es un nuevo árbol al que arrimarse, ahora que parece inevitable el desembarco de la derecha portadora de los valores eternos del feudalismo. Yo creo que otra izquierda es posible y podría perfectamente firmar el manifiesto, pero también necesitamos otra derecha menos entregada al fanatizado ultraliberalismo galopante que nos predican cada día, y en el que también ha sido atrapada la socielademocracia. Creo en la buena intención de los firmantes, aunque en lugar de centrar el asunto en la izquierda yo propondría que otra política es posible, pero eso los políticos ni lo huelen.