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Un premio que rompe barreras

El Jurado del Premio Príncipe de Asturias ha dado un paso adelante, porque ha otorgado el Premio de Las Letras a Leonard Cohen, un autor que tiene buena parte de su obra literaria metida en un pentagrama. Hay una oposición casi académica a conceder a los autores de letras de canciones el status de poeta. Está claro que la poesía tiene sus reglas, muchas veces no escritas, y por lo tanto no todas las letras tienen contenido poético, pero lo mismo podríamos decir de los libros de poemas, de manera que a los letristas que hacen poesía para ser cantada (hasta ahora no poetas) les pasa lo mismo que a los guionistas de cine; a estos se les relega de su condición de escritores porque se dice que luego viene la dirección y muchos elementos que componen la película. Cierto, una película es una obra coral, siempre, pero igual sucede con una representación teatral, cuyo texto original llega a los escenarios con la visión del director, y nadie se atreve a negar los valores literarios de Shakespeare (¿de cuántas formas y desde cuántas perspectivas se ha representado?), Lorca o cientos de venerados autores teatrales.
leonardcohen1969[1].jpgCon las canciones pasa lo mismo, y aunque Leonard Cohen debe su gran popularidad -sobre todo en Europa- a sus canciones, también es autor de libros de poesía y narrativa. Hace unos años, hice una entrevista a un poeta Premio Canarias de Literatura, que puso el grito en el cielo cuando le comenté que muchas de las canciones de Serrat, Aute, Silvio Rodríguez o Atahualpa Yupanqui (hay muchos y muchas más) me parecían bellos poemas. No sé qué dirá ahora, cuando un jurado del peso del Premio Príncipe de Asturias se atreve a poner en su lugar algo que ya era evidente, al menos para mí. Siempre ha sonado Bob Dylan para el Premio Nobel de Literatura, y a mucha gente le parece un disparate. No lo es, pocas palabras creadas por un artista han tenido tanta incidencia en el mundo como las de Dylan, y para eso tienen que estar bien escritas. El Jurado del Príncipe de Asturias se ha decantado por un autor muy especial, pues lleva sangre y cultura hebrea y lituana (europea), un cierto aire francés (no olvidemos que es canadiense y medio Canadá es de lengua y cultura francesa) y no puede negar la gran influencia estadounidense, su poderoso vecino del sur y a menudo su casa, lo mismo que Londres, las islas griegas y la estridente California. Cohen es una cultura macerada en un cuerpo con aire entre un Al Pacino displicente y un solemne capo siciliano, que se sale de una mirada que derrumba todo lo demás, y una voz que recita con corcheas y canta diciendo. Y lo que dice.
Para varias generaciones de todo el mundo, las palabras, la voz y la música de Leonard Cohen son un faro, que une espiritualidad, rebeldía y coherencia. Suzanne es un símbolo, como Al vent, Ne me quite pas, Mediterráneo, Blowin’ in the Wind y tantas otras. Y si quedase alguna duda. Leonar Cohen es un gran poeta de libros y un novelista muy importante. Pero yo quiero creer que el Jurado ha valorado también las letras de sus canciones, como quise pensar que la Academia sueca puso en valor también los guiones cinematográficos de Harold Pinter cuando le concedieron el Nobel.

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(Este trabajo se publicó el pasado jueves en la edición impresa de Canarias7)

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La obsesión por los senos femeninos

manet-edouard-die-blonde-mit-entbloessten-bruesten-1878-1062004[1].jpgSe podría entender perfectamente que hace cuarenta o cincuenta años hubiera curiosidad por ver unos senos femeninos, porque era asunto tabú, lo mismo que en el siglo XIX era imposible visualizar los tobillos descubiertos de una dama, siempre ocultos bajo enaguas inmensas, faldas como carpas de circo y botines. A nadie se le ocurriría que, medio siglo después, hacia 1930, ver los tobillos desnudos de una mujer fuese una novedad. Ya sé que los senos tienen otra mitología, y cuando en España empezó el famoso destape de los setenta tenía su explicación. Pero es que llevamos cuatro décadas viendo tetas de todos los tamaños, formas y colores, y francamente no parece una primicia. Sin embargo, hay revistas que basan su atractivo en una portada con una mujer mostrando los senos, y se pagan jugosas cifras si la fotografiada es una estrella del cine, la canción o incluso de la política (ha habido concejalas que se han mostrado desnudas en una revista). Lo que ya me parece casi enfermizo es que sea noticia que Sara Montiel, con 83 años, vaya a enseñar sus senos en una película, sobre el cadáver de cuerpo presente de su marido. Eso ya no es erotismo, es morbo de la peor ralea. Siguen empeñados en hacer del sexo un mercado, y me malicio que casi siempre eso va en detrimento de la mujer.

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¿Alemania ya no es lo que era?

En una sonora frase de la película 55 días en Pekín, el embajador de un país europeo decía: «La Providencia, si existe, debe ser británica». Son los estereotipos que durante décadas nos han ido metiendo en la cabeza, unos venidos de fuera, otros nacidos en el patio de nuestra casa. Según el credo popular, los franceses son exquisitos, los italianos seductores, los norteamericanos unos patanes con dinero, los argentinos unos loros 2 junio.JPGde discurso brillante e inacabable, los japoneses la quintaesencia de la disciplina, y así cada nación ha conseguido su etiqueta. Pero generalizar casi siempre es un error, y más cuando vemos que esa etiqueta no se cumple cuando llega la hora de la verdad. Es cierto que los japoneses fueron ejemplarmente disciplinados después del terremoto y el tsunami, pero lógicamente hemos visto llorar a los japoneses, cosa que, según el tópico, nunca sucedería. Ahora, con el asunto de las muertes a causa de una bacteria, el gobierno de Hamburgo ha hecho la guerra por su cuenta, al federal de Berlín lo ha cogido con el paso cambiado y el instituto científico que es máxima autoridad ha ido a su bola. Alemania es en nuestra mente popular el paradigma de la eficacia y la organización, que esta vez han brillado por su ausencia, un desastre de coordinación. También tiene Alemania el cartel de la laboriosidad, y acabamos de enterarnos que trabajan menos horas que los españoles. ¿Será que Alemania ya no es lo que era o que en realidad nunca fue lo que pensamos? Los mitos falsos tienen estas cosas.